23 de enero
San Ildefonso de Toledo, obispo y confesor
Dom Gueranguer
Gloria a ti, oh santo Pontífice, que te elevas con tanto honor en esta tierra de España tan fecunda en valientes caballeros de María: Véte a ocupar un puesto junto a la cuna, donde esa Madre incomparable vela amorosamente al lado de su Hijo, el cual, siendo al mismo tiempo su Dios y su Hijo, consagró su virginidad en vez de lastimarla. Encomiéndanos a su ternura; recuérdala que es también Madre nuestra. Ruégala que atienda los himnos que entonamos en su honor, y que haga aceptar al Emmanuel el homenaje de nuestros corazones. Con el fin de ser bien acogidos por ella, nos atrevemos, oh Doctor, de la Virginidad de María, a tomar tus palabras y decirlas contigo:
“A ti acudo ahora, Virgen única, Madre de Dios; a tus pies me prosterno, cooperadora única de la Encarnación de mi Dios; ante ti me humillo, Madre única de mi Señor. Suplicóte, sierva sin par de tu Hijo, que obtengas el perdón de mis pecados y ordenes que sea puriflcado de la maldad de mis obras. Haz que ame la gloria de tu virginidad; revélame la dulzura de tu Hijo; dame la gracia de hablar con toda sinceridad de la fe de tu Hijo, y de saber defenderla. Concédeme la gracia de unirme a Dios y a ti, de serviros a ambos: a El como a mi Creador; a ti, como a la Madre de mi Creador; a El como al Señor de los ejércitos; a ti como a la sierva del Señor de todo lo creado; a El como a Dios, a ti, como a la Madre de Dios; a El como a mi Redentor, a ti, como al instrumento de mi redención.
Si El fué precio de mi rescate, su carne fué formada de tu carne; de tu sustancia tomó el cuerpo mortal con el cual borró mis pecados; de ti se dignó tomar mi naturaleza, a la que elevó por encima de los Angeles hasta la gloria del trono de su Padre.