COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA
SÁBADO
DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano
«Si el grano de trigo no cae en tierra
y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). El
evangelista san Juan anuncia así la glorificación de Cristo a través del
misterio de su muerte en cruz. En este tiempo de Pascua, precisamente a la luz
del prodigio de la Resurrección, esas palabras cobran una elocuencia aún más
profunda e intensa. Aunque es verdad que en ellas se percibe cierta tristeza
por la próxima separación de sus discípulos, también es verdad que Jesús indica
el secreto para derrotar el poder de la muerte.
La muerte no tiene la
última palabra; no es el fin de todo, sino que, redimida por el sacrificio de
la cruz, puede ser ya el paso a la alegría de la vida sin fin. Dice Jesús: «El
que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará
para la vida eterna» (Jn 12,25). Así pues, si aceptamos morir a nuestro
egoísmo, si no nos cerramos en nosotros mismos y hacemos de nuestra vida un don
a Dios y a los hermanos, también nosotros podremos conocer la rica fecundidad
del amor. Y el amor no muere.
Benedicto XVI, 23 de abril de 2008.