DÍA SIETE
I. La flor del
naranjo
1. En los países del Norte el
naranjo es para los jardines una cosa muy rara, se conserva, pero para
salvarle allí contra los hielos y fríos se necesita gran precaución, y
se mira como uno de los mejores ornamentos. Entre nosotros, esto es,
en países cálidos, el naranjo en mayo produce tal cantidad de flores y
llena los jardines de perfumes tan aromáticos, que parece nos vuelve al
paraíso de donde por la culpa fuimos desterrados. En esta estación un
bosque de naranjos echa muy lejos su fragancia, porque da flores
en gran escala. Es siempre verde, y de un verde vivo y encendido.
II. La esperanza
2. La fe, la esperanza y la
caridad son en el Jardín de la Iglesia de las Virtudes las más
nobles, las más excelentes y sublimes. Todas nuestras relaciones con Dios
se fundan sobre ellas. La fe nos da de Él una idea o noticia pura y
adecuada, y nos le representa tal como es Él en sí. La presencia de
Dios en nuestra alma por una fe pura produce la esperanza, por que
por la fe le miramos Salvador, Redentor, Protector y Bueno. Es la
esperanza una virtud infusa en el alma que la dispone y mueve a esperar de
Dios en esta vida los auxilios de la gracia y de los dones del Espíritu
Santo, y en la otra, la vida eterna mediante nuestras buenas obras.
Corresponde a ella el don de ciencia. Siendo una de las tres virtudes
principales, debe ser representada por una flor que tenga algo de grande y
de sublime. Tal es la del naranjo; es pequeña, pero se nos
presenta en los ramos apiñada, y en una abundancia que excede a todas
las demás plantas odoríferas. Este árbol siempre hermoso nos recuerda las
glorias y las delicias del paraíso que perdimos por la culpa.
III. La esperanza en
María
3. Había más de cuatro mil años
que los infiernos estaban abiertos envolviendo entre sus llamas voraces a
millares de almas reprobadas por la culpa: los cielos cerrados;
los hijos de Adán sujetos al príncipe de las tinieblas que les había
vencido; los demonios adorados bajo las monstruosas figuras de las
pasiones más feas, el trono de Dios inaccesible. Una joven, devorada por
los ardores de la caridad, se propone en su ánimo cambiar la faz del mundo
moral; pide la salvación, pide y la espera, espera y la consigue. A la fe,
a la esperanza y a la caridad de María debemos nuestra salvación. ¡Gloria
a Ella!
IV. Un ramo florido
de naranjo a María
4. Revisemos nuestro jardín:
estamos en mayo: busquemos el naranjo, veamos si está en flor. ¿Esperas?
¿te salvarás? ¿irás al cielo, entrarás al paraíso separada tu alma
del cuerpo? ¿qué respondes? ¿tienes la esperanza? ¿está en ti esta
necesaria virtud? Si está en ti, ella responderá y dirá «sí, yo seré salvo
porque Dios me salvará: me salvará porque yo allá al fondo de mi alma así
lo espero». ¿Qué temes? ¿qué tiemblas? ¿qué dudas? ¿qué vacilas? ¿se
está acaso discutiendo de si te salvarás o te perderás? ¿que has perdido
tu esperanza? Si así fuese, corre, acógete a María, preséntale esa flor y
dile:
Presentación de la flor
ORACIÓN.
Señora: Yo espero salvarme; yo espero que Vos me
alcanzaréis los auxilios de la gracia para vivir cristianamente, fío a la
bondad de Dios mi salvación. Yo prometo fidelidad, lealtad y exactitud en
la observancia de la ley santa del Señor.