13 de julio. San Anacleto, Papa y Mártir
Anacleto, nacido en Atenas, gobernó la Iglesia durante el imperio de Trajano. Decretó que en la consagración de un obispo tomasen parte al menos otros tres; que los clérigos fuesen públicamente admitidos a las sagradas órdenes por su propio Obispo, y que después de la consagración comulgaran todos juntos en la Misa. Embelleció la tumba de San Pedro y señaló un lugar para la sepultura de los Papas. Ordenó en dos ordenaciones distintas celebradas en el mes de diciembre, 5 presbíteros y tres diáconos, y consagró 6 obispos. Después de ocupar la Santa Sede por espacio de 9 años, 3 meses y 10 días, recibió la corona del martirio y fue sepultado en el Vaticano.
Exp. de S. Ambrosio sobre el Salmo 118.
Sermón 21.
Los poderosos me han perseguido sin motivo, y mi corazón temió vuestras palabras. Con razón habla así el Mártir, ya que injustamente sufre las penas de las persecuciones, él, que nada arrebató, ni a nadie oprimió violentamente; no derramó la sangre de nadie, ni alimentó sentimientos adúlteros; y aunque cumplió todas las leyes, fue sometido a los mayores suplicios que se aplicaban a los malhechores. Hablando justamente, no fue atendido; hablando palabras de salud, fue perseguido, de suerte que pudo decir: “Al hablarles, me perseguían sin motivo”. Sin causa sufre la persecución, el que es perseguido sin haber cometido crimen alguno. Fue perseguido como culpable, cuando al confesar la fe era digno de alabanza. Fue tratado de mago aquél que se gloriaba en el Señor, siendo así que la piedad es el fundamento de todas las virtudes.
Es perseguido sin motivo, el que es acusado de impiedad por los impíos e infieles, cuando él enseña la fe. Mas aquel que es perseguido sin motivo, debe mostrar su fuerza, y su constancia. ¿Cómo, pues, el Profeta añadió: “Y mi corazón tembló a causa de tus palabras”? Temblar es propio de la debilidad, del temor y del miedo. Mas hay una debilidad que conduce a salud, hay un temor propio de los Santos: “Temed al Señor todos sus santos”; y “Bienaventurado el hombre que teme al Señor”. ¿Por qué es bienaventurado? Porque se complace en seguir sus mandamientos.