viernes, 23 de marzo de 2018

TEMÍAN, PUES, PERDER LOS BIENES TEMPORALES, Y NADA LES IMPORTABA PERDER LA VIDA ETERNA. San Agustín


COMENTARIO AL EVANGELIO CATENA AUREA

VIERNES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Conmemoración de los siete dolores de Nuestra Señora
Forma extraordinaria del Rito Romano
Comentario de San Agustín In Ioannem tract., 49.
Ellos no dicen: "Creemos". Estos hombres perdidos se ocupaban mejor de hacer daño y de matar, que de la manera de salvarse a sí mismos. Y, sin embargo, temían y se consultaban unos a otros: "¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchos milagros".
O bien, temían que si todos creían en Cristo no quedase nadie para defender la ciudad y el templo de Dios contra los romanos, porque bien sabían que la doctrina de Cristo era contraria al mismo templo y a las leyes de sus antepasados. Temían, pues, perder los bienes temporales, y nada les importaba perder la vida eterna, en que no pensaban. Pero a pesar de todo esto, finalmente los romanos, después de la pasión y de la resurrección del Señor, hicieron desaparecer la ciudad, destruyéndola.
Podía uno preguntar, ¿cómo es que se dice que era pontífice de aquel año, siendo así que el Señor había establecido un único sumo sacerdote, que no debía tener sucesor sino después de su muerte? Es preciso admitir que la división y la ambición habían conducido más tarde a los judíos a tener muchos pontífices, que servían alternativamente cada año, y quizá en un mismo año había muchos, a los cuales sucedían otros en el año siguiente.
Aquí también podemos aprender que los hombres malos pueden también vaticinar lo futuro con espíritu profético, lo cual, sin embargo, el evangelista atribuye al sagrado ministerio, porque Caifás era pontífice, esto es, sumo sacerdote.
Caifás, pues, sólo profetizó de la nación judía, en la que estaban las ovejas de que el mismo Señor había dicho ( Mt 15,2): "No soy enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel". Pero el evangelista sabía que había otras ovejas que no eran de este redil, a las cuales convenía conducir, y por eso añadió: "Y no solamente por la nación, mas también para juntar en uno los hijos de Dios que estaban dispersos". Esto se dijo de la predestinación, pues entonces no había ni ovejas ni hijos de Dios.
No por defecto de su poder (el que, si hubiera querido, le habría permitido hablar en público con los judíos y no le habrían hecho nada); mas El dejó este ejemplo a sus discípulos, para enseñarles que no hay pecado en que sus fieles se aparten de las miradas de los perseguidores y, ocultándose, prefieran evitar el furor de los malvados, que sería más terrible manifestándose en público.