lunes, 7 de mayo de 2018

MARÍA ROSA MÍSTICA (7) Beato John Henry Newman


7 de MAYO
Sobre la Inmaculada Concepción (6)
MARIA,
Rosa mystica,
ROSA MISTICA
¿Cómo llego a ser Maria Rosa mystica, la flor escogida, la flor delicada y perfecta de la creación? Fue al nacer, al ser alimentada y protegida, en el jardín místico o paraíso de Dios. La Escritura emplea la figura de un jardín, siempre que quiere hablar del cielo y de sus bienaventurados habitantes. Un jardín es un terreno cultivado, reservado para las plantas y los arboles bienhechores y variados, para los frutos agradables al gusto y para las flores perfumadas, cosas todas estas, o hermosas a la vista o útiles como alimento. Por consiguiente, en sentido espiritual, hay que entender por jardín la morada de los espíritus bienaventurados y de aquellas almas santas, que viven en comunidad, almas que llevan a la vez las flores y los frutos, que han producido por la providencia de Dios, flores y frutos de gracia, flores más bellas y más perfumadas que las de jardín alguno, frutos más exquisitos y más deliciosos de cuantos pueden madurar por el cultivo de la tierra.
Todo lo que Dios ha hecho habla de su Creador; las montañas hablan de su eternidad, el sol y los vientos de su omnipotencia y de su inmensidad. Asimismo, las flores y los frutos hablan de su santidad, de su amor y de su providencia; y si tales son las flores y los frutos, tal debe ser el lugar donde se encuentran. Un jardín también ha de tener sus propias excelencias que nos hablen de Dios. No sería natural encontrar hermosas flores en desnudas rocas y frutos sabrosos en los desiertos. Puesto que, en sentido místico, los frutos y las flores significan las gracias y los dones del Espíritu Santo, hay que entender místicamente por un jardín un lugar de reposo espiritual, de tranquilidad, de paz, de refrigerio y de deliciosos encantos.
Así, nuestros primeros padres fueron colocados en un “jardín de delicias”, a la sombra de árboles, “agradables a la vista, que producían frutos sabrosos al paladar”; el Árbol de la Vida estaba en medio de este jardín, y un rio lo regaba. Nuestro Señor, hablando de lo alto de la cruz al ladrón arrepentido, llama “paraíso” al lugar bendito, al cielo, adonde le conducirá. Por esa causa, también San Juan, en el apocalipsis habla del cielo, del palacio de Dios, como de un jardín o paraíso, en el cual el Árbol de la Vida da sus frutos todos los meses.
Tal fue el jardín en el cual la Rosa Mística, la Inmaculada Maria, habito y fue criada para llegar a ser Madre del Dios de toda santidad, desde su nacimiento hasta sus desposorios con San José, es decir hasta los trece años. Paso tres de estos en brazos de su madre, Santa Ana, y después paso los otros diez en el templo de Dios. En estos benditos jardines, si así puede decirse, vivió sola, visitada continuamente  por la gracia de Dios, y creciendo de día en día como una flor celestial, hasta que quedo convertida en morada perfecta, digna de recibir al Santo de los Santos. Fue este el resultado de la Inmaculada Concepción. A excepción de Ella, las más hermosas rosas del paraíso han sido marchitas y han estado expuestas a los asaltos de los insectos; todas menos Maria. Ella fue, desde el principio, perfecta en su suave hermosura, y cuando el Ángel Gabriel le visito, la encontró “llena de gracia”, de aquella gracia, que por el santo uso que hizo, se acumuló y creció en Ella desde el primer momento de su existencia.