Homilía de maitines
V DOMINGO DE PASCUA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILÍA
DE SAN AGUSTÍN, OBISPO
Tratado 102 acerca de san Juan
Ahora han de tratarse esas palabras del Señor: En verdad, en verdad os digo: «Si algo pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.. A propósito de partes anteriores de este discurso del Señor quedó ya dicho, a causa de esos que en el nombre
 de Cristo piden al Padre algunas cosas, mas no las reciben, que 
cualquier cosa que se pide contra los intereses de la salvación no se 
pide en el nombre del Salvador. Por cierto, cuando dice «En mi nombre»,
 ha de comprenderse que habla de esto: no del sonido de las letras y 
sílabas, sino de lo que significa el sonido mismo y de lo que mediante 
ese sonido se entiende recta y verdaderamente. 
Por ende, quien acerca de
 Cristo opina esto que no ha de opinarse acerca del único Hijo de Dios, 
no pide en su nombre aunque con las letras y las sílabas no omita a Cristo, porque pide en el nombre de ese en quien piensa cuando pide. Quien, en cambio, opina lo que acerca de él ha de opinarse, ese mismo pide en su nombre
 y, si no pide contra su salvación sempiterna, recibe lo que pide. Ahora
 bien, recibe cuando debe recibir, pues ciertas cosas no se niegan, sino
 que se difieren para ser dadas en tiempo conveniente. Lo que asevera, os dará,
 absolutamente ha de entenderse de forma que se sepa que estas palabras 
aluden a esos beneficios que atañen propiamente a esos que piden. En 
efecto, todos los santos son escuchados en favor de sí mismos; en 
cambio, no son escuchados en favor de todos, amigos o enemigos suyos o 
cualesquiera otros, porque no está dicho «dará» en cualquier caso, sino: Os dará.
Hasta ahora, afirma, no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea plena. Este gozo al que llama pleno es en realidad un gozo no carnal, sino espiritual y, cuando sea tanto que nada haya de añadírsele, sin duda entonces será pleno. Cualquier cosa, pues, que se pide, la cual concierna a conseguir este gozo, ésta ha de pedirse en el nombre
 de Cristo, si entendemos la divina gracia, si verdaderamente demandamos
 la vida feliz. En cambio, cualquier otra cosa que se pide, nada se 
pide, no porque no sea absolutamente ninguna realidad, sino porque 
cualquier otra cosa que se ansía es nada en comparación con tan gran 
realidad.
