lunes, 12 de junio de 2023

DÍA 13. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU TRANSFIGURACIÓN. San Enrique de Ossó

 

DÍA 13

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU TRANSFIGURACIÓN

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA DECIMOTERCERO

Sentimientos del Corazón de Jesús en su transfiguración

 

Composición de lugar. Ver a Jesús glorificado en alma y cuerpo.

 

Petición. Jesús mío y todas las cosas: Jesus meus et omnia.

 

Punto primero. ¡Jesús mío y todas las cosas! Esta es la compilación de los afectos que hemos de sacar de la Transfiguración de Cristo Jesús en el Tabor. Oigamos su historia.

"Jesús tomó a Pedro, a Santiago y su hermano Juan, y los llevó solos a un monte muy elevado. Y se hizo su rostro otro mientras oraba; y su vestido blanco y refulgente, y se transfiguró ante ellos, y resplandeció su rostro como el sol y sus vestidos blancos como la nieve, tales cuales no pudieran hacerlos ningún blanqueador sobre la tierra. Y he aquí que aparecieron a ellos Elías y Moisés en la majestad, hablando con Jesús, y decían del exceso de amor y de dolor, que había de cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban oprimidos del sueño. Y sucedió que al apartarse Moisés y Elías de Él, dijo Pedro a Jesús: Señor, maestro, bueno es estarnos aquí, Si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos: uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías. No sabiendo lo que se decía, porque eran aterrados por el temor. Más mientras esto decía Pedro, he aquí que una nube luminosa los cubrió con su sombra. Y de la nube una voz decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual yo me he complacido; oídle. Al oír esta voz, los discípulos cayeron sobre su rostro y temieron mucho. Y Jesús se acercó, los tocó, y díjoles: Levantaos y no temáis. Y levantando los ojos no vieron a nadie más que solo a Jesús. Al bajar del monte mandoles Jesús: A nadie digáis la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. Y callaron los apóstoles buscando qué era esto: Cuando resucite de entre los muertos".

 

Entra, alma mía, en los afectos y sentimientos del Corazón de Jesús en este paso, y considera que aquella centella de su gloria era debida a su cuerpo y a su corazón, en todo tiempo unidos hipostáticamente al Verbo, mas eclipsada durante su vida mortal, para poder padecer por nosotros pecadores. ¡Qué hermoso y gozoso había de aparecer el Corazón de Jesús en este paso; con qué resplandores de gloria, pues era como el foco de aquel divino incendio! Si un rayo operó en Pedro y los apóstoles tal beatitud, ¡qué será cuando le contemplemos cara a cara en la plenitud de su gloria! Bien vale, alma mía, padecer ahora un poco con Cristo, para participar de esta gloria para siempre después con Él.

 

Punto segundo. Jesús mío y todas las cosas. He ahí el fruto que has de sacar, alma mía, de esta meditación. Si en Cristo, en quien habita la plenitud de la Divinidad corporalmente, tienes todas las perfecciones de Dios, todas las gracias, bellezas y atractivos del hombre, ¿qué más puedes desear? Jesús es verdad para tu entendimiento; dulce recuerdo y bienhechor para tu memoria; vida, amor y bondad para tu corazón.

 

Jesús es calma, paz y satisfacción cumplida para tus pasiones; deleite perfecto para tus sentidos. Sí, Jesús mío y todas las cosas: en verdad que no puedo buscar una gracia, una virtud, una belleza, una perfección que no esté en ti, Cristo Jesús. Todas las cosas tenemos en Cristo, y todas las cosas nos es Cristo. Para el alma, para el cuerpo, para nuestras potencias y sentidos. Quedará harto, saciado todo mi ser, cuando apareciere tu gloria, Jesús mío y todas las cosas, como mostraste ya a tus discípulos en tu gloriosa Transfiguración. Tu Cuerpo glorioso, con los rayos de la Divinidad unida hipostáticamente a ti, será la gloria de todos los cuerpos bienaventurados, porque viendo tu claridad, tu belleza, tu sutileza, tu gloria, ya nada más tendrán que desear; quedarán hartos de gloria, de felicidad y de paz. Tu Divinidad con sus perfecciones infinitas llenará los senos inmensos de mi corazón y de mi alma y se verá forzado a exclamar: Jesús mío y todas las cosas. Satisfecho estoy ya, y nada me resta que desear y poseer fuera de vos, Jesús mío, porque ha aparecido de lleno tu gloria, sin nubes ni cortapisa, sin límites de tiempo y espacio. ¡Oh! yo estoy satisfecho; harto bueno es estarnos aquí, porque me ha aparecido toda la gloria de mi Jesús, que es para mí todas las cosas. Jesús mío y todas las cosas de paz, de felicidad, de hartura y de gozo perdurable para mi alma y mi cuerpo, para mis potencias y sentidos. ¡Oh Corazón de Jesús, Hijo Unigénito del Padre! si tú eres el hijo amado del Padre, y el Padre se ha complacido bien en ti, ¿qué más puede desear mi corazón? ¿Por ventura puede ser más exigente que el corazón de Dios padre? Si Jesús es las delicias y las complacencias del Padre, ¿por qué no lo ha de ser para ti, corazón mío? Oye a Jesús, alma mía, sigue su doctrina y enseñanzas, imita sus ejemplos, y nada temas ni nada desee más que a Jesús y por Jesús, y ni aun al mismo Jesús ames sino porque es Jesús. ¡Oh Jesús mío! Sé tú en verdad para mi alma y mis sentidos, Jesús mío y todas las cosas, en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

Afectos. ¡Jesús mío y todas las cosas! o amarte o morir, porque una vida sin amarte es peor que la muerte. Ámete para vivir eternamente, dulcísimo Jesús, mío por creación, mío por conservación, mío por redención, mío por donación, mío por elección: Totus in nostros usus expensas, pues teniendo a ti, poseyéndote a ti, tengo todas las cosas que puedo apetecer del cielo y de la tierra, de Dios y de las criaturas, del tiempo y de la eternidad. Porque todas las cosas eres para mí, dulcísimo Jesús mío. Vida, dulzura, verdad, amor, paz, felicidad, hermosura, sabiduría, poder y hartura, cuanto puedo desear y amar, de bueno, de santo, de perfecto. Porque decir Jesús, es decir salud, salvación de mi alma y de mi cuerpo, y no lo fuera si no fuera Dios y hombre juntamente. Así pues, mi gozo sumo en este destierro será el poder repetir con verdad:

¡Jesús mío y todas las cosas! Jesús mío y todas las cosas. Jesús todo mío y yo todo de Jesús, y con Jesús nada me falta, nada más puedo desear, porque en él están todas las cosas, todas las gracias, todas las perfecciones y atributos divinos y humanos, porque es Dios y hombre verdadero. ¡Jesús mío y todas las cosas! Tú todo mío y todas las cosas ame por ti, en vida, en muerte y por toda la eternidad.

 

Jaculatoria. Jesús mío y todas las cosas, Tú todo mío y yo todo tuyo.

 

Obsequio. Hacerlo todo por Jesús, y con Jesús, en unión con Jesús.

 

EJEMPLO

 

La vida de la venerable María Vela, monja cisterciense de la ciudad de Ávila, está llena de prodigios y gracias admirables recibidas del amor de Jesucristo. Una mañana, después de haber recibido la Sagrada Comunión, fue arrebatada en éxtasis y tuvo esta visión: pareciole ver en un piélago de vivísima luz y cerca de sí al buen Jesús, que con su bendistísima mano le arrancaba el corazón y lo metía dentro de la sagrada llaga de su divino costado, uniéndolo a su Corazón Sacratísimo, de tal manera, que de dos parecía querer hacer solo uno, para que su sierva siempre estuviese unida a él en sus afectos y deseos, y en buscar en todo la mayor gloria de Dios.

Otra vez, también después de haber recibido el pan eucarístico, le pareció ver al Salvador que le mostraba la abertura de su costado y que le decía dulcemente: "sal, esposa mía, de todo afecto terreno; entra aquí, entra y repose tu alma en mi corazón". En aquel mismo instante sintió extinguido su amor propio, y enardecida en el amor divino, que a manera de incendio salía del Corazón de Jesús, cuyas vivísimas centellas inflamaban el pecho de tan privilegiada Esposa. Persuadiose entonces que quien desea arder en amor divino debe deshacerse de todo afecto terreno, y acercarse con las debidas disposiciones a menudo a la Sagrada Mesa.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.