6 de enero
DE LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS.
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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6 de enero
DE LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS.
Nace Jesús pobre en un establo y, si bien le reconocen los Ángeles del cielo, los hombres de la tierra lo dejan abandonado. Solo unos pocos pastores vienen a visitarle. Más, el Redentor, quiere comenzar ya a comunicar la gracia de su redención y, por esto, se manifiesta primero a los gentiles que le conocían menos.
A este fin ilumina por medio de una estrella a los santos Magos, para que vengan a adorar a su Salvador. Este fue el principio y lo sumo de los favores hechos a nosotros: El llamamiento a la fe, al que siguió el de la gracia, de la cual los hombres estaban privados.
Ved los Magos, que sin tardanza se ponen en viaje; la estrella los acompaña hasta la cueva en donde está el santo Niño. Llegado que hubieron, entran y ¿qué hallan? Encuentran a una pobre doncella y un pobre niño cubierto de míseros pañales, sin nadie que le corteje y asista. Pero ¡ah! Que al entrar en aquella gruta los santos viajeros sienten un gozo nunca experimentado, sienten el corazón hacia aquel amado Niño que ven: aquellas pajas, aquella pobreza, aquellos vagidos de su pequeñuelo Salvador, ¡oh, y qué saetas de amor! ¡Qué felices llamas son para los corazones iluminados!
El Niño les muestra un rostro alegre y esta es la señal del afecto con que los acepta entre las primeras prendas de la redención. Miran después los santos reyes a María, la cual no habla.
Permanece en silencio, más en su rostro bienaventurado, que respira la dulzura del paraíso, los acoge expresiva y les da las gracias de haber venido los primeros a reconocer a su Hijo, que era para ellos su soberano.
Contemplad cómo ellos le adoran, aunque en silencio por reverencia, le honran como a su Dios al besarle los pies y le ofrecen sus dones de oro, de incienso y de mirra.
Adoremos nosotros con los santos Magos a nuestro pequeñito Rey Jesús y ofrezcámosle todos nuestros corazones.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Amable Niño, aunque yo os mire en esa cueva, reclinado sobre la paja, tan pobre y despreciado, la fe, sin embargo, me enseña que Vos sois mi Dios bajado del cielo por mi salvación.
Os reconozco, pues, y os confieso por mi supremo Señor y mi Salvador, pero no tengo qué ofreceros. No tengo oro de amor, habiendo amado a las criaturas y a mis caprichos, sin amaros a Vos, bien infinito. No tengo incienso de oración, porque he vivido miserablemente olvidado de Vos. No tengo mirra de mortificación, cuando, por no privarme de mis placeres, he disgustado tantas veces vuestra bondad infinita.
¿Qué cosa, pues, os ofreceré? Os ofrezco éste, un corazón sucio y pobre cual es. Aceptadlo y mudadlo. Vos a este fin habéis venido al mundo. Para lavar los manchados afectos de los humanos corazones y, así, trocarlos de pecadores a santos.
Dadme el oro de vuestro santo amor, dadme el espíritu de la santa oración, dadme el deseo y la virtud de mortificarme en todas las cosas que os desagradan. Yo resuelvo obedeceros y amaros, pero Vos sabéis mi debilidad, dadme la gracia de seros fiel.
Virgen Santísima, Vos que acogisteis con tanto cariño y consolasteis a los santos Magos, acogedme también y consoladme, que vengo ahora a visitar y a ofrecerme a vuestro Hijo.
Madre Mía, en vuestra intercesión confío muchísimo. Recomendadme a Jesús. A Vos entrego mi alma y mi voluntad. Ligadla por siempre al amor de Jesús.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.