DÍA OCHO
I. Un ramillete de flores campestres y silvestres
1.
Hay en los campos, en los bosques y entre los peñascos en los montes,
infinitas especies de flores, varias en colores y formas que, sin cuidado
del hombre, nacen, crecen, explotan, se multiplican; y son la belleza, la
hermosura, el ornato y el vestido de los prados, de los montes y de las
campiñas. No hay una sola especie de éstas, por más pisada que sea de
los animales, que no tenga un dote, una cualidad especial, además de las
que son comunes a toda la raza vegetal.
II. Virtudes naturales
2.
Hay virtudes que recibimos de Dios como autor de la naturaleza: son dadas,
y crecen en nosotros sin gran cuidado nuestro, porque por un don natural
tenemos a ellas tendencia, inclinación, voluntad y amor. Y éstas unas son
intelectuales y otras morales. Sin la caridad no son virtudes
perfectas, lo son según el orden natural. No obstante, transportadas
a un terreno cultivado, y formadas bajo la impresión de la caridad,
reciben con la cultura un nuevo brillo. No pueden ser mejor
significadas estas virtudes que por las flores campestres. Un ramillete de
éstas, compuesto y entretejido por la mano de una hábil jardinera,
rivaliza en belleza y perfumes con los que se forman de las
cultivadas en los jardines. No porque las tengamos sin trabajo y
cuidado nuestro son menos dignas de aprecio que las que adquirimos
con grandes penalidades nuestras. Una virtud que cuesta a uno muchas
lágrimas, a otro se le ha dado de balde.
III. Virtudes naturales dadas a María
3.
Dios, como autor del orden natural, comunicó a la que estaba destinada
para ser su Madre todas las virtudes naturales en el más alto grado de
perfección de que era capaz un alma racional: sabiduría, ciencia,
prudencia, habilidad en el arte de su respectiva condición. Prudencia,
justicia, fortaleza, templanza, con todas las virtudes adjuntas a
éstas. Estas virtudes, dadas con gran perfección, recibieron con
el cuidado, práctica y ejercicio, dirigidas por la caridad, un
grado muy sublime de excelencia.
IV. Flores campestres a María
4.
¿Qué tienes de bueno que no lo hayas recibido de Dios? Esa misma virtud
que a ti nada te cuesta, y que a otros falta, cuídala bien, y seas por
esto agradecido a quien te la dio. La virtud que nació contigo, y que
ha crecido entre las peñas de mil vicios sin cuidado tuyo, no la
desprecies; cultívala, trasplántala al borde de las aguas de la gracia,
elévala a un fin sobrenatural, y verás qué nuevo aspecto toma.
Presentación de flores campestres. ORACIÓN.
Señora: Pongo hoy en vuestras manos todas
las virtudes, todos los dones, todas las dotes que he recibido
de Dios; y me comprometo a cuidar, cultivar y conservar estas flores.
Recibidlas, y presentadlas a vuestro Hijo.