EL ESCAPULARIO Y LA VIDA ETERNA.
FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
La pregunta más importante que
hemos de hacernos en nuestra vida es la que encontramos en aquel pasaje
evangélico donde un joven de buena familia y posición social, se acerca a Jesús
y le pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
¿Qué es la vida eterna? Nos
responde el Catecismo: La vida eterna es la que comienza inmediatamente después
de la muerte. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno por un
juicio particular por parte de Cristo, juez de vivos y muertos.
Vida eterna que será de
felicidad eterna para unos, Vida eterna que será condenación eterna para otros.
Y sin en esta vida podemos conformarnos pensando que los sufrimientos y las
situaciones de dificultad son pasajeros y antes o después se terminan, y este
mismo hecho de que se terminan nos ayuda a superarlos… La eternidad no tiene
esta característica de la temporalidad, la eternidad es para siempre, sin
vuelta atrás, sin posibilidad de cambio. Y no debemos engañarnos con falsos
conceptos sobre Dios y su misericordia. Dios no nos engaña y la Iglesia como
Madre y Maestra tampoco.
Por eso, entendemos que la
pregunta del joven rico, es la pregunta más importante que el hombre y la mujer
se pueden hacer para su propio bien.
Hoy, al celebrar a Nuestra
Señora del Carmen, hemos de fijar nuestra atención en el interés que la Virgen
María tiene por nuestra salvación. A ella, hemos sido entregados como hijos al
pie de la cruz en la persona de san Juan. “Mujer, he ahí a tu hijo” son las
palabras que Jesús dirige a su Madre para conferirle la maternidad sobre todos
los hombres rescatados del dominio de Satanás por el sacrificio de la cruz.
Una misión que la Virgen acoge
en la misma disposición de la Anunciación: “He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra.” Una misión que lleva a la Virgen desde ese
mismo momento a reunir en torno a sí a los discípulos de su hijo, en la
oración, en la escucha de la Palabra de Dios, en la fracción del pan y en la
caridad. Su Asunción a los cielos no la desentiende de nosotros y como afirma
la Iglesia “Una vez recibida en los cielos no dejó su oficio salvador, sino que
continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna
salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan
y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que
sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la
Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro,
Mediadora.” LG 62
A lo largo de la historia, la
Virgen María preocupada por nuestra salvación ha querido ofrecernos varios
medios de salvación, para ayudarnos en el cumplimiento de los mandamientos de
su Hijo y para que con más facilidad recorriésemos el camino de la santidad. El
rezo del rosario, la corona en memoria de sus Dolores, los primeros sábados de
mes y la devoción a su Inmaculado
Corazón, el Santo Escapulario… son de
los medios más importantes que la Virgen nos ha ofrecido y que han alcanzado
una propagación universal en toda la Iglesia.
Hoy, al celebrar a la Virgen
del Carmen, fijemos nuestra atención en esa prenda que la Virgen entregó el 16
de julio de 1251 a San Simón StocK, Padre General de la Orden del Carmen –de los
carmelitas- con una promesa: «Toma este
hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno». Esta es la primera promesa
que conlleva portar el escapulario de nuestra Señora: la preservación o
exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario
Carmelitano.
Aproximadamente 70 años después,
la Virgen enriquece su escapulario con una nueva promesa, confiada al Papa Juan
XXII que estando en oración, se le apareció la Virgen, vestida con el hábito
carmelitano, y le prometió sacar del purgatorio el sábado después de la muerte
a quien muriese con el Escapulario. La Virgen dijo al Papa: "Yo Madre de
misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de
la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario". Es lo que llamamos
Privilegio Sabatino, y que la Iglesia ha empeñado su infabilidad promulgando la
Bula Sabatina el 3 de Marzo de 1322.
Hablar del Escapulario no es hablar
de devociones pasadas, anticuadas o medievales, como algunos han querido
ridiculizar; es algo importantísimo para nosotros, pues como ya dijo el Papa
Pío XII: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución
de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la
Santísima Virgen».
Como hijos agradecidos de la
Virgen, hemos de ser astutos y servirnos de estos medios tan sencillos pero tan
profundos que ella nos ha entregado. Hemos de llevarlo si ya nos lo han
impuesto, hemos de pedir a un sacerdote que nos lo imponga si no lo hubiésemos
hecho. Hemos de llevar colgado de nuestro cuello ese santo escapulario, ya en
su forma tradicional de tela, ya en medalla, pero llevarlo, pues es el
Sacramento de la Virgen que es salvación en los peligros, prenda de paz y de
alianza eterna y signo de salvación.
El santo escapulario no es un
talismán que funcione mágicamente y nos otorgue la salvación por el simple
hecho material de colgarlo de nuestro cuello. Como todo en el ámbito de la fe,
depende de nuestras disposiciones interiores y de nuestra vida cristiana.
Para el devoto de María, no hay
camino más corto, ni más fácil, ni más seguro para llegar a Jesús que la vida
de unión con la Virgen y la imitación de sus virtudes. Al llevar el santo
Escapulario recordemos que hemos de imitar a la Virgen en su humildad y
castidad. Su forma sencilla ha de recordarnos las virtudes de la modestia, la
santa pobreza y el candor. Al llevarlo día y noche hemos de recordar la
necesidad que tenemos de orar en toda ocasión. Y como no, al llevar el
escapulario hemos de renovar nuestra
consagración al Sacratísimo e Inmaculado Corazón de la Virgen María.
Así, con el Gran San Buenaventura
podremos celebrar, experimentar y proclamar que “Hay una novena bienaventuranza. Dice así:
Bienaventurados los devotos de la Santísima Virgen, porque tendrán sus nombres
escritos en el libro de la Vida Eterna.” Así lo pedimos, para nosotros, para
nuestros familiares y amigos, para el mundo entero y para los pobres pecadores.
Amén.