viernes, 16 de junio de 2023

DÍA 17. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA ÚLTIMA CENA. San Enrique de Ossó

DÍA 17

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA ÚLTIMA CENA

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA DECIMOSEPTIMO

Sentimientos del Corazón de Jesús en la última cena.

 

Composición de lugar. Contempla al Corazón de Jesús en este paso, prodigando, derramando y agotando las riquezas de su infinito amor.

 

Petición. Jesús mío, dame los sentimientos de tu amor.

 

Punto primero. Manda Jesús a sus discípulos que le busquen un lugar grande y bien aderezado, para celebrar en Jerusalén la Pascua. Mira a tu Jesús, alma mía, que tiene en sus manos todo el poder del Padre; mírale como se levanta de la Cena cuando todos los apóstoles estaban sentados, y se quita sus las vestiduras de encima, y toma un lienzo y se ciñe con él, y echa agua en una vasija, y comienza a lavar los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el lienzo que llevaba ceñido. Vencida la resistencia humilde de Pedro, y lavados todos los discípulos, incluso Judas, tomadas sus vestiduras otra vez, y sentado a la mesa Jesús, díjoles: "Yo, vuestro maestro, os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis lo que yo he hecho". Descubierto su dolor por la traición de Judas, y manifestándosela al traidor y a su discípulo amado san Juan, que estaba recostado sobre su pecho, díjoles Jesús: "Con gran deseo he deseado comer este cordero pascual, antes que padezca". Y cuando estaba cenando tomó el pan, dio gracias y lo bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: "Tomad y comed: este es mi cuerpo". Y tomando el cáliz dio gracias y se lo dio a ellos, diciendo: "Bebed de esto todos, porque esta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por vosotros y por muchos, en remisión de los pecados". Y todos bebieron, y les dijo: "Cuantas veces estas cosas hiciereis, hacedlas en mi memoria". ¡Qué ejemplos tan estupendos de humildad! ¡Qué palabras tan regaladas de amistad! ¡Qué finezas nunca oídas de caridad! ¡Qué exceso del divino amor! ¡Qué milagro máximo entre todos los milagros hechos por Dios! ¡Qué padre tan amoroso! ¡Qué pastor tan solícito! ¡Qué Corazón de Jesús tan dadivoso! ¡Qué Dios tan casero! Medita... adora... da gracias... ama... admira...

 

Punto segundo. Pondera aquí el exceso de amor de Jesús... No se contenta con habernos dado todos sus dones, su ejemplo, su doctrina, si no se daba a sí mismo. Y esto es lo que hizo en esta noche última, la más memorable de su vida, cuando los hombres precisamente meditaban cómo darle muerte la más ignominiosa, y sacarlo de este mundo. Contempla al amantísimo Jesús cuando tenía el pan y el vino consagrados a sus manos... más aún, cuando se comulgaba con ellos... penetra en los secretos inmensos de su corazón... ¡Qué gozo al poder darse de esta suerte todo a sus amados hijos! ¡Qué deliquios de amor al ser el primer comulgante y recibirse sacramentado en su pecho! ¡Qué satisfacción tan purísima y completa al considerar que así estaría siempre y en todas partes con sus amados y amantes hijos hasta la consumación de los siglos, y juntaría su corazón con sus corazones, sus labios con sus labios, su alma con su alma con la unión más íntima en lo criado!... Preveía en verdad los sacrilegios, injurias, agravios y profanaciones que recibiría su amoroso corazón en este sacramento de amor; más no importa; todas las aguas de la contradicción, y malicia, y perversidad e ingratitud humanas no pudieron apagar los incendios infinitos de su corazón Divino, Y, rotas las venas de su corazón de Padre, quiere que corran de continuo sobre sus escogidos, embriagándolos con el vino de su caridad, convertido en su preciosa sangre para probar al hombre su amor, y consolarle y esforzarle en este destierro penoso, y darle la prueba más evidente de las riquezas insondables de su corazón amoroso. Ahí está Jesús en la hostia y en el cáliz. Sí, ahí está todo mi Jesús: su cuerpo, su sangre, su alma, su divinidad, sus méritos infinitos. Sí, ahí está mi Jesús, vivo, real, personal, tan grande y tan amoroso como está en los cielos, como estuvo en este mundo derramando sus tesoros y sus gracias al pasar por él, haciendo bien a todos. ¡Oh mi Corazón de Jesús! ¡Quién no te amará! ¡Quién no deseará juntar su corazón a tu Corazón Divino, recibiéndote con amor en el sacramento del altar!

 

Afectos. ¡Jesús mío! ¡Qué es lo que veo! ¡vos, majestad infinita, esplendor de la gloria eterna, a los pies de doce pescadores, del traidor Judas, lavándoles los pies! y yo tan vil y pecador, orgulloso y presumido, no quiero humillarme para servir a mis prójimos!

¡Qué veo, Señor! Veo al discípulo amado recostado sobre vuestro pecho... ¡Qué envidia me da! ¡Quién pudiera tener tal dicha, o ser a lo menos el discípulo más amado de vuestro corazón! Mas ¡ay de mí, pecador! ¡Juan era virgen, era puro, era inocente, y yo soy pecador, ruin, un piélago de iniquidad!... Perdonadme, lavadme con vuestra  sangre preciosa, oh corazón de mi Jesús, y quedarte más blanco que la nieve. ¡Qué oigo, señor mío Jesucristo! ¡Tomad y comed; este es mi cuerpo! ¡Tomad y bebed; esta es mi sangre! ¿Pero oigo bien, Señor? ¿No me engañan los sentidos?... Esta voz es verdaderamente la voz del amado Jacob. ¿Este pan y este vino son realmente el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios hecho hombre? Sí, alma mía, debes creerlo, Jesús lo dice, creador de cielo y tierra y esto basta... Si pudo Jesucristo crear las cosas de la nada, y nosotros transformarnos en nuestra substancia el alimento que tomamos,

¿cuánto más puede transubstanciar el pan y el vino la palabra omnipotente del hijo de Dios? ¡Oh, Dios mío! ¡No quiero razones en el misterio de vuestro amor!... Bástame saber que vos lo habéis querido así para que yo lo crea. Creo, Señor; aumentad mi fe. Espero, Señor; aumentad mi esperanza. Os amo, Señor; aumentad mi amor hasta que os ame acá cuanto pueda y si fuese posible, como vos mismo os amáis, para ensayarme en el amor del cielo donde vos siempre me amareis y yo siempre os amaré y os daré gracias por toda la eternidad. Amén.

 

Jaculatoria. Corazón de mi amable Salvador, haz que arda y siempre crezca en mí tu amor.

 

Obsequio. Comulgaré lo más a menudo que pueda, y renovaré la comunión espiritual.

 

EJEMPLO

 

Una de las mayores tribulaciones con las cuales fue probado san Pedro Mártir, la pasó en el convento de la ciudad de Como. Orando una tarde el santo mártir en su celda, apareciéndose tres santas vírgenes del cielo: Inés, Catalina y Cecilia, las cuales pusiéronse a conversar con él de cosas santísimas. Oyendo algunos frailes la voz de mujeres en la estancia de Pedro, le acusaron en pleno capítulo delante del prior de haber permitido la entrada a mujeres en el dormitorio, contra los institutos de su religión. El santo, que por humildad no quiso manifestar que aquellas voces eran santas del cielo, nada respondió a las acusaciones que se le hacían, sino que arrodillándose en medio, pidió perdón diciendo haber pecado. El prior imputó la falta más bien a simplicidad que a malicia; pero para ejemplo de los otros no quiso dejar pasar sin castigo esta transgresión; por lo que, en penitencia, lo mandó al convento de Jesi, y en ese lugar, hallándose una noche en oración vínole a la mente la confusión y el destierro que sin culpa estaba padeciendo, y sobrecogido de natural debilidad, empezó a quejarse delante de un crucifijo en estos términos: "Señor, tú sabes soy inocente de todo cuanto me han acusado, y que jamás mi alma por tu gracia ha maquinado inmundos pensamientos. ¿Por qué, pues, has permitido quedase este tu siervo de tal manera infamado y castigado?" Entonces, Jesús desde la imagen respondiole: " Y Yo, Pedro, ¿qué males cometí que mereciese con tantos oprobios y contumelias ser condenado a muerte? Todo lo sufrí por tu amor; aprende; pues, de mí a soportar toda adversidad con amor y paciencia".

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.