martes, 13 de junio de 2023

DÍA 14. EL CORAZÓN DE JESÚS CORAZÓN DE BUEN PADRE. San Enrique de Ossó


DÍA 14

EL CORAZÓN DE JESÚS CORAZÓN DE BUEN PADRE

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA DECIMOCUARTO

El Corazón de Jesús Corazón de buen Padre

 

Composición de lugar. Represéntate a Jesús como buen padre, abrazando al hijo pródigo.

 

Petición. Jesús mío, dame a conocer los afectos paternales de tu corazón adorable.

 

Punto primero. Entre todos los títulos de que se gloría el Corazón de Jesús, dos son los que más campean en su boca en el Santo Evangelio: el de padre y el de pastor. Corazón amorosísimo y tiernísimo, que bajó del cielo para inspirar a los hombres confianza y ganarles el corazón por el amor y la compasión, no podía verdaderamente escoger otros títulos más adecuados a este fin. Todo el mundo sabe y ve por experiencia lo que es un buen padre y un buen pastor. Pues, he ahí, alma mía, al corazón de Cristo: corazón de padre, corazón de buen pastor. Tam Pater nemo, tan bonus Pastor nemo. Nadie hubo ni puede haber tan buen padre ni tan buen pastor...

¡Qué padre tan padre es el buen Jesús! ... Mírale retratado su Corazón paternal en la parábola del hijo pródigo. El hijo le pide la porción de su herencia y luego de recibirla huye lejos de su casa y de su vista sin pedirle permiso y contra su voluntad; malversa su herencia en mala vida; padece hambre, miseria; es un miserable haraposo, un pillete... Mas este mal hijo, al volver en sí, recordando el buen trato de su padre vuelve a su casa, y el padre corre a su encuentro, le abraza, le pone el mejor vestido, el anillo, celebra un espléndido banquete con música y convidados, con transportes de alegría y al mal hijo ni siquiera le recuerda sus extravíos, ni le deja confesar su culpa, porque ¡ay! lo tenía perdido y lo ha recuperado, lo creía muerto y está vivo, y con esto está satisfecho su corazón paternal. ¡Qué padre tan padre!... ¡Oh corazón de mi padre Cristo Jesús! Al contemplarte en este paso, ¡qué ganas no me dan de arrojarme a tus brazos aunque hijo pródigo, para gozar de tus paternales abrazos y sentir el calor y los latidos amorosos de tu adorable corazón!... Tan padre como tú nadie lo es ni lo puede ser, porque nadie nos ama, ni nos sufre, ni nos espera con tan subido amor... Dime, Corazón de Jesús, ¿qué sentiste cuando estabas abrazado con tu hijo pródigo, pecador? ¿Cómo no te dieron asco sus vestidos haraposos y mugrientos? ¿Cómo juntaste tu ropa a su ropa, tu corazón a su corazón, tus abrazos a sus abrazos, tu boca a su boca, tu adorable persona al más vil de los hombrecillos? ¿No recuerdas, sus extravíos, el agravio y la injuria que te hizo al dejar tu casa, al disipar todo tu patrimonio? Todo lo recuerda o mejor, todo lo ha olvidado mi corazón de padre, dice Jesús, quia tam Pater nemo, porque nadie tan buen padre como yo. Venid, pecadores y tristes y necesitados y atribulados, venid todos a mí, y os consolaré, os confortaré, os perdonaré, porque no hallaréis, ni hay, ni puede haber en todo el mundo otro padre mejor que yo... Vayamos, pecadores todos, con confianza y humildad y contrición, al corazón paternal de Jesús, fuente inagotable de dulzura, de clemencia y de amor. No importa hayamos sido grandes pecadores, peores que el hijo pródigo... Jesús es Padre, es nuestro padre... Nadie tan padre nuestro como su corazón y esto basta: ¡oh qué padre tan padre! ¡padre mío de mi alma! yo también pequé delante del cielo y pequé contra ti. Perdóname... perdóname, que con tu gracia jamás ya me separaré de tu servicio y de tu amor.

 

Punto segundo. Pondera seriamente, alma mía, estas dos verdades, que te serán de gran consuelo y te alentarán a perseverar en el servicio y en la casa de tu Padre. La primera es que no puede acontecerte cosa alguna que no venga colada por las manos de este tu amorosísimo padre. Y que sin su permiso nadie te puede dañar, ni caer siquiera un cabello de tu cabeza... La segunda es que todas las cosas que te acontezcan, tanto prósperas como adversas, las ordena tu buen padre para tu bien temporal y eterno, y puede, y sabe, y quiere, porque es infinitamente bueno, sabio y poderoso, hacer que su voluntad se cumpla siempre y en todas las cosas... ¡Oh padre mío amorosísimo! ¡Con que ninguna pena, adversidad ni trabajo me pueden venir ni acontecer que no venga colada y registrada por tus manos! Todas las cosas que me vienen y acontecen por la mano de tan buen padre mío, me vienen todas, todas para mi bien y provecho... ¡Oh cuánto me animan estas verdades! Porque de una voluntad tan buena como la de Dios mi padre y que tanto me ama, bien cierto y seguro puedo y debo estar que no quiere para mí sino lo bueno y mejor, lo que más me conviene, aunque yo no lo comprenda bien.

Esta providencia tan paternal y tan particular que Dios tiene de mí, es una de las mayores riquezas y tesoros de que gozan los que aman y sirven por la fe a tan buen padre. Rodeado estoy, Jesús mío, como con escudo por todas partes de tu buena voluntad. ¿Qué tengo que temer? ¿Quién me podrá dañar? Como a la niña de tus ojos me tienes guardado, Jesús mío; en lo más secreto y amoroso de tu corazón me tienes escondido... ¡Qué verdad es esta tan rica, tan preciosa, tan estimable! ¡Qué corazón y amor de padre tienes tú, Señor mío Jesucristo, tan hermoso y bondadoso con todos tus siervos! Si te entregaste a ti mismo a la muerte por mí, ¿qué no harás por mí?, ¿qué no me darás? Si me has dado lo más, ¿cómo no me darás lo menos? Porqué mi padre y mi madre me dejaron; mas por su cuenta el Señor me tomó. ¡Oh alma mía!¡Cuándo acabarás de entender esta verdad tan fundamental y consoladora! ¡Oh cuán amparada y socorrida te sentiriás en todas tus necesidades y trabajos!... Dime, alma desconfiada, con cuya desconfianza injurias sobremanera mi paternal corazón, te dice Jesús; si acá tuvieses un padre muy rico y poderoso y bondadoso y muy privado y favorecido del rey, ¿qué confiada y segura estarías en todos los negocios que se te ofreciesen que no te faltaría el valor y amparo de tu padre? ¿Pues con cuánta mayor razón ¡alma de poca fe! has tú de tener esta confianza y seguridad, considerando que me tienes por Padre a mí, en cuyas manos está todo el poder del cielo y de la tierra, y que no te puede acontecer cosa alguna de la tierra sin que primero pase por mi mano?... Si esta manera de confiar tiene un hijo con su padre que le puede faltar, y con ella duerme seguro, ¿cuánto más la debes tener en mí, que soy más padre que todos los padres, y que en mi comparación no merecen los otros el nombre de padre? Porque no hay entraña de amor que se pueda comparar a los que yo tengo contigo, porque sobrepujan infinitamente todos los amores que pueden tener todos los padres de la tierra... De mí, tal padre y señor, ¿no puedes estar bien confiada y segura que todo lo que te enviare será para tu mayor bien y provecho? Mira mi corazón alanceado por ti; mira mi sangre toda derramada por ti; mira mi vida toda dada por ti; mira mi cruz, mis espinas, mi Iglesia, mis sacramentos... ¿Puedes dudar de mi amor? ¿Qué más puedo hacer por ti para moverte con toda eficacia a la confianza en mi amor, providencia y protección tan paternal y particular que tengo de ti y de todas tus cosas? Haz lo que es en ti, y déjame tú a mí y no te inquietes por nada. Mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama, y yo te amo en caridad perpetua...

¡Oh Padre mío y Dios mío! a vuestros paternales brazos me arrojo con toda confianza. Recibid en vuestra casa otra vez a este vuestro hijo pródigo que tanto os ha ofendido, y contadme a lo menos como uno de vuestros criados, pues no soy digno de ser llamado hijo vuestro, porque he pecado delante del cielo contra vos... Olvidad mis yerros pasados, que quiero siempre serviros y amaros y dar gusto a vuestro paternal corazón. Amén.

 

Afectos. Dios se ha encargado y tomado cuidado de mí y de todas mis cosas; no me faltará nada. Yo soy mendigo y pobre. Dios anda solícito y cuidadoso de mí. (Psal. XXll et XXXIX ).Por estas verdades conozco, Dios mío, que hasta que ponga toda mi solicitud en vos, que tenéis cuidado de mí, nunca tendré paz ni verdadero reposo del corazón y siempre andaré turbado y desmayado. Hasta que me arroje y me ponga del todo en tus manos y me fíe de ti, sintiendo en mi corazón una muy familiar y filial confianza en ti, no viviré feliz. Quiero, Dios mío, hacer con vos aquel concierto admirable que hizo vuestra sierva santa Teresa de Jesús. Quiero olvidarme de mí y dejar mis trazas y cuidados para acordarme de vos y fiarme de vos solo. Haré lo que es en mí, cumpliendo mis deberes, y dejáreme a mí mismo y todas mis solicitudes en vos y no me inquietaré por nada. Quiero con vuestros hijos reposar en hermosísima paz y en los tabernáculos de la confianza, y en el descanso muy cumplido y abastado de todos los bienes (Isa. XXXll), y en paz juntamente dormir y descansar, porque tú, Señor, aseguraste mi vida con la esperanza de tu misericordia. (Psal. lV). No quiero sentir aquellos alborotos y congojas y desasosiegos que sienten los que miran las cosas y los sucesos con ojos de carne, sino antes estar con mucho gozo y alegría en todos los acontecimientos. Quiero abundar en esta confianza, porque con ella abundaré más en gozo y alegría espiritual, porque sé que cuanto más me fíe y ame, más quieto y seguro estaré de que todo lo convertiréis en mi bien y no puedo creer ni esperar menos de vuestra bondad y amor infinitos. Quiero cavar y ahondar bien, Jesús mío, en este amor, providencia y protección tan paternal y particular que tiene vuestro Corazón misericordiosísimo de mí y de todas mis cosas. Mis suertes están en vuestras manos, y vos estáis encargado de mí y tenéis de mí tanto cuidado como si no tuviérais otra criatura en el cielo y en la tierra que gobernar sino a mí solo. Tú tienes, Jesús mío, para mí entrañas tiernas y regaladas, más que de padre y más que de madre, pues si fuere posible que haya alguna madre en quien pueda caber olvido de su hijo chiquito, y que no tenga corazón para apiadarse del que salió de sus entrañas, en ti, me dices, Señor, nunca jamás cabrá este olvido, porque en tus manos me tienes escrito, y tus manos están siempre delante de ti. (Isa. XLIX). Porque siempre me traes en las palmas y me tienes delante de tus ojos para ampararme y defenderme; porque mejor que la mujer que ha concebido y trae el niño en sus entrañas, y le sirve de casa, de litera, de muro, de sustento y de todas las cosas, me traes tú en tus entrañas. No quiero, pues, tener zozobra ni perder mi quietud y sosiego por los diversos sucesos y acontecimientos de la vida, porque sé que ninguna cosa me puede acontecer sin la voluntad de mi Padre celestial, y muy confiado estoy y satisfecho de tu grande amor y bondad, que todo será para mayor bien mío y todo lo que me quitares por una parte me lo devolverás por otra en cosa que más valga. Solo te pido una cosa, Padre mío celestial, y es que siempre te sirva y te ame, y con esto haz de mí lo que quisieres, que está todo mi bien en contentarte. Amén.

 

Jaculatoria. Guárdame, Jesús mío, como a la niña de tus ojos en lo más recóndito de tu amoroso Corazón.

 

Obsequio. Servir al Señor con confianza y afecto filial como el mejor de los padres.

 

EJEMPLO

 

La vida de la gran sierva de Dios Hipólita Rocaberti, de la esclarecida Orden de Santo Domingo, está llena de maravillosas ilustraciones, con las cuales el Señor la hizo capaz del conocimiento de las cosas supremas. Un día, dedicado al Santísimo Sacramento, mientras con especial devoción asistía a la santa misa y meditaba el excesivo amor y caridad del Señor, fue arrebatada de improviso en espíritu. Parecíale ver al Salvador en la mesa acompañado de sus discípulos y que sacándose del pecho su Divino Corazón, lo reducía con sus benditas manos en forma de pan, y que después de bendecirlo lo distribuía no solo entre sus apóstoles, sino también daba a ella; la cual abismándose en su nada, así que hubo recibido el sagrado don se sintió de tal manera unida a su amado, que juzgaba haber perdido el propio ser por la dulce transformación de su espíritu con el cuerpo de Jesucristo. Probó mayormente los estupendos efectos de dicha transformación cuando poco después oyó del Salvador estas afectuosísimas palabras: Ignem veni mittere in terram - Fuego he venido a meter en la tierra; y en el mismo tiempo la hizo reclinar sobre su costado abierto señalándole el lugar y el modo con el cual pudiera fácilmente participar de las llamas santísimas de aquel amoroso fuego.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.