EL AYUNO. San León, Papa
Lecciones del II Nocturno de maitines
Sermón de San León, Papa.
Sermón 9 del ayuno del mes 7º.
Muchos de ustedes son tan fieles a las prácticas de la fe cristiana, que no tienen necesidad de ser excitados a ellas por nuestras exhortaciones. Ni su inteligencia ignora, ni su piedad descuida lo que hace ya tanto tiempo ha establecido la tradición y ha confirmado la costumbre. Recomendamos por un igual a todos, ignorantes o instruidos, a los cuales amamos con un mismo amor, lo que es saludable a todos: que tengamos una fe viva en observar, por la mortificación del espíritu y del cuerpo, el ayuno a que estamos obligados por retorno del séptimo mes.
Esta observancia del ayuno ha sido fijada en las cuatro estaciones, a fin de que, con su ritmo periódico a través del curso del año, comprendiéramos que constantemente tenemos necesidad de purificarnos, procurando siempre, en medio de las vicisitudes y agitaciones de esta vida, esforzarse en borrar por el ayuno y la limosna el pecado contraído por la fragilidad de la carne y las torpes concupiscencias. Suframos, pues, un poco de hambre, amados míos, y cercenemos de nuestros gastos ordinarios alguna cosa en provecho de los pobres.
Saboreen los corazones bienhechores los frutos de su liberalidad. Al difundir alegría entre los pobres, recibirán en premio lo que les colmará de gozo. Amar al prójimo es amar a Dios. Dios hizo consistir la ley y los Profetas en la unión de estos dos amores; dar al prójimo es ofrecer a Dios mismo, ya que nuestro Divino Salvador y Maestro decía: “Todo cuanto hicisteis con alguno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis”. Ayunemos la cuarta y sexta feria, y pasemos en vela el sábado en la iglesia del apóstol San Pedro, pues sus oraciones y méritos contribuirán a que nuestro ayuno y nuestra devoción sean aceptos a la divina misericordia.