22 DE MAYO
Los
Dolores de Nuestra Señora (6)
MARIA,
Virgo
Prudentissima,
VIRGEN PRUDENTISIMA
No aparece, a primera vista,
que relación pueda tener la virtud de la prudencia con los dolores y las
pruebas de la vida de nuestra Señora; sin embargo, hay en estas pruebas un aspecto
que nos da a conocer su prudencia. Hemos de recordar que María no es tan solo
el gran modelo de la vida contemplativa, sino también de la vida activa, y que
la vida activa, para el que quiera ser fiel en ella, es una vida de penitencia
y de prudencia. También María anduvo cargada de obras exteriores y de rudos
trabajos, como cualquier Hermana de la Caridad de nuestros días. Sus deberes
variaron según las diversas etapas de su vida; como joven virgen, como esposa,
como madre, y como viuda; pero su vida nunca dejo de ser, día por día y hora
por hora, una vida llena. Como extranjera en Egipto, tuvo deberes que cumplir
con los pobres paganos, con los cuales andaba mezclada. Como habitante en
Nazaret, los tuvo con su parentela y sus vecinos. También tuvo sus deberes,
aunque no se hace mención de ellos, durante los años de la predicación y del
ministerio de nuestra Señor. Después que
Este hubo dejado la tierra, tuvo deberes para con los apóstoles y,
particularmente con los evangelistas. Los tuvo para con los mártires y los
confesores en sus prisiones; para los enfermos, los ignorantes y los pobres.
Después juntamente con San Juan, tuvo que partir a otra región, a una región
pagana, en la cual tuvo lugar su bienaventurado tránsito. Pero antes de este
tránsito ¡cuanto no tuvo que sufrir en medio de un pueblo idolatra! Es
indudable que los ángeles resguardaron sus miradas para evitarle la visión de
los peores crímenes que se cometían
alrededor de Ella; más sus deberes fueron, sin embargo, numerosos, y por
consiguiente, estuvo llena de méritos. Todos sus actos eran completos; todos
eran los mejores que se podían realizar. Estar siempre en vela, andar siempre
en guardia, siempre con fervor, de suerte que se pueda obrar no solo sin
pecado, sino también de la manera más perfecta posible, en las variadas
circunstancias de cada día, denota una vida de incansable vigilancia. La
prudencia es la virtud que preside a este género de vida. Es, por lo tanto,
debido a las penas y a los dolores de su terrenal peregrinación el poder
invocar a María bajo el título de Virgo
prudentissima.
Beato John Henry Newman
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló