1 de septiembre. San Gil, Abad, confesor
Gil, ateniense de regia estirpe, desde joven se consagró al estudio de las sagradas letras y a las obras de caridad con tanto ardor, que parecía indiferente a lo demás. Al morir sus padres distribuyó entre los pobres todo su patrimonio, y dio hasta su túnica para vestir a un enfermo pobre, que quedó curado al ponérsela. Temiendo Gil llegar a hacerse célebre por otros milagros, se juntó en Arlés, con San Cesáreo, de quien se separó dos años más tarde, para retirarse a un desierto, donde vivió llevando una vida de santidad, alimentándose de raíces y de la leche de una cierva que acudía en horas determinadas. Acosada por la jauría real, se refugió en la cueva de Gil, llegado a la cual el rey de Francia rogó al santo que accediera a edificar allí un monasterio. El santo se encargó a pesar suyo de la dirección del monasterio; y tras ejercer con prudencia y piedad este cargo algunos años, se durmió en el Señor.
Oremos.
Te rogamos, Señor, que interceda ante ti la oración de tu Santo abad Gil; para que consigamos los bienes que nuestros méritos no alcanzan. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.
R. Amén.