28 de septiembre. San Wenceslao, duque de Bohemia, mártir
Tuvo Wenceslao, duque de Bohemia, por padres a Wratislao, cristiano, y a Dorahomira, pagana. Educado por su abuela Ludmila, mujer de mucha santidad, se distinguió en la práctica de todas las virtudes. Puso gran esmero en conservar durante toda su vida una virginidad sin mancha. Su madre, por el asesinato de Ludmila, fue regente viviendo en la impiedad con su hijo menor Boleslao, levantando la aversión de los nobles, los cuales, cansados de su tiránía e impidad, se sacudieron el yugo, y en Praga, eligieron rey a Wenceslao.
Gobernó éste su reino mostrando en el desempeño de la autoridad más bondad que rigor. Era tal su caridad para con los huérfanos, viudas e indigentes, que en ocasiones llevaba, sobre sus hombros, la leña a los menesterosos; asistía a sus entierros, libraba a los cautivos, visitaba a los presos, aun en noches tempestuosas, y les socorría con sus limosnas y consejos; sentía amargura cuando se veía obligado a firmar una sentencia de muerte, aun para un culpable. Veneraba a los sacerdotes, y él mismo sembraba el trigo y exprimía las uvas para la materia de la Misa. Visitaba de noche las iglesias, descalzo sobre la nieve, y dejando después marcadas las huellas sangrientas de sus plantas.
Los ángeles custodiaban su cuerpo; pues, un día en que iba a luchar contra Radislao, duque de Gurima, por exigirlo así la salvación de los suyos, se vieron a unos ángeles que le daban armas y decían al adversario: “No le hieras”. Aterrorizado su enemigo, se echó a sus pies demandando gracia. En otra ocasión, de viaje en Alemania, vio el emperador, al acercarse Wenceslao, a dos ángeles que le imponían una cruz de oro. Levantándose, pues, del trono, le abrazó, le revistió con las insignias reales y le donó el brazo de San Vito. Pero el impío Boleslao, instigado por su madre, luego de haberle convidado a su mesa, fue con sus cómplices al templo donde oraba el santo, conocedor de la muerte que le preparaban. Su sangre salpicó las paredes; aún se distinguen vestigios de ella. Pero Dios vengó la muerte del santo, ya que la tierra tragó a la desnaturalizada madre y los asesinos perecieron miserablemente de diversas maneras.
Oremos.
Oh Dios, que en virtud de la palma del martirio, de un reino terreno elevaste a San Wenceslao a la gloria del reino celestial: guárdanos por sus preces de toda adversidad y concédenos el disfrutar de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.