RESUCITAD A ESTOS MUERTOS
Resucitad a estos muertos; sean vuestras
voces, Señor, tan poderosas que aunque no os pidan la vida se la deis para que
después, Dios mío, salgan de la profundidad de sus deleites.
No os pidió Lázaro que le
resucitaseis; por una mujer pecadora lo hicisteis. Veisla aquí, Dios mío, y muy
mayor; resplandezca vuestra misericordia; yo, aunque miserable, lo pido por los
que no os lo quieren pedir; ya sabéis, Rey mío, lo que me atormenta verlos tan
olvidados de los grandes tormentos que han de padecer para sin fin si no se
convierten. ¡Oh, los que estáis acostumbrados a deleites y contentos y regalos
y a hacer siempre vuestra voluntad, tened lástima de vosotros!, acordaos de que
habéis de estar sujetos siempre sin fin a las furias infernales. Mirad, mirad,
que os ruega ahora el Juez que os ha de condenar, y que no tenéis un solo
momento segura la vida; ¿por qué no queréis vivir para siempre? ¡Oh, dureza de
corazones humanos! ¡Ablándelos vuestra inmensa piedad, mi Dios! (E 10).