6 de enero
EPIFANÍA DEL SEÑOR
DOM GUERANGUER
Los Magos, primicias de la gentilidad, han sido presentados al gran Rey a quien buscaban, y nosotros los hemos seguido. Como a ellos, el Niño nos ha sonreído. Con esa sonrisa hemos olvidado todas las fatigas del largo camino que conduce a Dios; el Emmanuel permanece con nosotros, y nosotros con El. Belén que nos ha recibido, nos guarda ya para siempre; porque en Belén tenemos al Niño y a María su Madre. ¿En qué lugar del mundo podríamos hallar bienes tan preciosos? Supliquemos a la incomparable Madre que nos presente Ella misma a ese Hijo que es nuestra luz, nuestro amor, nuestro Pan de vida, cuando nos acerquemos al altar a donde nos dirige la estrella de la fe. Abramos nuestros tesoros en ese instante; llevemos en la mano el oro, el incienso y la mirra para el recién nacido. Seguramente que aceptará de buen grado nuestros dones, y no se hará esperar. Como los Magos, también nosotros entregaremos nuestros corazones al divino Rey, cuando nos retiremos; y también nosotros volveremos a entrar por otro camino, por una senda completamente nueva, en esta patria terrena, que nos albergará hasta el día, en que la vida y la luz eterna vengan a absorber en nosotros todo lo que tengamos de mortal y caduco.