7 de MAYO
Sobre
la Inmaculada Concepción (6)
MARIA,
Rosa mystica,
ROSA
MISTICA
¿Cómo llego a ser Maria Rosa mystica, la flor escogida, la flor
delicada y perfecta de la creación? Fue al nacer, al ser alimentada y
protegida, en el jardín místico o paraíso de Dios. La Escritura emplea la
figura de un jardín, siempre que quiere hablar del cielo y de sus
bienaventurados habitantes. Un jardín es un terreno cultivado, reservado para
las plantas y los arboles bienhechores y variados, para los frutos agradables
al gusto y para las flores perfumadas, cosas todas estas, o hermosas a la vista
o útiles como alimento. Por consiguiente, en sentido espiritual, hay que
entender por jardín la morada de los espíritus bienaventurados y de aquellas
almas santas, que viven en comunidad, almas que llevan a la vez las flores y
los frutos, que han producido por la providencia de Dios, flores y frutos de
gracia, flores más bellas y más perfumadas que las de jardín alguno, frutos más
exquisitos y más deliciosos de cuantos pueden madurar por el cultivo de la
tierra.
Todo lo que Dios ha hecho habla
de su Creador; las montañas hablan de su eternidad, el sol y los vientos de su
omnipotencia y de su inmensidad. Asimismo, las flores y los frutos hablan de su
santidad, de su amor y de su providencia; y si tales son las flores y los
frutos, tal debe ser el lugar donde se encuentran. Un jardín también ha de
tener sus propias excelencias que nos hablen de Dios. No sería natural
encontrar hermosas flores en desnudas rocas y frutos sabrosos en los desiertos.
Puesto que, en sentido místico, los frutos y las flores significan las gracias
y los dones del Espíritu Santo, hay que entender místicamente por un jardín un
lugar de reposo espiritual, de tranquilidad, de paz, de refrigerio y de
deliciosos encantos.
Así, nuestros primeros padres
fueron colocados en un “jardín de delicias”, a la sombra de árboles,
“agradables a la vista, que producían frutos sabrosos al paladar”; el Árbol de
la Vida estaba en medio de este jardín, y un rio lo regaba. Nuestro Señor,
hablando de lo alto de la cruz al ladrón arrepentido, llama “paraíso” al lugar
bendito, al cielo, adonde le conducirá. Por esa causa, también San Juan, en el
apocalipsis habla del cielo, del palacio de Dios, como de un jardín o paraíso,
en el cual el Árbol de la Vida da sus frutos todos los meses.
Tal fue el jardín en el cual la
Rosa Mística, la Inmaculada Maria, habito y fue criada para llegar a ser Madre
del Dios de toda santidad, desde su nacimiento hasta sus desposorios con San
José, es decir hasta los trece años. Paso tres de estos en brazos de su madre,
Santa Ana, y después paso los otros diez en el templo de Dios. En estos
benditos jardines, si así puede decirse, vivió sola, visitada
continuamente por la gracia de Dios, y
creciendo de día en día como una flor celestial, hasta que quedo convertida en
morada perfecta, digna de recibir al Santo de los Santos. Fue este el resultado
de la Inmaculada Concepción. A excepción de Ella, las más hermosas rosas del
paraíso han sido marchitas y han estado expuestas a los asaltos de los
insectos; todas menos Maria. Ella fue, desde el principio, perfecta en su suave
hermosura, y cuando el Ángel Gabriel le visito, la encontró “llena de gracia”,
de aquella gracia, que por el santo uso que hizo, se acumuló y creció en Ella desde
el primer momento de su existencia.