jueves, 27 de marzo de 2025

DÍA 28. EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ SE LLENÓ DE ALEGRÍA AL ESCUCHAR LAS PALABRAS DE SU JESÚS

DÍA VIGÉSIMOCTAVO

El corazón de San José se llenó de alegría al oír las palabras pronunciadas por Jesús, la verdad eterna.

 

ORACIÓN

PARA COMENZAR LA MEDITACIÓN CADA DÍA

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

Dios te salve, José, lleno de la gracia divina,

entre tus brazos descansó El Salvador

y ante tus ojos creció.

Bendito eres entre todos los hombres,

y bendito es Jesús,

el hijo divino de tu Virginal Esposa.

San José, padre adoptivo de Jesús,

ayúdanos en nuestras necesidades familiares,

de salud y de trabajo,

hasta el fin de nuestros días,

y socórrenos en la hora de nuestra muerte. Amén”.

 

DÍA VIGÉSIMOCTAVO

El corazón de San José se llenó de alegría al oír las palabras pronunciadas por Jesús, la verdad eterna.

 

No fueron solamente los ojos los medios afortunados que transmitieron al corazón de San José los deleites sobreabundantes que producía la vista del Hombre-Dios, sino también sus oídos al poder escuchar las palabras de vida eterna que pronunció la Verdad encarnada durante todo el tiempo que tuvo la dicha de tratar con él. Si solo el nombre de Jesús resonando en nuestros oídos, dice San Bernardo, basta para formar la más dulce melodía, ¡qué melodía debió formar en los oídos de San José el mismo hablar de Jesús! Todos los recitales más estudiados del mundo, toda la música más armoniosa, no son tan deliciosos ni tan dulces como una sola palabra pronunciada por los labios divinos de Jesucristo.

Una sola palabra de esta Verbo de Dios enjuga rápidamente las lágrimas de los afligidos; llama a los muertos a una nueva vida; calma las tempestades más violentas del mar y de nuestros corazones, y derrama un océano de consuelos sobre las almas más desoladas. Ahora bien, si una palabra de Jesús tiene tanta fuerza y ​​poder; si sus sermones tenían tanta eficacia para cautivar los corazones de sus dichosos oyentes, ¿qué felicidad no habría sentido el corazón de San José en aquellos largos discursos, en aquellas conversaciones interrumpidas con el Salvador? Sabemos que la conversación que tuvo con los dos discípulos que iban a Emaús, aunque no se dio a conocer en ese momento, encendió una llama de amor en sus corazones, y los llenó de una alegría indescriptible: ¡imagine quién pueda cómo se sintió el corazón de San José, y cómo se derritió ante la voz de su Amado. ¡Cuántas veces se tomó el gran Santo la libertad de pedirle, con las palabras del Cantar de los Cantares, que hiciera resonar en sus oídos su dulcísima voz!  Si quería aliviar las penas del destierro, si ansiaba encontrar consuelo en medio de las penalidades del viaje, si necesitaba descanso en su trabajo, no le quedaba más que decir: Mi querido hijo Jesús, único consuelo y desahogo de mi alma, ¡sostenme con alguna de tus palabras y enséñame alguna cosa! El Salvador cedió voluntariamente a sus oraciones y trató de recrearlo con su palabra divina, más querida para él que las armonías de los bienaventurados espíritus celestiales.

Pero por muy deliciosos que fuesen estos goces de San José, no eran comparables con los que sentía cuando imprimía amorosos besos en aquellos divinos labios de donde salían tantos oráculos. A estas ternuras respondió el Hijo, todavía niño, como dice San Bernardo, y Gerson, arrojándose sobre su cuello con dulcísimas caricias y abrazándolo, lo estrechaba tiernamente, derramando en su corazón dulzuras muy superiores a las que la mente puede comprender.

Y así como el mismo Verbo de Dios insufló el Espíritu Santo en las almas de los Apóstoles, es creíble que esa misma boca derramara con frecuencia torrentes de felicidad en la persona de San José. Y si el aliento de un Dios dio antaño vida a la masa informe del caos, el del Dios hecho hombre fue para San José fuente inagotable de vida y de alegrías celestiales e inefables.

 No podemos tener la suerte que le tocó a San José de oír continuamente hablar a aquel a quien los santos de la antigua alianza habían querido escuchar y no pudieron, pero podemos leer su Palabra en los santos Evangelios, en los cuales no está muerto, sino que sigue vivo, como dice San Pablo, y es eficaz, y penetra los corazones como una espada de doble filo.  La misma palabra de Jesús está inflamada de caridad celestial, es más dulce que la miel y sirve maravillosamente de luz para nuestros pasos. Si queremos que esta palabra sea para nosotros fuente de amor, de alegría y de luz, debemos leerla a menudo pero con espíritu de fe, y meditarla con frecuencia pero con gran atención.

 

JACULATORIA

Oh san José, constituido por Dios como guardián y protector de la Iglesia, ruega por nosotros.

 

AFECTOS

Oh ilustre patriarca San José, era justo y conveniente que tú, destinado por Dios a ser guardián, protector y defensor del Hijo de Dios hecho hombre, te convirtieses también en guardián, protector y protector de la Iglesia, su esposa, que adquirió con el derramamiento de toda su sangre. Y esto lo declaró la misma Iglesia, después de haber conocido vuestro gran poder y experimentado los grandes auxilios que le prestasteis en las circunstancias más críticas. Ella puso a todos sus hijos en tus manos y bajo tu protección, y tú respondiste con bondad y generosidad a su apremio.

¡Oh! continuad guardándola y protegiéndola de los enemigos visibles e invisibles, y destruye los planes de los nuevos Herodes que querrían verla, si fuera posible, completamente aniquilada.  La salvación de la Iglesia está en vuestras manos, y como vos fuisteis celoso de salvar al divino Niño buscado hasta la muerte, salvad también a su Iglesia continuamente perseguida, custodiadla, defendedla, expandidla por el mundo, de modo que, destruidas la idolatría, la herejía, la infidelidad, no haya ya en el universo más que un solo rebaño y un solo pastor.

 

LETANÍAS A SAN JOSÉ

Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935

 

Señor, ten misericordia de nosotros

Cristo, ten misericordia de nosotros.

Señor, ten misericordia de nosotros.

 

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

 

Dios Padre celestial,

ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo.

Dios Espíritu Santo.

Santa Trinidad, un solo Dios.

 

Santa María,

ruega por nosotros.

San José,

ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David.

Luz de los Patriarcas.

Esposo de la Madre de Dios.

Casto guardián de la Virgen.

Padre nutricio del Hijo de Dios.

Celoso defensor de Cristo.

Jefe de la Sagrada Familia.

José, justísimo.

José, castísimo.

José, prudentísimo.

José, valentísimo.

José, fidelísimo.

Espejo de paciencia.

Amante de la pobreza.

Modelo de trabajadores.

Gloria de la vida doméstica.

Custodio de Vírgenes.

Sostén de las familias.

Consuelo de los desgraciados.

Esperanza de los enfermos.

Patrón de los moribundos.

Terror de los demonios.

Protector de la Santa Iglesia.

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

escúchanos, Señor,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

ten misericordia de nosotros.

 

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

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