13 DE MAYO
Sobre
la Anunciación (3)
MARIA,
Janua Coeli,
PUERTA
DEL CIELO
La Santísima Virgen es llamada Puerta del Cielo, porque fue por Ella
que nuestro Señor pasó del cielo a la tierra. El profeta Ezequiel, profetizando
sobre María, decía: “Esta puerta está cerrada, y no se abrirá, y no pasara
nadie por ella, porque por ella ha entrado el Señor, Dios de Israel; y estará
cerrada para el príncipe. El mismo príncipe se quedara en el umbral de ella.”
Esta predicción se cumplió, no
solo porque nuestro Señor tomo carne en María y se hizo hijo suyo, sino también
porque Ella ocupo un lugar en la economía de la Redención; se cumplió en el
espíritu y en la voluntad de María no menos que en su cuerpo. Eva había tenido
parte en la caída del hombre; aunque Adán fue nuestro representante y fue su
pecado el que nos hizo pecadores, con todo, fue Eva la que comenzó a pecar,
tentando a Adán. Dice la Escritura: “La mujer vio que el fruto de aquel árbol
era bueno para comer, bello a los ojos y de aspecto delicioso, y, cogió del
fruto y lo comió: dio también de él a su marido, el cual comió.” Convenía, pues
a la misericordia de Dios hacer que así como la mujer había comenzado la
destrucción del mundo, comenzase también ella su reparación, y que, así como Eva había abierto el camino a la obra
fatal del primer Adán, asimismo María abriese el camino a la obra maestra del
segundo Adán, nuestro Señor Jesucristo, que vino a salvar al mundo muriendo por
él en la cruz. Por esto, María es llamada por los santos padres una segunda y
mejor Eva, pues hizo para la salvación de la humanidad lo que Eva había hecho
para su ruina.
¿Cuándo y cómo María tomo
parte, y parte inicial en la restauración del mundo? Cuando el ángel Gabriel le
anuncio cuán grande había de ser su dignidad. San Pablo nos manda “que
ofrezcamos a Dios nuestros cuerpos con servicio racional”. Debemos, pues, no
solo orar con los labios, ayunar, hacer penitencia exterior y guardar la
castidad del cuerpo, sino también ser obedientes y puros en el espíritu. Y, en
cuanto a la Santísima Virgen, fue voluntad de Dios que aceptase voluntariamente y con pleno conocimiento el ser madre de
nuestro Señor, y no que fuese un simple instrumento pasivo, cuya maternidad no
hubiera tenido merito ni recompensa. Cuanto más elevados son los dones
recibidos, más pesadas son las cargas; y no era una carga ligera estar tan
íntimamente unida al Redentor de los hombres. Su Madre, lo experimento,
sufriendo juntamente con Él. Por esto, considerando bien las palabras del
ángel, antes de dar la respuesta, pregunto si una misión tan grande supondría
la pérdida de la virginidad, que había consagrado a Dios. Habiéndole dado el
ángel seguridad de lo contrario, dijo entonces María con el pleno
consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y de humildad: “He aquí la
esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”. Fue por este consentimiento
que se convirtió en la Puerta del cielo.
Beato John Henry Newman
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló