COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
MARTES
DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
COMENTARIO DE SAN
AGUSTÍN, in Ioanem tract. 28
Tal vez aquella circuncisión,
prefiguraba al mismo Señor; porque, ¿qué es circuncisión, sino despojo de la
carne? Significa, pues, la separación de las pasiones carnales del corazón: y
no se mandó sin causa alguna que consistiese en la sección de la carne por
donde se procrea la criatura de los mortales, porque por un sólo hombre entró
el pecado en el mundo ( Rom 5,12). Y por tanto, todo hombre nace con pecado,
porque trae consigo el vicio de su propagación, y no purifica Dios del vicio
con que cada uno nace, ni de los vicios que se acumulan viviendo mal, sino por
medio de Jesucristo: y ésta es la razón porque circuncidaban con cuchillos de piedra,
y figuraban a Jesucristo con el nombre de " la piedra ". Y por eso
debía verificarse, en el octavo día, después de haber nacido la criatura,
porque el Señor resucitaría después del día séptimo, que era el sábado, o sea
en el domingo. La misma resurrección nos circuncida, esto es, nos quita los
apetitos carnales. Comprended que la obra buena que yo he realizado en sábado,
al salvar por completo a un hombre, tiene esta significación: porque fue curado
para que sanase del cuerpo, y creyó para sanar del alma. Se os ha prohibido
trabajar en cosas serviles en el día de sábado: ¿acaso es obra servil curar a
un hombre en sábado? Coméis, ciertamente, y bebéis en sábado, porque esto
afecta a la salud, en lo cual probáis que las obras que atañen a la salud no deben
omitirse en el día de sábado.
Mas esto que el Salvador hizo
notar con este motivo, parece que cuesta gran trabajo dejar de hacerlo en este
mundo, o sea el no juzgar personalmente. El Señor amonesta con esto a los
judíos y a nosotros; mas lo que resonaba como muy bueno en la boca del Señor,
se ha escrito para nosotros, y se predica por nosotros: el Señor está arriba,
pero también el Señor aquí existe como verdad, y el cuerpo del Señor, en que
resucitó, puede estar en un solo lugar, pero su verdad está difundida en todas
partes. ¿Quién es, pues, el que no juzga personalmente? El que ama del mismo
modo; y cuando honramos a los hombres de diverso modo, según sus dignidades,
debe temerse que hagamos acepción de personas: muchas veces juzgamos entre un
padre y un hijo, y no igualamos al hijo con el padre en cuanto al honor, sino
que lo preferimos si es mejor la causa del hijo que la del padre, guiándonos
por la verdad, concediéndole así el honor debido, para que la justicia no
pierda su mérito.