jueves, 21 de julio de 2022

El CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ ESCUCHANDO A SUS MARÍAS Y A SUS DISCÍPULOS. San Manuel González

 

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El CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ ESCUCHANDO

A SUS "MARÍAS" Y A SUS "DISCÍPULOS"

 

Las tres palabras de san Juan

Una de las cosas que más me agradan y edifican en la lectura del santo Evangelio es la modestia con que cada Evangelista habla de sí mismo cuando ha menester su intervención en sus relatos. san Mateo, por ejemplo, es el único que cita su nombre y su despreciada profesión al contar su llamamiento al Apóstolado; los demás en cambio, callan lo infamante del oficio de su compañero.

El Evangelio de san Marcos, que también podría llamarse de san Pedro, porque de éste lo aprendió aquél, no relata de san Pedro más que lo que lo humilla y nada de lo que lo enaltece.

El Evangelio según san Juan apenas si nombra a su Autor y, siendo éste uno de los apóstoles que más debieron hablar con el Maestro, a fuer de discípulo predilecto, no cita de sus palabras y conversaciones más que tres y éstas brevísimas.

En su brevedad, sin embargo, son palabras que valen por muchos discursos.

Yo no tengo inconveniente en deciros que en esas tres palabras está toda nuestra Obra y su mejor reglamento.

Vedlas aquí:

Maestro, ¿en dónde moras? (Jn 1,38).

Señor, ¿quién es? (Jn 13,25).

Es el Señor (Jn 21,7).

Estas tres palabras se dijeron en tres tiempos distintos.

La primera en la entrevista primera con el Maestro, la segunda en la noche de la Cena cuando se anuncia la traición de Judas y la tercera en la noche de la pesca milagrosa después de la resurrección; es decir, son las palabras de la amistad que se inicia, que se estrecha y que se perpetúa.

«Maestro, ¿en dónde moras?», es la palabra del amor que busca.

«Señor, ¿quién es?», es la palabra del amor que teme.

«Es el Señor», es la palabra del amor que descansa.

Amor que busca la casa desconocida de Jesús para pasarse con Él los días y las noches; amor que teme lo único digno de temerse, la infidelidad a Jesús; amor que descansa en lo único que puede dar reposo verdadero e inalterable, la posesión de Jesús.

Marías, Discípulos, ¿no es ésa vuestra Obra?

Amar a Jesús buscándolo en sus casas desconocidas o no frecuentadas de los vecinos que las rodean; amar a Jesús temiendo sólo verlo traicionado; amar a Jesús descansando y gozándose sólo en poseerlo siempre.

¡Un solo amor y un solo Amado!, y del uno para el otro aquellas tres palabras y estas tres solas ocupaciones: buscarlo ausente, temerlo despreciado y gozarlo poseído.

¿Han sido ésas las palabras y las ocupaciones de este año?

¿Han girado todos sus días y todos los minutos de esos días en torno de vuestro Sagrario?

¿Ha estado el camino que a él conduce ocupado constantemente por ansias de encontrarlo, temores de verlo solo y alegrías de contar con Él?

Corazón de Jesús, Maestro y Señor de toda esta familia reparadora: ¿Han llegado a tus Sagrarios abandonados muchos ecos de esas palabras y muchos aromas de esas obras? ¿Y te has sentido de verdad acompañado con lo que tus Marías y tus Discípulos han dicho y hecho en torno de ellos?

A mí me halaga pensar que sí, que los años que llevas de Marías han sido para tus Sagrarios de muchas lágrimas reparadoras, de muchas palabras de consuelo y de muchos actos de amorosa compañía.

¡Siento tan animosas y esforzadas, tan despreciadoras de desaliento y obstáculos a estas huestes eucarísticas!

¡Bendito, bendito seas Tú que infundes esos alientos y alimentas esos incendios en tiempos de tantos desmayos y de tantas frialdades!

Y si me concedes que cuantos lean estas paginillas se sientan movidos a hablarte mucho y a contarte todas sus cosas a tu oído en tu Sagrario, ¡bendito, miles de veces seas!