LA LITURGIA ES LA OBRA PASTORAL POR EXCELENCIA.
Beato Carlos Manuel Rodriguez
¡Qué de esfuerzos hacen los
católicos, sacerdotes y seglares, para organizar tantas obras en sí útiles,
pero de segunda importancia! ¡Qué de tiempo, trabajo y afanes a ellas
dedicados! ¡Cual no sería el resultado si se tomasen el mismo interés y
dedicasen el mismo afán para promover el retorno a las cosas esenciales
mediante un nuevo descubrimiento de la Liturgia! ¡Cuánto no lograrían si
laborasen porque ésta fuese comprendida, practicada, vivida y amada a plenitud
por todo el pueblo cristiano! No se diga que el pueblo no puede entender, pues
la Liturgia es para el Pueblo Santo de Dios y no para un grupo selecto de
eruditos y estetas. En la Iglesia primitiva el pueblo entendía, ¿por qué?.. Si
en la educación litúrgica del pueblo se hubiese empleado el mismo interés y
afán que ordinariamente se emplea en la propaganda de tantas devociones y
prácticas de piedad, algunas muy excelentes y otras no tanto, hoy la Liturgia
sería la devoción popular, como lo fue en el pasado. Los fieles también forman
parte del Cuerpo Místico y mora en ellos el Espíritu Santo, quien suplirá por
lo que a ellos falte. Siendo la Liturgia la obra pastoral por excelencia, los
sacerdotes deben ser los primeros en estar convencidos de su valor, no sólo en
cuanto a los fieles se refiere, sino para su propia vida espiritual y para su
apostolado. Para emprender todo lo que envuelve la renovación litúrgica es
necesario estudiar a fondo la materia, para ver realmente de qué se trata, pues
es algo más profundo y santamente revolucionario de lo que aparece a primera
vista. La Liturgia no es un detalle, aunque importante, sino el centro y, hasta
cierto punto, el todo de la vida cristiana, por tanto, no es una utopía irreal,
lo que proponemos; no es entusiasmo de exaltado lo que nos mueve al apostolado
litúrgico. Lo que los documentos de la Iglesia ofrecen es algo muy deslumbrante
y espiritual y supone una fe muy profunda, madura y muy asimilada. Ya es hora
de que despertemos de nuestro letargo y entremos de lleno en esta renovación
que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia. No nos resistamos por ignorancia y
terquedad. Retomemos a la fuente primaria e indispensable del verdadero
espíritu cristiano. Sintamos con la Iglesia en todo. Hay que participar a
plenitud, con la inteligencia y con el corazón, con el alma y con el cuerpo,
con el rezo y con el canto, es decir, con todo nuestro ser. Hay que darle
meditación seria y estudio a este asunto de tan vital importancia. Aquellos que
tienen mayor preparación, sean sacerdotes o seglares, deben decidirse a
estudiar seriamente los documentos que a este respecto han emitido los últimos
pontífices y si es posible, leer y estudiar las obras de mayor importancia que
sobre la materia han escrito los sabios y estudiosos en este campo de la
Liturgia. Sólo así comprenderemos de qué se trata. Es algo más que cambio de
prácticas, es el cambio de toda una mentalidad.