COMENTARIO AL EVANGELIO
XVII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
COMO
LLEGAR AL AMOR
1.- ES UNA GRACIA SOBRE TODA
GRACIA. Adviértase en primer lugar que el hombre no puede conseguir el amor ni
por su industria ni por su esfuerzo. Dios lo da gratuitamente, y es una gracia
sobre toda gracia. Se le obtiene por medio de lágrimas y de ruegos, pero no por
nuestras propias fuerzas. El amor no se enseña, el amor es derramado en las
almas; el amor no se aprende, es recibido gratuitamente. Sin embargo, los que
lo buscan lo encuentran, no como fruto natural de su búsqueda, sino como
recompensa de su esfuerzo; no como resultado de sus investigaciones, sino como
gracia que Dios les concede.
2.- PUREZA DE ALMA. Ahora bien,
son muy numerosos los medios de que disponemos para ayudarnos a conseguir ese
amor. Sea ante todo la pureza de corazón, porque el licor dulce y precioso del
amor no puede escanciarse en un vaso manchado. Por eso dice Santiago: Acercaos
a Dios y Él se acercara a vosotros. Lavad las manos, pecadores, y purificaos,
hombres de doble corazón (Iac. 4,8). Purificaos no solo de los lazos de la
voluptuosidad, que deshonran, y del pecado, que corrompe, sino de toda
inquietud indigna. Vaciad vuestros corazones para que los llene el Espíritu
Santo, que en cuanto los vea vacíos acudirá de prisa. Además es necesario que
embellezcáis el alma con los ornamentos de la virtud. Apenas os vea así
adornados, vendrá Él mismo sin que le llaméis, se presentara sin que le
invitéis; basta con que le mostréis su alcoba llena de flores para que acuda
atraído por vuestros perfumes.
Pero el Espíritu de caridad es extraordinariamente
delicado y a la más ligera ofensa se enfría o se va. Si, pues, lo habéis
conseguido, conservadle solícitos como una centellita en medio del bosque húmedo,
que se apaga al menor soplo. No apaguéis en vosotros el Espíritu. (1 Thes.
5,19).
3.- OTROS MEDIOS. El desearlo
vivamente y el pedírselo al Señor son medios de lo más eficaces. Dios no da su
Espíritu de amor a quienes lo menosprecian, ni arroja sus perlas a los pies de
los cerdos; pero, en cambio, las reparte generoso a quienes las desean.
Todavía existe otro medio, que
es la mortificación de la carne, porque los apetitos groseros son un peso que
aleja de Dios y una nube de vapores negros que impiden brillar a la luz serena.
El amor al prójimo tiene
asimismo una gran eficacia para conducirnos al amor de Dios. Es como el primer
escalón que hay que empezar a subir. Hace que el alma entre dentro del amor de
Dios, como la aguja, que lleva el hijo detrás de ella.
Aun podemos citar diversas
maneras de conseguir este divino amor, como la lectura de las Santas
Escrituras, la meditación frecuente sobre la encarnación y pasión del Señor, el
recuerdo continuo de sus beneficios.
Todos estos medios y otros
semejantes son como un bosque místico, que encendido alimenta el fuego sagrado
y lo entretiene sin cesar para que no se apague y arda continuamente en la
presencia de Dios, cumpliendo el precepto de la ley: El holocausto arderá sobre
el hogar del altar de la noche a la mañana, y el fuego del altar se tendrá
siempre encendido. (Lev. 6,2). Preocupémonos cada uno de nosotros de poner
nuestro cuidado principal en que no se apague jamás este fuego divino en el
altar de nuestro corazón.
Santo Tomas de Villanueva