domingo, 4 de junio de 2023

DÍA 5. MES EN LA ESCUELA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. San Enrique de Ossó

DÍA 5. PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO

 

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA QUINTO

Presentación en el Templo

 

Composición de lugar. Represéntate al niño Jesús en brazos de María, ofreciéndole a Dios en el templo.

 

Petición. Jesús mío, dame a conocer la generosidad con que os ofrecisteis por mí al Padre.

 

Punto primero. Cumplidos los cuarenta días que marcaba la ley de Moisés, María y José van al templo de Jerusalén a presentar a su hijo Jesús y rescatar al Hijo de Dios con cinco siclos y un par de tórtolas o dos pichones, porque eran pobres. Mira al santo viejo Simeón tomando al niño Jesús en sus brazos cómo canta el Nunc dimittis, y profetiza que Cristo está puesto en señal de contradicción, para ruina y salvación de muchos, para que se revelen los pensamientos de muchos corazones. Contempla lo que sentiría y diría el corazón de Cristo Jesús al verse así ofrecido y rescatado como cualquier hijo de Adán pecador. Qué sentiría al pasar de los brazos de su Inmaculada Madre a los del sumo sacerdote y sobre todo a los del anciano Simeón... Oye el canto de este santo viejo y él te dirá mejor que todo, los afectos que comunica al alma el allegarse a Cristo, y estar en contacto con su purísimo corazón. Porque si en su infancia, cuando apenas despide los primeros fulgores y ardores este Sol de Justicia, así hace estremecer los corazones, como se ve en María, que entona el Magníficat, e Isabel, que canta las alabanzas divinas, y Simeón, que rebosa de gozo con el Nunc dimittis, ¿qué no hará cuando aparezca en su plenitud este Sol de Justicia? Mira a san Juan Evangelista reclinado sobre su divino pecho, y comprenderás los incendios amorosos e infinitos de este tiernísimo corazón. Pondera que lo primero que comunica este divino corazón a los que se allegan a él, es gozo inmenso, con tales avenidas, que no cabiendo en el corazón de sus amigos, sale fuera con cánticos de gozo y explosión de entusiasmo, expresión fidelísima de subido amor ¡Oh corazón de mi Jesús! dame el penetrar en lo íntimo de tu corazón en este paso, para ver la generosidad con que te ofreces al Padre en servicio de su gloria y salud de las gentes, para imitarte en esta generosidad sin límites. Déjame estar a tu lado y tenerte en mis brazos como el viejecito Simeón, para sentir más de cerca los ardores de tu tierno corazón de niño y así me abrase y consuma en los incendios de tu divino amor. Amén.

 

Punto segundo. Admira aquí, alma mía la generosidad de Jesús en este paso, y aprende a no ser regatona ni cicatera en el servicio de Dios. Jesús se ofrece sin reserva para siempre a su Padre celestial, y jamás revoca su voluntad. ¿Es así tu ofrecimiento al Señor? ¿Cuántas veces le has negado tus servicios y amor? ¿Cuántas veces te has arrepentido de haber sido justamente generosa con tu amado Jesús, y le has negado la ofrenda de tu amor, de tu gratitud, de tus obsequios? ¿Por qué temes darte del todo a tu Dios? ¿Por ventura no es él tu padre, que te ha criado y conservado, y te ha dado todo lo que tienes? ¿No es muy justo, pues, que todo lo emplees en su obsequio y amor, alma, vida y corazón, potencias y sentidos, salud, talento, fuerzas, riquezas?

¿Qué tienes que no lo hayas recibido de tan buen Padre y Señor? Vuelve, vuelve, pues, lo que es suyo a su dueño, y no te gloríes de los dones que te dio, ni los emplees sino en lo que fuere de su agrado, porque además de ingrata te probaría injusta, irracional.

 

Aprende de Jesús en este paso, alma mía, a ofrecerte otra vez y cada día toda entera y sin reserva al servicio y amor de Cristo, como víctima de propiciación, rogando por tus pecados y los de todo el mundo, y une esta tu ofrenda a la de Jesús y de María, para que sea más grata al Padre Eterno, porque nada puede agradar al Padre si no se le ofrece por las manos del Hijo, y nada puede agradar al Hijo si no se le ofrece por las manos de su Inmaculada Madre María.

 

En unión, pues, de Jesús y María, ofrece a Dios tu alma con todas sus potencias, tu cuerpo con todos sus sentidos, y sobre todo lo que más ama en ti, esto es, tu corazón, tu amor. Aprende, por fin, del corazón de Cristo Jesús la humildad, la obediencia, la gratitud, que te predica en este paso y procura, con la práctica de estas virtudes, que Jesús sea para ti Jesús y no señal de contradicción y de ruina, como lo es para muchos que no le conocen, ni le aman, ni le sirven.

 

Afectos. ¡Oh Corazón generosísimo de mi Jesús! ¡Cuán malo he sido! ¡Qué conducta tan vil, tan perversa, tan ingrata ha sido la mía para con vos! Con todos he sido generoso y cumplido y agradecido, menos con vos. ¿Qué mal me habéis hecho, oh bondadoso Jesús, para que me haya portado así con vos? Pero ¿qué digo mal?, ¿qué bien hay en mí que vos no me hayáis dispensado? Pues ¿por qué con todos he sido agradecido menos con vos?... Porque no medité vuestros beneficios, no medité vuestras bondades. Perdonadme, Señor mío Jesucristo, que ya quiero mudar de vida. Dadme afectos bastantes para saber agradeceros, bendeciros y alabaros por aquella amorosa misericordia con que os ofrecisteis al Padre por mi redención. Registrando lo que hay en mí solo hallo un obsequio, una ofrenda digna de vos, que vos me la pedís, que vos la deseáis, y que sin ella nunca podré contentaros, y con ella sí estará satisfecho de mí vuestro corazón. Dame, hijo mío, tu corazón, me decís... Ahí está, ahí lo tenéis, en vuestras manos lo dejo, dentro de vuestro corazón lo deposito. No me lo devolváis, porque os seré otra vez traidor. ¡Tantas veces os he prometido fidelidad!

¡Tantas veces os he ofrecido mi amor! Mas, ¡ay dolor!, ¡cuántas veces os he sido infiel e ingrato! Vos lo sabéis, Señor, pues lo sabéis todo. Pues ¿por qué digo esto? Porque quiero confesar una vez más mis ingratitudes y mi tibieza en vuestro servicio y amor. No lo merecíais, oh corazón amabilísimo de Jesús. Mas ya quiero mudar de vida. Haced que todos los latidos de mi corazón busquen vuestra gloria, todos mis suspiros vuestro amor. Purificadlo, abrasadlo, consumidlo y ofrecedlo con el vuestro al Eterno Padre, para que viva y muera consumido del divino amor. Amén.

 

Jaculatoria. Corazón generosísimo de Jesús, haz que arda y siempre crezca en mí tu amor.

 

Práctica. Repetir hoy y algunas veces en la vida el ofrecimiento: Vuestra soy, para vos nací, ¿Qué queréis, Señor, de mí?

 

EJEMPLO

 

Mucho provecho podemos sacar de la aparición que tuvo sor María Felicidad Espinelli, fundadora de las Capuchinas en la isla de Gracia, de Venecia. Esta Religiosa después que hubo cumplido con sus deberes fue según costumbre a recrearse un rato en el jardín, y paseándose y con la mente en el cielo, vio al buen Jesús en forma de niño, solo, dejado en tierra y abandonado de todos, tembloroso y derramando copiosas lágrimas. Enternecida sor María del estado en que se hallaba el Divino niño, arrojose a sus pies, suplicándole le manifestase cuál era la causa de tan lamentable abandono; a lo que respondió Jesús: "Todos me han abandonado; estoy solo, porque no hallo quien me quiera". Comprendió la buena religiosa cuán justo era el llanto de su Dios y Señor en vista de la ingratitud de muchos que le desprecian y le maltratan. Ofreció entonces sor María su corazón al amantísimo Niño, consagrándoselo enteramente, y fue tan grande la celestial dulzura que en aquellos momentos sintió en su interior, que la dejó bien persuadida de que había el Señor aceptado su ofrecimiento.

 

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.