DÍA 3. SANGRE DE CRISTO, PREFIGURADA EN LOS SACRIFICIOS DE LA ANTIGUA LEY
Mes de julio a la preciosísima Sangre de Jesús
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, recitemos la siguiente oración compuesta por san Alberto Magno:
ORACIÓN A LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS
de San Alberto Magno
Yo te adoro, Oh Preciosa Sangre de Jesús, flor de la creación, fruto de virginidad, instrumento inefable del Espíritu Santo, y me regocijo al pensar que tú viniste de la gota de la sangre virginal sobre la cual el amor eterno imprimió su movimiento; Tú fuiste asumida por la Palabra y deificada en Su persona.
Yo estoy embargado de emoción cuando pienso de tu paso del corazón de la Santísima Virgen al corazón de la Palabra, y, siendo vivificada por el aliento de la Divinidad, volviéndote adorable porque te volviste la sangre de Dios.
Yo te adoro dentro de las venas de Jesús, preservada en su humanidad como el maná en la urna de oro, el memorial de la Redención eterna que El cumplió durante los días de su vida terrenal. Yo te adoro, Sangre de la nueva y eterna alianza, fluyendo de las venas de Jesús en Getsemaní, de la carne arrancada por los latigazos en el Pretorio, de sus manos y pies perforados y de su costado abierto en el Gólgota. Yo te adoro en los Sacramentos, en la Eucaristía, donde yo sé que estás sustancialmente presente...
Pongo toda mi confianza en Ti, Oh Sangre adorable, nuestra Redención, nuestra regeneración. Cae, gota a gota, en los corazones que se han alejado de Ti y suavízalos de su dureza.
Oh adorable Sangre de Jesús, lava nuestras manchas, sálvanos de la ira del ángel vengador. Irriga la Iglesia; hazla fructífera con apóstoles y trabajadores de milagros, enriquécela con almas que sean santas, puras y radiantes con belleza divina. Amén.
1. Sangre de Cristo, prefigurada en los sacrificios de la antigua ley
El sacrificio es la máxima expresión de la virtud de la religión. Por medio del sacrificio, el hombre ofrece a Dios una realidad sensible como homenaje de adoración, de expiación de los propios pecados, agradecimiento y petición. En el Antiguo Testamento, Dios estableció los sacrificios que el pueblo de Israel había de ofrecerle. Sacrificios que manifestaban el deseo del pueblo de hallar gracia ante Dios, pero que, por sí mismos, eran ineficaces.
Todo ello era figura y anuncio del único sacrificio que tiene el poder de salvar: el Sacrificio de la Cruz, porque es el sacrificio del Dios hecho hombre. El Sacrificio de Cristo en la Cruz, por ser verdadero hombre, es verdadero sacrificio; y por ser verdadero Dios, es sacrificio de valor infinito capaz de pagar la infinita deuda de nuestro pecado. Este único sacrificio se renueva sacramentalmente de forma incruenta bajo las apariencias de pan y vino cada vez que se celebra la santa misa.
La santa misa es verdadero y real sacrificio donde se realizan las figuras del Antiguo Testamento: sacrificio de expiación, sacrificio de alabanza y sacrificio de comunión, donde la sangre del Cordero Inmaculado se ofrece a Dios por nosotros y se nos da en bebida. “Éste es el cáliz de mi sangre derramada por vosotros para el perdón de los pecados” (Mateo 26, 28).
PROPÓSITO: Asistir a la santa misa con la mayor piedad, recogimiento, unción y atención ofreciéndonos con nuestra vida, trabajos y sufrimientos junto con Cristo que ofrece su sangre al Padre.
JACULATORIA: Sangre de Cristo, prefigurada en los sacrificios de la antigua ley, sálvanos.
Para finalizar:
LETANÍAS DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO