LA FAMILIA ES AMOR
Reflexión diaria del Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia (n. 221-222)
La
familia se presenta como lugar de comunión —tan necesaria en una sociedad cada
vez más individualista—, gracias
al incesante dinamismo del amor, dimensión fundamental de la experiencia
humana, cuyo lugar privilegiado para manifestarse es precisamente la familia.
El
amor hace que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo.
Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar
libre y recíprocamente.
Gracias
al amor, realidad esencial para definir el matrimonio y la familia, cada
persona, hombre y mujer, es reconocida, aceptada y respetada en su dignidad.
Esto
pone al descubierto las carencias y contradicciones de una sociedad que tiende
a privilegiar relaciones basadas principalmente, cuando no exclusivamente, en
criterios de eficiencia y funcionalidad.
La
familia es la primera e insustituible escuela de socialidad, y ejemplo y
estímulo para el resto de las relaciones sociales en el respeto, justicia,
diálogo y amor.
Expresión de este amor y
respeto a las personas por su dignidad, está la atención esmerada de los
ancianos que viven en la familia: su presencia supone un gran valor. Los
ancianos constituyen una importante escuela de vida, capaz de transmitir
valores y tradiciones y de favorecer el crecimiento de los más jóvenes: estos
aprenden así a buscar no sólo el propio bien, sino también el de los demás. Si
los ancianos se hallan en una situación de sufrimiento y dependencia, no sólo
necesitan cuidados médicos y asistencia adecuada, sino, sobre todo, ser
tratados con amor.