COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA
JUEVES
DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Así les habló a los discípulos,
expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte
física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede
despertar.
Jesús demostró un poder absoluto sobre
esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím y
a la niña de doce años. Precisamente de ella dijo: «La niña no ha muerto; está
dormida», provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es
precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede
despertar en cualquier momento.
Este señorío sobre la muerte no
impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la
separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a
consolarlas, también Jesús «se conmovió profundamente, se turbó» y, por último,
«lloró». El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se
encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más
aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y
materna, del Dios que es Vida.
Benedicto XVI, Ángelus
del domingo 9 de marzo de 2008