23 de julio. San Apolinar, obispo y mártir
Apolinar se trasladó a Roma desde Antioquía, junto con San Pedro, el cual le ordenó Obispo y le envió a Ravena para predicar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Como convirtiera en esta ciudad a muchas almas a la fe cristiana, fue detenido por los sacerdotes de los ídolos y golpeado cruelmente. Merced a sus oraciones, un noble personaje, Bonifacio, mudo desde largo tiempo, recobró el habla, y una hija suya fue librada de un espíritu inmundo: estos milagros promovieron una nueva sedición contra el Santo. Le azotaron con varas y le obligaron a andar descalzo sobre carbones encendidos; mas viendo que el fuego de estos carbones no le quemaba, le expulsaron de la ciudad.
Permaneció oculto algún tiempo entre algunos cristianos, y luego se marchó a Emilia, donde resucitó a la hija del patricio Rufino; este milagro movió a toda la familia del mismo a creer en Jesucristo. Muy enojado el prefecto al saberlo, llamó a Apolinar y le intimó a que dejara de propagar la fe de Jesucristo en la ciudad. Mas no habiendo Apolinar hecho caso de tales órdenes, fue atormentado en el potro, le echaron agua hirviendo en las heridas y le golpearon la boca con una piedra; luego, le arrojaron encadenado a la cárcel. Cuatro días después, le embarcaron con destino al destierro; mas, tras un naufragio, llegó a Misia; de allí pasó a orillas del Danubio, y luego a Tracia.
Durante la permanencia en aquel país, el demonio se negó a dar respuestas en el templo de Serapis. Buscaron entonces a Apolinar, y habiéndolo encontrado, obligáronle de nuevo a embarcarse. Regresó a Ravena, en donde los mismos sacerdotes de los ídolos le volvieron a acusar, y le pusieron bajo la custodia de un centurión. Mas éste, que adoraba en secreto a Jesucristo, facilitó de noche su evasión. Al enterarse los satélites, salieron en busca suya, le hirieron y lo dejaron por muerto en el camino. Recogido por los cristianos, les exhortó a perseverar en la fe, muriendo siete días después, coronado con la gloria del martirio. Su cuerpo fue sepultado cerca de las murallas de la ciudad.
Oremos.
Oh Dios, remunerador de las almas fieles, que consagraste este día con el martirio del bienaventurado Apolinar, sacerdote tuyo, te rogamos nos concedas a nosotros, siervos tuyos, que consigamos el perdón por las preces de aquel cuya veneranda festividad celebramos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.