Ofrecemos una selección de fotografías, gentileza de Dña. Ana María Galvez, de la Santa Misa cantada del I domingo de Pasión en la Iglesia del Salvador. Como algo característico de este tiempo es la velación de las imágenes. Ofrecemos a continuación un acercamiento a esta costumbre del liturgista P. Azcárate:
¿Por
qué se cubren la cruz y las imágenes en el Tiempo de Pasión?
El rito litúrgico que hace más
sensible a los ojos de los fieles esta actitud dolorosa de la Iglesia en Tiempo
de Pasión, es el de la velación de las imágenes, que prescribe el Ceremonial y que
se efectúa el sábado anterior.
Históricamente, creemos hallar la
clave de este rito en el de la penitencia pública. Como ya hemos dicho, el
primer día de Cuaresma se presentaban los penitentes en traje y en actitud
humilde a la iglesia, de la que el obispo les despedía, después de imponerles
la ceniza y vestirlos de saco y de cilicio como Dios despidió a Adán y Eva del
paraíso enviándolos hasta el Jueves Santo a algún monasterio de las afueras de
la ciudad. El rito de la expulsión perduró hasta el siglo XVI, en que,
extendiéndose, por devoción, la penitencia pública y la recepción de la ceniza
a la generalidad de los fieles, no fue ya posible expulsar del templo a todos
los penitentes, que formaban mayoría. Para recordarles, no obstante, el
suprimido rito y mantenerlos en la humildad, se les aisló, ya que no de la
iglesia, del presbiterio, mediante una cortina roja suspendida de la bóveda.
Poco a poco, sin duda por no hallar práctico este sistema que deslucía y
embarazaba las ceremonias litúrgicas, dicha cortina se fue acortando y
reduciendo al velo actual, que apenas cubre las imágenes y la cruz. He aquí,
pues el origen histórico y la razón de ser del cortinaje, de diversas hechuras
y tamaños, según los países e iglesias, que se usa en la actualidad.
Los liturgistas simbolistas han
visto en este rito un recurso piadoso para representar materialmente el hecho
de haber tenido que esconderse el Señor en el templo para escapar al furor de
sus enemigos que intentaron apedrearlo.
Tal, en efecto, autoriza a suponerlo
la costumbre medioeval de cubrir el Crucifijo, justamente en el momento preciso
de cantarse en la Misa el texto mismo del Evangelio alusivo a ese hecho. Al
propio tiempo le atribuyen la virtud de recordar a los fieles que, durante esta
temporada, Nuestro Señor veló su divinidad, dejándose prender y torturar como
si sólo fuese hombre, y hombre criminal. Y conforme a esto, la razón de cubrir
las imágenes de los Santos a la vez que la del Crucifijo, sería la de hacer ver
que también los hijos participan de la confusión y oprobios del Padre, y que
deben ellos también ocultar su gloria cuando la del Señor se desvanece a los
ojos de los hombres. Que es la misma razón por la cual también se omiten en el
oficio de Pasión los sufragios de los Santos.