7 de enero
DE LA PRESENTACIÓN DE JESÚS AL TEMPLO
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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7 de enero
DE LA PRESENTACIÓN DE JESÚS AL TEMPLO
Llegado el tiempo en que María, según la ley, había de ir a purificarse al templo y presentar a Jesús al Divino Padre, ved que se dirige allá, juntamente con José.
Éste toma las dos tortolillas que debían ofrecerle y María toma a su amado Niño, toma el Divino Corderito para ir a sacrificarle, en señal de aquel gran sacrificio que un día, este mismo Hijo, había de consumar sobre la cruz.
Considerad cómo la santa Virgen entra ya en el templo. Hace la oblación de Jesús por parte del género humano y dice: He aquí, ¡oh, eterno Padre!, vuestro amado Unigénito, que es vuestro Hijo y también mío. Yo os le ofrezco como víctima de vuestra Divina Justicia para aplacaros con los pecadores. Aceptadla, ¡oh, Dios de misericordia!, tened piedad de nuestras miserias, por amor de este Cordero Inmaculado. Recibid en vuestra gracia a los hombres.
Se agrega, a la oblación de María, la de José y el santo Niño dice también: Aquí me tenéis, Padre mío. A Vos consagro toda mi vida. Me habéis enviado al mundo para salvarlo con mi sangre. Hela, y a mí todo. A Vos me ofrezco por el rescate del linaje humano.
Se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y hostia a Dios. (Ef 5, 2).
Ningún sacrifico fue jamás tan acepto a Dios, cuanto lo fue este que le hizo entonces su amado Hijo, víctima y sacerdote desde Niño. Si todos los hombres y todos los Ángeles hubiesen ofrecido sus vidas, no hubiera sido, ciertamente, su oblación tan apreciable a Dios como lo fue esta de Jesucristo, pues que, en este solo ofrecimiento al eterno Padre, recibió un honor y una satisfacción infinitos. Habiendo, pues, Jesús ofrecido la vida al Eterno Padre por nuestro amor, justo es que nosotros le ofrezcamos también la nuestra y todo lo que somos. Esto es lo que Él mismo desea, como significó a la beata Ángela de Foligno diciéndole: Yo me he ofrecido por ti, a fin de que tú te ofrezcas por mí.
AFECTOS Y SÚPLICAS.
Eterno Padre, yo miserable pecador, reo de mil infiernos, hoy me presento a Vos, Dios de infinita majestad, y os ofrezco mi pobre corazón, pero ¡Oh, Señor! ¿Qué corazón os ofrezco? Uno que no ha sabido amaros, antes bien, os ha ofendido tanto y os ha hecho traición tantas veces, pero ahora os lo ofrezco arrepentido y resuelto de volver a amaros a toda costa y obedeceros en todo.
Perdonadme y atraedme todo a vuestro amor. Yo no merezco ser escuchado, más bien lo merece vuestro Hijo, quien, aún Niño, se ofrece a Vos en sacrificio por mi salvación.
Este Hijo y su sacrificio por mi salvación. Este Hijo y su sacrificio os ofrezco y en Él pongo todas mis esperanzas. Os doy gracias, Padre mío, porque le habéis enviado a la tierra a sacrificarse por mí. Os doy gracias, ¡oh, Verbo encarnado!, Cordero Divino que os ofrecisteis a la muerte por mi alma. Os amo, carísimo Redentor, y sólo a Vos quiero amar, ya que fuera de Vos no hallo quién, por salvarme, haya ofrecido y sacrificado su vida.
Me hace llorar el ver que con los demás he sido agradecido y sólo con Vos he sido ingrato, pero Vos no queréis mi muerte, sino que me convierta y viva.
Sí, Jesús mío, a Vos vuelvo y me arrepiento con todo el corazón de haberos ofendido y de haber ofendido a un Dios que se ha sacrificado por mí.
Dadme la vida. Ella la emplearé en amaros a Vos, sumo bien. Haced que os ame y nada más os pido.
María, Madre mía, Vos ofrecisteis en el templo a este Hijo, también por mí. Volvedle a ofrecer ahora y rogad al eterno Padre que, por el amor de Jesús, me acepte por suyo. Y Vos, Reina mía, recibidme por Hijo vuestro y perpetuo siervo. Si yo soy vuestro siervo, lo seré igualmente de vuestro Hijo.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.