martes, 24 de marzo de 2015

LA VELACIÓN DE LAS IMÁGENES Y REPORTAJE FOTOGRÁFICO DEL I DOMINGO DE PASIÓN

Ofrecemos una selección de fotografías, gentileza de Dña. Ana María Galvez, de la Santa Misa cantada del I domingo de Pasión en la Iglesia del Salvador. Como algo característico de este tiempo es la velación de las imágenes. Ofrecemos a continuación un acercamiento a esta costumbre del liturgista P. Azcárate:
¿Por qué se cubren la cruz y las imágenes en el Tiempo de Pasión?
El rito litúrgico que hace más sensible a los ojos de los fieles esta actitud dolorosa de la Iglesia en Tiempo de Pasión, es el de la velación de las imágenes, que prescribe el Ceremonial y que se efectúa el sábado anterior.
Históricamente, creemos hallar la clave de este rito en el de la penitencia pública. Como ya hemos dicho, el primer día de Cuaresma se presentaban los penitentes en traje y en actitud humilde a la iglesia, de la que el obispo les despedía, después de imponerles la ceniza y vestirlos de saco y de cilicio como Dios despidió a Adán y Eva del paraíso enviándolos hasta el Jueves Santo a algún monasterio de las afueras de la ciudad. El rito de la expulsión perduró hasta el siglo XVI, en que, extendiéndose, por devoción, la penitencia pública y la recepción de la ceniza a la generalidad de los fieles, no fue ya posible expulsar del templo a todos los penitentes, que formaban mayoría. Para recordarles, no obstante, el suprimido rito y mantenerlos en la humildad, se les aisló, ya que no de la iglesia, del presbiterio, mediante una cortina roja suspendida de la bóveda. Poco a poco, sin duda por no hallar práctico este sistema que deslucía y embarazaba las ceremonias litúrgicas, dicha cortina se fue acortando y reduciendo al velo actual, que apenas cubre las imágenes y la cruz. He aquí, pues el origen histórico y la razón de ser del cortinaje, de diversas hechuras y tamaños, según los países e iglesias, que se usa en la actualidad.
Los liturgistas simbolistas han visto en este rito un recurso piadoso para representar materialmente el hecho de haber tenido que esconderse el Señor en el templo para escapar al furor de sus enemigos que intentaron apedrearlo.
Tal, en efecto, autoriza a suponerlo la costumbre medioeval de cubrir el Crucifijo, justamente en el momento preciso de cantarse en la Misa el texto mismo del Evangelio alusivo a ese hecho. Al propio tiempo le atribuyen la virtud de recordar a los fieles que, durante esta temporada, Nuestro Señor veló su divinidad, dejándose prender y torturar como si sólo fuese hombre, y hombre criminal. Y conforme a esto, la razón de cubrir las imágenes de los Santos a la vez que la del Crucifijo, sería la de hacer ver que también los hijos participan de la confusión y oprobios del Padre, y que deben ellos también ocultar su gloria cuando la del Señor se desvanece a los ojos de los hombres. Que es la misma razón por la cual también se omiten en el oficio de Pasión los sufragios de los Santos.