QUIERO QUE
MI SANGRE TE APROVECHE
El día de Ramos, acabando de comulgar, quedé
con gran suspensión, de manera que aun no podía pasar la Forma y, teniéndola en
la boca, verdaderamente me pareció cuando volví un poco en mí, que toda la boca
se me había llenado de sangre; y me parecía que también el rostro y toda yo
estaba cubierta de ella, como si
entonces acabara de derramarla el Señor. Me parece que estaba caliente, y era
excesiva la suavidad que entonces sentía, y me dijo el Señor: "Hija, yo
quiero que mi sangre te aproveche, y no tengas miedo de que te falte mi
misericordia; Yo la derramé con muchos dolores, y tú la gozas con gran deleite,
como ves; bien te pago el convite que me hacías este día" (Cc 12ª, 1).