SÁBADO
DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Y volviendo Jesús a hablar al pueblo,
dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue, no camina a oscuras, sino que
tendrá la luz de la vida. Le replicaron los fariseos: Tú das testimonio de ti
mismo; y así tu testimonio no es idóneo. Les respondió Jesús: Aunque yo doy
testimonio de mí mismo, mi testimonio es digno de fe. Porque yo sé de dónde he
venido, y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy, Vosotros
juzgáis de mí según la carne; pero yo no juzgo así de nadie; y cuando yo juzgo, mi juicio es idóneo;
porque no soy yo solo el que da el testimonio; sino yo y el Padre que me ha
enviado.
En vuestra ley está escrito que el
testimonio de dos personas es idóneo. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo;
y además el Padre, que me ha enviado, da también testimonio de mí. Le decían a esto: ¿En dónde está tu padre?
Respondió Jesús: Ni me conocéis a mí, ni a mi Padre: si me conocierais a mí no
dejaríais de conocer a mi Padre. Estas cosas las dijo Jesús enseñando en el
templo, en el atrio del tesoro; y nadie le prendió, porque aún no había llegado
su hora.
Juan 8,12-20