EL
NOMBRE DE MARÍA, VIRGEN, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA.Breve reflexión
Tras
haber celebrado el nacimiento de nuestra Señora, la Virgen María, nos invita la
Iglesia a celebrar hoy el Dulce nombre de nuestra Señora.
El
nombre de María es el nombre de aquella Virgen que se reconoce esclava del
Señor. El nombre de la Virgen era María. Un nombre sencillo y corriente en el
pueblo de Israel, que nos enseña la discreción y el ocultamiento con el que
nuestra Señora vivió su condición de Madre de Dios. Ante la tentación de ser
considerados, de buscar el reconocimiento, de ser el centro de atención, la
festividad del nombre de la Virgen nos recuerda el amor que hemos de tener a
llevar una “vida escondida en Dios.” Para nosotros lo importante, como para
ella, ha de ser que nuestro nombre esté inscrito en el corazón de Dios.
El
nombre de María es el nombre de aquella que es la Madre de Dios y Reina del
Cielo. Un nombre que debemos invocar seguros de su poder de intercesión ante su
Hijo. Recordad a los novios de Caná de Galilea, supieron llamar e invocar a
María para que intercediera por ellos ante su Hijo pues no les quedaba vino. Ser
devotos de María, invocarla, es prenda segura de salvación: “El que me honra
poseerá la vida eterna.” No podemos querer salvarnos sin acudir a aquella que
ha sido puesta como Medianera, Abogada, Auxilio nuestro. Conocemos su nombre,
acudamos a ella pues “nunca se ha oído decir que ninguno de cuantos han acudido
a ella e implorado su protección haya sido desatendido.”
El
nombre de María es el nombre de aquella que es Madre nuestra. Jesús lo ha
querido así y nos la ha entregado en el Calvario. Como el niño pequeño que
recurre a su madre, vivamos también nosotros esa infancia espiritual para con
la Virgen. A ella, la podemos llamar con toda verdad “Mamá”, “Madre mía”. En
peligros, tentaciones, pruebas, dificultades, en alegrías y gozos, en todo
momento, llamémosla. Con niños abandonémonos confiadamente en sus brazos
amorosos. Como hijos orgullosos, proclamemos a todos que
nuestra Madre se llama María. Seamos apóstoles de María, para que muchos hombres
y mujeres la quieran como Madre y acudan como nosotros a ella.
Que
el nombre de María esté siempre en nuestra boca para invocarla, en nuestra
memoria para imitarla, en nuestro corazón para amarla. Así lo pedimos.