sábado, 24 de junio de 2023

DÍA 25. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN EL PASO DEL "ECCE HOMO". San Enrique de Ossó

DÍA 25

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN EL PASO DEL "ECCE HOMO"

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

 

DIA VIGESIMOQUINTO

Sentimientos del Corazón de Jesús en el paso del "Ecce Homo"

 

Composición de lugar. Mira con amor a Jesús, que padece por ti sumo dolor.

 

Petición. Dame, Jesús, los afectos de tu corazón de este paso.

 

Punto primero. Salió otra vez Pilato fuera y dijo a los judíos: "Aquí os lo traigo (a Jesús) fuera, para que conozcáis que no hallo ninguna causa en él. Salió, pues, Jesús llevando la corona de espinas y el vestido de púrpura y díceles: Ecce Homo. He ahí el Hombre. Viéndole, pues, a Jesús los pontífices y los ministros, clamaban diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! Díceles Pilato: Tomadle vosotros y crucificadle porque yo no hallo causa en él. Respondieron los judíos: Nosotros tenemos ley, y según la ley debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios. Temió más Pilato al oír esto, y entró otra vez en el Pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres? Y Jesús no respondió. Díjole Pilato: ¿A mí no me hablas?

¿No sabes que yo tengo potestad de crucificarte y de soltarte? Respondió Jesús: No tendrías potestad alguna contra mí, si no se te hubiese dado de lo alto. Por eso el que me entregó a ti tiene mayor pecado. Por esto Pilato buscaba soltar a Jesús. Mas los judíos clamaban con más fuerza: Si sueltas a ese Jesús, no eres amigo del César. Porque todo el que se hace rey, contradice al César. Al oír Pilato estas palabras, sacó fuera a Jesús, y se sentó en su tribunal, y dice a los judíos: He aquí a vuestro rey: Mas ellos clamaban: ¡Quítalo, quítalo; crucifícale! ¿A vuestro rey he de crucificar? díceles Pilato. Respondiéronle los pontífices: No tenemos otro rey que al César. Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se aumentaba el tumulto, tomó agua, se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Soy inocente de la sangre de este Justo. Respondieron los judíos: Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entonces les entregó a Jesús para que fuese crucificado". ¡Oh alma mía, qué historia es esta tan penosa solo de oírla! ¿Qué había de ser, pues, el pasarla? Tres cosas debes ponderar en este paso: la malicia suma de los judíos, la debilidad sumamente culpable de Pilato, la inocencia y paciencia sobremanera admirable de Jesús, que calla y sufre tantas injurias. ¿A quién imitas tú con tu conducta? Por ahí conocerás de quién eres discípulo, si de los pérfidos judíos, si del malvado Pilato, o del inocente y pacientísimo Jesús. Enmiéndate.

 

Punto segundo. Entra en el Corazón de Jesús en este paso, que él también te dice con amor grandísimo. Ecce Homo: He aquí el Hombre: He aquí el Hombre que te amó; He aquí el Hombre desfigurado por tus pecados; he ahí el Hombre Dios burlado, en que exceso de dolor se ve por tu amor... ¿qué dices a estas palabras? ¡Oh Jesús, verdadero Dios y hombre, despeñado a este extremo de miseria por mi amor! yo te adoro por mi Dios y Señor y te amo, bendigo, glorifico y alabo por mi Rey y Salvador. Cuanto os veo más abatido y humillado, más amable sois a mi corazón. Y en desagravio de los gritos de los malvados judíos, gritaré siempre con todas mis fuerzas: ¡Viva Jesús, rey inmortal y de todos los siglos!... ¿Viva Jesús, Señor de cielos y tierra!... ¡Viva, viva Jesús mi amor!... ¡Viva Jesucristo mi Redentor!

 

Pondera aquí la malicia refinada de los judíos, que con lo que más debía ablandarse su corazón y tener más compasión, esto es, el ver reducido al último extremo de miseria a su adversario, parece que esto les es aún motivo e incentivo de mayor encono y fiereza. ¡Ay! aquellas palabras: quítalo, quítalo; crucifícale, crucifícale; no tenemos otro rey que al César; su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos... son los ecos que repiten todos los pecadores obstinados al pecar, recordando la suma bondad y clemencia del divino y mansísimo Redentor, y a semejanza de los judíos quedan sujetos a la más cruel servidumbre, sin rey, ni sacerdote, ni sacrificio, ni templo, sujetos a la más degradada esclavitud del tirano de las almas, Satanás. ¿Has repetido tú también, alma mía, alguna vez estas palabras traducidas en obras?... ¿Qué impresión causa en tu corazón la vista del Ecce Homo? ¿Te mueve a compasión, o a más rabia, coraje y sed de venganza y crueldad? ¿Te mueve a amor o arrepentimiento, al ver lo que ha padecido por ti el Ecce Homo, o te muestras indiferente a su vista?...

¡Ay alma mía! He aquí el hombre, te aclama el Eterno Padre; he aquí el hombre Dios, Hijo mío Unigénito amadísimo, en quien tengo todas mis complacencias. Óyele, ámale, adórale, sírvele, pues por tu amor descendió de mi diestra desde el cielo y se sujetó a tantos trabajos, ignominias y dolores, oprobios de los hombres y abyección de la plebe... ¡Oh mi Jesús, Dios y hombre verdadero! yo te adoro por los que no te adoran, yo te amo por los que no te aman, yo te alabo, honro y glorifico por todos los que te agravian. Sírvate y ámete yo siempre, y haz de tu siervo lo que quisieres. Amén.

 

Afectos. ¡Cuántas veces, Dios mío, al reprenderme mi conciencia al ir a pecar y decirme: a tu Rey Cristo Jesús crucificarás, he exclamado: Yo no tengo otro rey que al César, que mis apetitos, mi regalo, mi voluntad!... ¡Quién dará llanto a mis ojos y compasión a mi corazón para llorar día y noche y compadecer al Ecce Homo de mi Divino Redentor Jesús! ¿Quién os ha puesto en este estado, Jesús mío? ¿Qué tirano ha descargado en vos, mansísimo cordero, su furor? Vuestra cabeza coronada de espinas; vuestro rostro cubierto de salivas inmundas y de sangre; vuestros ojos nublados por el dolor; vuestro cuerpo hecho todo una llaga, cubierto con un manto de púrpura para más burla y escarnio; vuestras manos que fabricaron los cielos y con tres dedos sostienen la mole del universo, sosteniendo una caña por cetro... ¡Oh! el amor a los pecadores os hace sufrir estos dolores. ¡A qué miserable condición os han reducido mis pecados! Mi avaricia, inocentísimo Jesús, os ha despojado de vuestras vestiduras, mi soberbia os ha coronado de espinas, mi ira os ha cubierto de sangre, mi gula os ha dado palidez, mi impureza ha cubierto de llagas vuestro cuerpo y mi envidia lo ha vuelto lívido y destrozado... Vergüenza me doy, Jesús Ecce Homo, de presentare tan delicado delante de vos, que sois mi cabeza y yo vuestro miembro... Yo quiero amar esas espinas, que algún día han de ser para mí flores de gloria. Yo quiero ceñir esta corona de dolor, para ceñir después la de honor. ¡Oh alma mía! Más vale padecer ahora un poco con Jesús, que después padecer eternamente. Aquí, Dios mío, quema, aquí corta, aquí castiga, aquí no me perdones, con tal que eternamente me perdones. Amén.

 

Jaculatoria. Corazón de Jesús mi Redentor, viva y muera por ti de amor. Obsequio. Rezaré la Coronilla de desagravios y alabanzas al Corazón de Jesús.

 

EJEMPLO

A menudo sucede dar el Señor pruebas indubitables de la futura resurrección, con estupendos prodigios. Admirable es lo que se lee, a este propósito, en la vida de san Estanislao, obispo de Cracovia. Reinaba en Polonia Boleslao, el cual indispuesto contra este santo prelado citolo a juicio, alegando le había usurpado un terreno. Estanislao, que poco antes lo había comprado para su iglesia, no hizo escritura que certificara su adquisición, y lo que es más, los testigos, intimidados, rehusaron confesar la verdad de la compra. Animado entonces el virtuoso prelado de una viva fe, y puesta toda su confianza en Dios, prometió llevar, después de tres días, a juicio, a la persona que se lo había vendido, la cual hacía tres años que había muerto. Pasados los tres días el santo obispo en oración y ayuno, la mañana señalada para el juicio, después de haber celebrado el santo sacrificio de la misa, se dirigió en procesión a la tumba donde yacía el muerto, propietario antes de los terrenos dichos. Todos los concurrentes estaban en expectación, sin poder atinar lo que iba a suceder, cuando el santo prelado revestido de la autoridad divina, manda al difunto salga de su sepulcro y se presente a juicio. ¡Estupendo milagro! Obedece el muerto, resucita y se presenta lleno de vida a los ojos de aquella muchedumbre. Vase enseguida al rey, que, avergonzado, atónito y como aterrado, apenas cree lo que sus ojos ven. El resucitado declara haber vendido los terrenos y cobrado su precio. Luego, encomendándose a las oraciones del santo obispo para salir pronto del purgatorio, tornose a su sepulcro, y volvió a morir en presencia de una inmensa muchedumbre.

 

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.