26 de julio. Santa Ana, Madre de la Santísima Virgen
Sermón de San Juan Damasceno.
Oración 2ª sobre la Nativ. de la Bienaventurada Virgen María, cerca del final.
Se nos invita a la contemplación del tálamo nupcial de santa Ana para que admiremos dos modelos: la vida conyugal en la madre, y la virginidad en la hija; la primera acaba de ser liberada de la esterilidad, y bien pronto la segunda dará a luz a Cristo, que por la virtud divina será engendrado sin seguir la ley de la naturaleza aunque sea hombre como nosotros. Con razón, Ana, llena del Espíritu de Dios, exclama en su gozo bienaventurado: Alegraos conmigo, ya que he concebido en mi seno estéril el germen que nos había sido prometido, y puedo alimentar en mi pecho, como deseé, al fruto de la bendición de lo alto. Dejé la tristeza de la esterilidad para revestirme del gozo de la fecundidad. Que Ana, adversaria de Fenena, se goce conmigo a la vista de este nuevo prodigio que Dios ha obrado en mí, como antes lo había obrado en ella.
Exulte Sara, porque el gozo de ser madre en su ancianidad prefiguraba mi concepción tardía. Celebren conmigo todas las estériles la visita que el cielo se ha dignado hacerme. Y todas las agraciadas con el don de la maternidad digan: Bendito sea el Señor, que ha oído las súplicas y ha realizado los deseos de sus sirvientas, y que, haciendo fecunda a la esposa estéril, le ha otorgado el fruto incomparable de una virgen convertida en Madre de Dios según la carne, de una virgen cuyo vientre es un cielo, ya que en él habitó Aquel que no cabe en lugar alguno. Alabemos nosotros a aquella que era tenida por estéril y ahora es madre de una Madre virgen. Digámosle con la Escritura: Dichosa la casa de David, vuestro progenitor, y el seno en el cual el Señor construyó su arca de santificación, es decir, María, que le concibió sin concurso de varón.
En verdad eres bienaventurada y tres veces santa, Ana, por haber dado a luz aquella hija a la que el Señor concedió el don de la beatitud, María, cuyo nombre es en gran manera venerable; María, que dio a luz a Cristo, flor de la vida; cuyo nacimiento fue glorioso, y su parto fue sublime. Os felicitamos oh Santa Ana, por habernos dado al que las predicciones divinas constituirán objeto de las esperanzas de todos, o sea, al hijo de la promesa. Sois bienaventurada, y bienaventurado es el fruto de vuestras entrañas. Toda lengua pía glorifica a la que habéis concebido, y toda boca anuncia, con gozo, vuestra maternidad. Era conveniente en gran manera, alabar a la que la bondad divina favoreció con un oráculo, y que nos ha dado el fruto grande y excelente del cual nació el dulce Jesús.
Oremos.
Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de que fuese madre de la Madre de vuestro unigénito Hijo: concédenos propiciamente, que cuantos celebramos su fiesta, logremos ante ti su poderoso patrocinio. Por el mismo Señor Nuestro Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.