QUIERO QUE
MI SANGRE TE APROVECHE
De la paz que da el
mundo en honras no tengo para qué deciros nada,
que a los pobres
nunca se lo honra mucho.
En lo que os puede
hacer mucho daño si no prestáis atención
es en las alabanzas;
que nunca acaba una
vez que comienza, para después bajaros más.
Es lo más común decir
que sois unas santas,
con palabras tan
exageradas que parece los enseña el demonio.
Y así debe ser a
veces, porque si lo dijesen en ausencia, pasaría;
mas en presencia,
¿qué fruto puede traer, sino daño?
Por amor de Dios os
pido que nunca os pacifiquéis en estas palabras,
que poco a poco os
podrían hacer daño y creer que dicen verdad,
o en pensar que ya es
todo hecho y que lo habéis trabajado.
Vosotras nunca dejéis
pasar palabras de alabanza
sin moveros guerra en
vuestro interior,
que con facilidad se
hace, si tenéis costumbre.
Acordaos cómo dejó el
mundo a Cristo Nuestro Señor,
y qué ensalzado le
había tenido el día de Ramos. (Mdt C 2, 13).
471 El día de Ramos, acabando de comulgar, quedé
con gran suspensión, de manera que aun no podía pasar la Forma y, teniéndola en
la boca, verdaderamente me pareció cuando volví un poco en mí, que toda la boca
se me había llenado de sangre; y me parecía que también el rostro y toda yo
estaba cubierta de ella, como si
entonces acabara de derramarla el Señor. Me parece que estaba caliente, y era
excesiva la suavidad que entonces sentía, y me dijo el Señor: "Hija, yo
quiero que mi sangre te aproveche, y no tengas miedo de que te falte mi
misericordia; Yo la derramé con muchos dolores, y tú la gozas con gran deleite,
como ves; bien te pago el convite que me hacías este día" (Cc 12ª, 1).