martes, 31 de enero de 2023

PAPA BENEDICTO, ENTRA EN EL DESCANSO DE TU SEÑOR. Homilía

Funeral por e.d. de Benedicto XVI

Iglesia del Salvador de Toledo, 30 de enero de 2023

 

El 31 de diciembre pasado, a las 9:30 de la mañana, con las palabras "Jesus, ich liebe dich" ("Jesús, te amo") cerraba los ojos a este mundo para abrirlos a la eternidad nuestro querido Papa

 

BENEDICTO XVI

OBISPO DE ROMA;

VICARIO DE JESUCRISTO;

SUCESOR DEL PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES;

SUMO PONTÍFICE DE LA IGLESIA UNIVERSAL;

PRIMADO DE ITALIA;

ARZOBISPO METROPOLITA DE ROMA;

SOBERANO DEL ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO;

SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS

 

Que rigió la Iglesia Universal desde el 19 de abril del año 2005 hasta su renuncia el 28 de febrero del año 2013, y que pasó todos estos años hasta la fecha de su muerte viviendo como un monje, centrado en la oración y en el estudio, preparándose  a bien morir, preparándose para el encuentro definitivo con Dios.

 

José Ratzinger nacido en Marktl am inn, diócesis de Passau (Alemania) el 16 de abril de 1927; fue ordenado Sacerdote el 29 de junio de 1951, fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo;  elegido Arzobispo de Munich-Frisinga fue consagrado el 28 de mayo de 1977. Creado y publicado Cardenal en el consistorio del 27 de junio de 1977, colaboró con S.S. Juan Pablo II en Sagrada Congregación de la doctrina de la fe hasta que fue elegido como digno sucesor de Pedro en la Cátedra de Roma.

 

Queridos hermanos:

“Se muere, como se vive” y el Papa Benedicto murió haciendo un acto de amor -Jesús te amo- a Aquel por quién entregó su vida desde joven y a quien quiso amar durante toda su vida, haciéndolo el centro de su pensamientos, de su voluntad, de su actividad, de su existencia.

 

Fe, esperanza y caridad fueron el eje de su pontificado, recordando al mundo entero y a los católicos de Dios que Dios es lo primero y que solamente hay una respuesta digna a este misterio de amor. La respuesta es  es la adoración. “Antes que cualquier actividad y que cualquier cambio del mundo, debe estar la adoración. Sólo ella nos hace verdaderamente libres, sólo ella nos da los criterios para nuestra acción. Precisamente en un mundo en el que progresivamente se van perdiendo los criterios de orientación y existe el peligro de que cada uno se convierta en su propio criterio, es fundamental subrayar la adoración.” (Discurso, 22-XII-2005)

 

Mucho podría decirse de sus 7 años largos de pontificado, pero no es el momento. Si me gustaría aprovechar la ocasión de este funeral para resaltar dos hechos, que me parecen de capital importancia y fundamentales para la supervivencia y vitalidad de la Iglesia:

 

El primero de ellos es el concepto de la hermenéutica de la continuidad.

 

En aquel discurso a la curia romana del 22 de diciembre de 2005, el Papa se sinceró no solo ante sus colaboradores de la curia sino ante el orbe entero afirmando: “Nadie puede negar que, en vastas partes de la Iglesia, la recepción del Concilio se ha realizado de un modo más bien difícil.”

La razón de esta difícil aplicación: el espíritu del Concilio, el falso espíritu del Concilio, que llevó a una gran mayoría a romper con la tradición de la Iglesia y con el legado multisecular de los santos, de los doctores, de la teología, de los Papas; y cuyas consecuencias son desastrosas para la iglesia, para el mundo y para cada hombre en particular.

Como buen padre de familia, el Papa Benedicto XVI supo sacar de su tesoro lo nuevo y lo antiguo. Sus escritos, sus palabras, sus gestos, sus predicaciones han sido beber de la tradición y ofrecer al hombre de hoy la fe eterna que no cambia, la pureza del evangelio, en un lenguaje sencillo, profundo y asequible a todos.

 

El segundo hecho que quisiera destacar es la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum por el cual el santo Padre ofrecía a toda la Iglesia y a todos los sacerdotes católicos de rito romano la posibilidad de celebrar con el tesoro sagrado del misal de san Pio V, en su última revisión por S.S. Juan XXIII, afirmando  que “lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso totalmente prohibido o incluso perjudicial”, como recientemente se nos está queriendo hacer pensar y se está haciendo, tergiversando incluso la voluntad explícita del Santo Padre expresada claramente para que no quedase duda en la Instrucción Universae Ecclesiae. El Papa Benedicto publicó el motu proprio por tres razones:

“a) ofrecer a todos los fieles la Liturgia romana en el usus antiquior, considerada como un tesoro precioso que hay que conservar;

b) garantizar y asegurar realmente el uso de la forma extraordinaria a quienes lo pidan, considerando que el uso la Liturgia romana que entró en vigor en 1962 es una facultad concedida para el bien de los fieles y, por lo tanto, debe interpretarse en sentido favorable a los fieles, que son sus principales destinatarios;

c) favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia.”

 

Ambos hechos de su pontificado han sido y son un referente para todos aquellos católicos que quieran vivir en la fe de la Iglesia y no quieran ser llevados en el presente y en el futuro por lo que san Pablo anuncia a Timoteo en su carta: “Vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio. 6Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.” (2Tm 4, 1-7)

 

Nosotros -cortos en miras- no podemos más que atisbar la grandeza de su pontificado y la importancia para la Iglesia y para la historia venidera. Al juicio de la misma historia dejamos su Pontificado y al juicio de la Iglesia su santidad de vida y sus virtudes.  A nosotros ahora nos toca rezar y ofrecer sufragios por su eterno descanso, para que Dios use de misericordia con él, no tenga en cuenta sus pecados y le dé el premio merecido a aquel que fue su siervo bueno y fiel.  

 

La celebración de la santa misa, sacrificio del calvario renovado en nuestros altares, ha sido siempre para la Iglesia el medio principal de cumplir con respecto a los difuntos la gran ley de la caridad cristiana. Todos los días, en el corazón mismo del Canon de la misa, en un memento especial en que se evoca el recuerdo de los que han dormido en el Señor, el sacerdote suplica a Dios conceda a los difuntos la mansión de la felicidad, de la luz y de la paz. No hay, pues, misa alguna en que no ore por ellos la Iglesia.

La ayuda a las almas del Purgatorio no es sólo posible y altamente recomendable, sino que es además obligatoria para todos los cristianos. Lo exige así la caridad; y a veces también la piedad y la justicia.

Al santo sacrificio de la misa que hemos ofrecido por el alma del Santo Padre Benedicto XVI juntemos las limosnas, oraciones y buenas obras, movidos por la caridad hacia su persona, como también la piedad de hijos fieles de la Iglesia Romana, como el sentido de justicia ante aquel que recibió la misión de ser pastor de la Iglesia Universal y de servir confirmando a sus hermanos en la fe.

 

Sirva como conclusión de esta breve exhortación, las palabras que el mismo Papa escribió en enero del año pasado hablando de su preparación para este encuentro con el Jesús de su vida:

 

“Muy pronto me presentaré ante el juez definitivo de mi vida. Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida, me siento sin embargo feliz porque creo firmemente que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya padeció Él mis deficiencias y por eso, como juez, es también mi abogado (Paráclito). En vista de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se hace evidente para mí. Ser cristiano me da el conocimiento y, más aún, la amistad con el juez de mi vida y me permite atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte. A este respecto, recuerdo constantemente lo que dice Juan al principio del Apocalipsis: ve al Hijo del Hombre en toda su grandeza y cae a sus pies como muerto. Pero el Señor, poniendo su mano derecha sobre él, le dice: «No temas: Soy yo...». (cf.Ap 1,12-17).”

 

Benedicto XVI, entra en el descanso de tu Señor. Descansa en paz. Amén.