miércoles, 18 de marzo de 2015

EVANGELIO DEL DÍA: Fue, se lavó y volvió con vista.


MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento: Y sus díscipulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que éste haya nacido ciego, los suyos, o los de sus padres? Respondió Jesús: No es por culpa de éste, ni de sus padres; sino para que las obras de Dios resplandezcan en él.  Conviene que yo haga las obras de aquel que me ha enviado, mientras dura el día, viene la noche, cuando nadie puede trabajar.  Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo. Así que hubo dicho esto, escupió en tierra, y formó lodo con la saliva, y lo aplicó sobre los ojos del ciego, y le dijo: Anda, y lávate en la piscina de Siloé (palabra que significa el Enviado). Se fue, pues, y se lavó allí, y volvió con vista. Por lo cual los vecinos, y los que antes le habían visto pedir limosna, decían: ¿No es éste aquel que sentado allá, pedía limosna? Este es, respondían algunos. Y otros decían: No es él, sino alguno que se le parece. Pero él decía: Sí, que soy yo.Le preguntaban, pues: ¿Cómo se te han abierto los ojos? Respondió: Aquel hombre que se llama Jesús, hizo un poquito de lodo, y lo aplicó a mis ojos, y me dijo: Ve a la piscina de Siloé, y lávate allí. Yo fui, me lavé, y veo. Le preguntaron: ¿Dónde está ése? Respondió: No lo sé.  Llevaron, pues a los fariseos al que antes estaba ciego. Es de advertir que cuando Jesús formó el lodo y le abrió los ojos era día de sábado. Nuevamente, pues, los fariseos le preguntaban también cómo había logrado la vista. El les respondió: Puso lodo sobre mis ojos, me lavé, y veo.  Sobre lo que decían algunos de los fariseos: No es enviado de Dios este hombre, pues no guarda el sábado. Otros, decían: ¿Cómo un hombre pecador puede hacer tales milagros? Y había desacuerdo entre ellos. Dicen, pues, otra vez al ciego: Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta. Pero por lo mismo no creyeron los judíos que hubiese sido ciego, y recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres;  y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, de quien vosotros decís que nació ciego? Pues ¿cómo ve ahora?  Sus padres les respondieron, diciendo: Sabemos que éste es hijo nuestro, y que nació ciego;  pero cómo ahora ve, no lo sabemos; ni tampoco sabemos quién le ha abierto los ojos; preguntádselo a él, edad tiene, él dará razón de sí.  Esto dijeron sus padres por temor de los judíos; porque ya éstos habían decretado echar de la sinagoga a cualquiera que reconociese a Jesús por el Cristo, o Mesías. Por eso sus padres dijeron: Edad tiene, preguntádselo a él. Llamaron, pues, otra vez al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Mas él les respondió: Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo antes era ciego, y ahora veo. Le replicaron: ¿Qué hizo él contigo? ¿Cómo te abrió los ojos? Les respondió: Os lo he dicho ya, y lo habéis oído, ¿a qué fin queréis oírlo de nuevo? ¿Acaso será que también vosotros queréis haceros discípulos suyos?
Entonces le llenaron de maldiciones, y por fin le dijeron: Tú seas su discípulo, que nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; mas éste no sabemos de dónde es. Respondió aquel hombre, y les dijo: Aquí está la maravilla, que vosotros no sabéis de dónde es éste, y con todo ha abierto mis ojos, Lo que sabemos es que Dios no oye a los pecadores; sino que aquel que honra a Dios y hace su voluntad, éste es a quien Dios oye. Desde que el mundo es mundo no se ha oído jamás que alguno haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si este hombre no fuese enviado de Dios, no podría hacer nada de lo que hace. Le dijeron en respuesta: Saliste del vientre de tu madre envuelto en pecado, ¿y tú nos das lecciones? Y le arrojaron fuera. Oyó Jesús que le habían echado fuera; y encontrándose con él, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que yo crea en él? Le dijo Jesús: Le viste ya, y es el mismo que está hablando contigo. Entonces dijo él: Creo, Señor. Y postrándose a sus pies, le adoró.
Juan 9,1-38.