Homilía de maitines
1 de julio
PRECIOSÍSIMA
SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía
de san Agustín, obispo
Tratado 120 sobre
san Juan
El
evangelista ha usado una palabra cuidadosa, de forma que dijera no «golpeó» o
«hirió» su costado, u otra cosa cualquiera, sino abrió, para que la puerta de
la vida se abriera allí de donde han manado los sacramentos de la Iglesia, sin
los que no se entra a la vida que es la auténtica vida. Esa sangre ha sido
derramada para remisión de los pecados; esa agua prepara la copa saludable;
ella proporciona el baño y la bebida. Esto lo prenunciaba la puerta que Noé mando
hacer en el costado del arca, para que por ella entrasen los animales que no
iban a perecer en el diluvio, los cuales prefiguraban la Iglesia. En atención a
esto, la primera mujer fue hecha del costado del marido, que dormía, y fue nominada
vida y madre de los vivos, pues antes del gran mal de la prevaricación
significó un gran bien. Aquí, el segundo Adán, inclinada la cabeza, durmió en
la cruz para que de ahí —de eso que fluyó del costado del durmiente— le fuese
formada la esposa. ¡Oh muerte en virtud de la que los muertos reviven! ¿Qué más
limpio que esa sangre? ¿Qué más saludable que esa herida?
Discurso sobre la
pasión, 95. N.5
Los
hombres servían al demonio y eran sus esclavos, pero fueron rescatados del
cautiverio. Porque ellos pudieron venderse, más no rescatarse. Vino el Redentor
y pagó el rescate: derramando su sangre redimió el mundo entero. ¿Queréis saber
lo que compró? Ved lo que da, y sabréis lo que compra. La sangre de Jesucristo
es el precio. ¿No vale por el universo entero? ¿No vale por todas las naciones?
Muy ingratos son, pues, para con el precio de su rescate, o muy orgullosos, los
que dicen que valía tan poco, que sólo sirvió para comprar a los africanos, o
que ellos son tan grandes, que por ellos solos se pagó todo el precio. En vano
se engreirían o se enorgullecerían. Lo que dio Jesús, lo dio por todo el mundo.
Sermón 31
Tuvo Jesús sangre con cuyo
precio podía redimirnos; y con este fin, precisamente, la tomó: para que
aquella sangre fuese la que derramaría para nuestra redención. La sangre del
Señor, si queréis, ha sido dada por vosotros; mas si no queréis, no ha sido
dada por vosotros. Porque diréis tal vez: Mi Dios tuvo una sangre con la cual
podía salvarme; mas ahora, después de haber sufrido, la dio toda entera. ¿Le
queda algo todavía para darlo por mí? Mas he ahí la grandeza de su poder: la
dio toda de una vez, y la dio por todos. La sangre de Jesucristo es la
salvación del que la acepta y la condenación del que la rechaza. ¿Por qué,
pues, vacilas, tú que no quieres morir? ¿No quieres ser también librado de una
segunda muerte? Te verás libre de ella, si quieres tomar tu cruz y seguir al
Señor, pues él llevó la suya y se buscó un servidor.