Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial: Se
hace hoy memoria de San Francisco Coll, sacerdote español de la Orden de
Predicadores, que, al ser injustamente exclaustrado, prosiguió su firme
vocación y anunció por toda la región el nombre del Señor Jesucristo. Fundó la
Congregación de Dominicas de la Anunciata. Falleció el 2 de abril de 1875.  Decía sobre el rezo del santo Rosario:
“Rezadlo con fe viva, con toda
humildad, con todo el fervor y 
atención posibles”. Con sus mismas meditaciones contemplamos los misterios
del rosario. 
Señor
mío Jesucristo… 
PRIMER MISTERIO DE GOZO 
La Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas y virginales
entrañas de  María santísima. 
 ¡Qué excesos
de amor son estos, Señor! Vos bajáis del cielo a la tierra, para elevarme
a  mí, vil polvo de la tierra, a ser
grande en el reino del cielo.  Considera
el amor inefable de nuestro Dios y Señor; pues para librarnos de la
esclavitud  del pecado y del demonio, se
dignó vestirse de nuestra pobre y miserable naturaleza: considera  cuán preciosa es la virtud de la humildad;
pues por ésta mereció María santísima que el mismo Dios tomase carne en sus
purísimas entrañas, y la elevó a la infinita dignidad de Madre suya.  ¡Oh bondad inmensa! ¡Oh amor inefable de
nuestro Dios! ¡Oh, a cuántas miserias nos somete la  soberbia, y de cuántos favores y gracias nos
haría dignos una humildad profunda! 
Humillémonos en su presencia y seamos agradecidos a tan gran beneficio.
Supliquemos a esta  divina Madre que nos
alcance tan preciosa virtud, diciendo con toda devoción un Padre nuestro  y diez Ave Marías. 
 SEGUNDO MISTERIO DE GOZO 
 María santísima fue a
visitar a su prima santa Isabel, y quedó santificado el  Precursor Bautista.
¡Oh inmenso amor, incapaz de estar ni un instante
ocioso por nuestro bien! pues antes ya 
de nacer dais pasos agigantados para buscar y salvar al hombre. 
 Considera la
fervorosa diligencia y caridad con que María, dirigida por un impulso  celestial, venciendo las inclemencias del
tiempo y aspereza de las montañas de Judea, fue a  visitar a santa Isabel; enriqueció de
bendiciones la casa con su visita, por medio de su salutación  quedó santificado y lleno del Espíritu Santo
el infante Bautista dentro del claustro materno. 
Contempla la grandeza del gozo, la alegría y
aprecio, con que Juan y sus padres recibieron tan  soberana visita y favores celestiales, y
entra en vivos deseos de obedecer con prontitud las  divinas inspiraciones, ansioso siempre de la
salud de tu alma y del bien del prójimo, para 
merecer que el Señor y su divina Madre te visiten con sus favores y
gracias. Para ello con  devoción y reverencia
saluda a Jesús y María con un Padre nuestro y diez Ave Marías. 
 TERCER MISTERIO DE GOZO  
 El nacimiento temporal del Hijo de Dios en el
portal de  Belén. 
 ¡Oh Rey divino! considero lo
extraño de vuestro actuar, y quedo pasmado al ver cambiado el trono de vuestra
gloria en un pobre pesebre, y el cortejo de los serafines en la  compañía de unos vulgares animales.  Contempla cómo nació de María, en el desabrigo
del portal, delicado y pequeño infante, este Dios tan grande, que no cabe en el
cielo ni en la tierra; cuán empequeñecido un Señor inmenso, y cuán paciente y
benigno el que antes se llamaba Dios de las venganzas. Mira en el desabrigo de
un establo entre pobres pañales, reclinado en un pesebre entre viles animales
al Rey de la gloria, de donde bajan milicias angélicas para adorarlo con los
pastores, y cantar las extremadas finezas a que tu amor les obliga. Adora junto
con los pastores y ángeles del cielo con afectos de admiración y ternura a tu
amoroso Infante, y abraza como El la pobreza de espíritu y desprecio de las
vanidades del mundo, no ambicionando los bienes caducos de la tierra. Para esto
dirás con devoción un Padre nuestro y diez Ave Marías. 
 CUARTO MISTERIO DE GOZO  
 La Purificación de María santísima y
Presentación de Jesús en el Templo. 
 ¡Oh suma
dignación de un Dios Infante! que para satisfacción de mis desobediencias
a  su divina ley, El y su purísima Madre
se someten a la ley que no les obliga. 
Considera cómo Jesús, siendo la misma inocencia y santidad, quiere
parecer pecador y  ser redimido como
esclavo; mira la puntualidad, obediencia y humildad grande de la purísima  Virgen, que siendo su alma más limpia y más
pura que los supremos serafines, va con el Niño en 
brazos a purificarse y presentarse en el templo,
como las demás madres, sin obligarla la ley. 
Considera, alma mía, el cuidado con que disimulas tus defectos, el
descuido en purificarte de las  culpas, y
la negligencia o falta en cumplir los divinos preceptos: y arrepentida pide
afectos de  obediencia pronta y humildad
profunda. Para ello di con ternura de corazón y devoción a María  santísima un Padre nuestro y diez Ave Marías.
 QUINTO MISTERIO DE GOZO 
 La indecible alegría que
tuvo María santísima al encontrar en el Templo a su Hijo,  después de haberlo perdido y buscado por
espacio de tres días. 
 ¡Oh Dios
mío, perdido de puro enamorado! ¡Oh amor, perdido para buscarme! ¡Y yo  perdido por apartarme y huir de Vos! 
 Considera,
que a proporción del perfecto conocimiento que tenía María santísima del  valor de la prenda perdida, y de la medida
del ansia y congoja con que la buscaba, sería casi inmensa la satisfacción y
alegría que sintió su corazón al encontrar a su Hijo, discutiendo y  enseñando a los doctores de la ley. Contempla
la humildad con que respondió a las amorosas quejas de su Madre y San José, y
la sumisión con que siguió estándoles sujeto y obediente en todo. Y repara en
el poco aprecio en que tú tienes el poseer a tu Dios por gracia, cuando por un
vil gusto e interés no reparas en perderlo. Alcanzadnos, pues, Señora, luz y
amor para apreciarle, y solicitud para buscarlo en el templo de nuestro
interior. Entre tanto os ofrecemos un Padre nuestro y diez Ave Marías.
