8 de MAYO
Sobre
la Inmaculada Concepción (7)
MARIA,
Virgo Veneranda,
VIRGEN DIGNA DE
CULTO
Nos servimos generalmente de la
palabra venerable, para calificar lo
que es viejo. Por esta causa, solo la
vejez posee comúnmente aquellas cualidades que mueven a reverencia y
veneración.
Un gran rasgo histórico, un
carácter noble, la madurez en la virtud, la bondad, la experiencia, mueven al
respeto, y estas cualidades no pertenecen ordinariamente a la juventud.
Mas esto deja de ser verdad
cuando consideramos a los santos, Para ellos una vida breve es una larga vida.
He aquí lo que dice la Sagrada Escritura: “La vejez venerable no es la del
tiempo, y no se cuenta por el número de años, sino que la prudencia del hombre
suple por las canas, y es edad anciana la vida inmaculada. Si el justo es
arrebatado por una muerte prematura, vivirá en el reposo. Con lo poco que
vivió, llenó la cartera de una larga vida”.
Un escritor pagano, que nada
sabía de los santos, dice que se debe un gran respeto a los niños, porque
todavía son inocentes. Este sentimiento aparece difundido y expresado en todos
los países, de tal manera que ha ocurrido a veces que la vista de los que no
han pecado(es decir de los que por falta de edad suficiente todavía no han
podido caer en el pecado mortal) y aun el solo encanto del sonreír de su
inocencia, han sido bastantes para turbar a hombres miserables, que se dispone
a cometer algún crimen, y para detenerles por un temor saludable, que les ha
conducido, sino al arrepentimiento, a lo menos a la renuncia de sus culpables
designios.
Y pasando de nuestra bajeza al
Altísimo, ¿Qué diremos del Eterno Padre, sino que precisamente porque es eterno, es siempre joven, sin comienzos, y por esta causa
sin mudanzas, y que, en la perfección y en la plenitud de sus atributos
incomprensibles es ahora exactamente el que era hace un millón de años? Con
verdad se le llama en la Escritura “Anciano de días”, y por esto mismo es
infinitamente venerable. Luego para ser venerable no tiene necesidad alguna de
edad, ni nada posee de aquellos atributos humanos y de aquellos títulos
materiales que los escritores sagrados le prestan de una manera figurada, para
hacernos sentir en su presencia aquel profundo abatimiento y aquel respetuoso
temor, que su sola idea debería siempre inspirarnos.
Lo mismo se diga de la Madre de
Dios, en la medida que una criatura puede ser semejante al Creador. Su inefable
pureza y su entera inmunidad de la sombra del más leve pecado, su Inmaculada
Concepción, su virginidad perpetua, todas sus prerrogativas (a pesar de su
extremada juventud en el momento en que Gabriel le fue enviado), son de tal
naturaleza, que han de hacernos exclamar, con una mezcla de alegría y de temor,
empleando las palabras proféticas de la Escritura: “¡Tú eres la gloria de
Jerusalén y el gozo de Israel! ¡tú eres el honor de nuestro pueblo! Por esto,
la mano del Señor te ha robustecido, y eres bendita para siempre.
Beato John Henry Newman
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló