Uno de los interrogantes profundos del ser humano
al ser consciente de de su presencia en el mundo es el origen de todo.
Por medio de la razón, el hombre llega con certeza
al conocimiento de que Dios ha creado todas las cosas.
Esta verdad es revelada también por la Sagrada
Escritura que se abre con el relato de la creación: Dios crea todo de la nada porque
es omnipotente con el poder de su palabra, lo hace libremente por amor, la
conserva y cuida mediante su providencia y quiere la colaboración del hombre.
El pecado introduce el caos y el desorden en la
creación y como última consecuencia la muerte.
Los profetas anuncian una nueva creación.
Jesús hablará de la caducidad de la creación y
transitoriedad: “cielos y tierra pasarán.”
San Pablo afirma que la creación y todos nosotros
estamos aguardando expectantes la redención final.
El Apóstol san Juan contempla en visión los cielos
nuevos y la tierra nueva.
Esta nueva creación comienza en Cristo, en su
resurrección. Él es nuevo Adán.
Nosotros por el bautismo y por la gracia
participamos ya de ella: pues el que “vive en Cristo es una nueva criatura.”
Reconozcamos
a Dios como Creador y Señor de todas las cosas, pidiéndole el don del Espíritu
Santo que él envía y tiene el poder de renovar todas las cosas.