1 de noviembre
FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
Comentario al Evangelio
de la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino
MATEO
5, 01-03
Y viendo Jesús a las turbas subió a un monte, y después
de haberse sentado, se llegaron sus discípulos. Y abriendo su boca, los
enseñaba, diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
ellos es el reino de los cielos". (vv. 1-3)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Todo
artífice según su profesión, se alegra viendo las oportunidades para obrar: un
carpintero, cuando ve un árbol bueno, desea cortarlo para emplearlo en obras de
su oficio; y el sacerdote, cuando ve una iglesia llena, se alegra en su
interior y se siente movido a enseñar. Así el Señor, viendo la muchedumbre se
sintió movido a predicar. Por ello dice: "Viendo Jesús las turbas subió a
un monte".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19
Aquí parece
que quiso evitar el verse envuelto por la muchedumbre y por ello subió al monte
para hablar a solas a sus discípulos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
En esto de
predicar sobre un monte y en la soledad, y no en la ciudad ni en el foro, nos
enseñó a no hacer nada por ostentación y a separarnos del tumulto,
principalmente cuando conviene dialogar de cosas importantes.
Remigio
Debe saberse
que Jesús tuvo tres sitios de refugio: la barca, el monte y el desierto, a los
cuales se retiraba cuando se veía acosado por la muchedumbre.
San Jerónimo, in Matthaeum, 5
Creen
algunos hermanos sencillos que nuestro Señor enseñó lo que sigue en el monte de
los olivos, lo que de ningún modo es verdad. Tanto por los antecedentes y los
consiguientes se demuestra el lugar, que creemos sea el Tabor o algún monte
elevado.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Subió, pues,
a un monte, primeramente para cumplir la profecía de Isaías que dice:
"Sube tú sobre un monte" ( Is 40,9); después para manifestar que el
que enseña la Palabra de Dios, lo mismo que el que la oye, deben constituirse
en cumbre de virtudes. Ninguno puede estar en el valle y hablar a la vez desde
el monte. Si estás sobre la tierra hablas de las cosas terrenas, pero si
estuvieras en el cielo hablarías de las cosas celestiales. O de otro modo,
subió al monte para manifestar que todo el que quiera conocer los misterios de
la verdad debe subir al monte de la Iglesia, de quien el profeta dice: "El
monte del Señor es un monte rico" ( Sal 67,16).
San Hilario, in Matthaeum, 4
Subió a un
monte porque colocado en la cumbre de la majestad del Padre dio los preceptos
celestiales de la vida.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
O subió al
monte para significar que eran menores los preceptos divinos que fueron dados
por Dios por medio de sus profetas al pueblo de los judíos, a quien convenía
advertir por medio del temor, y que se dispensaron mayores gracias por medio
del Hijo de Dios, cuyo pueblo era conveniente librar por medio de la caridad.
Prosigue:
"Y después de haberse sentado se llegaron a El sus discípulos".
San Jerónimo
Por lo
tanto, no habla de pie sino sentado, porque no podían entenderlo si hubiese
estado rodeado de su inmensa majestad.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Cuando uno
se sienta para enseñar demuestra la dignidad de maestro. Se acercaron sus
discípulos para que, oyendo sus divinas palabras, estuvieran más cerca de su
cuerpo los que se acercaban con el espíritu por medio del cumplimiento de los
preceptos divinos.
Rábano
Hablando en
sentido místico, el acto de sentarse del Salvador representa su Encarnación,
porque si Dios no se hubiese encarnado, el género humano no hubiese podido
subir hasta El.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19
Llama la
atención que San Mateo diga que este sermón tuvo lugar en el monte y estando
sentado el Señor. San Lucas dice que lo predicó en un sitio campestre y de pie.
En esto se manifiesta que San Mateo habla de un sermón y San Lucas de otro.
¿Qué importa el que Cristo repitiese alguna cosa que ya había dicho antes o
hacer otra vez lo que ya había hecho? Aunque esto hubiese sucedido en alguna
parte determinada del monte, se sabe que Jesucristo estuvo antes con sus
discípulos cuando eligió doce de ellos. Después bajó, no del monte, sino de la
misma cumbre del monte, a un lugar campestre, esto es, a alguna llanura del
mismo monte en donde pudiesen caber muchos. Allí estuvo de pie hasta que la
gente se reunió a su alrededor, y después, habiéndose sentado colocó cerca de
sí a sus discípulos y en esta disposición dirigió la palabra lo mismo a sus
discípulos que a la demás gente, pronunciando aquel sermón que refieren San
Mateo y San Lucas con diversa forma pero igual en el fondo.
San Gregorio, Moralia, 1,4
Como Jesús
había de expresar preceptos sublimes en el monte, se dice como introducción:
"Y abriendo su boca los enseñaba", El, que poco tiempo antes había
abierto la boca de los profetas.
Remigio
Donde se lea
que Jesús abrió la boca, entiéndase que es que va a decir grandes cosas.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Dice:
"Abriendo su boca", para que esta misma detención advierta lo largo
que ha de ser el sermón que se ha de pronunciar.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
Dice esto el
evangelista para que sepas que enseñaba su verdad, unas veces abriendo su boca,
y otras con la voz de sus obras.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Si alguno
medita de una manera piadosa y conveniente, encontrará en este sermón cuanto se
refiere a las buenas costumbres y al modo perfecto de vivir cristianamente. Por
ello concluye así el sermón: "Todo aquel que oye estas mis palabras y hace
cuanto le digo, le compararé con un hombres sabio" ( Mt 7,24).
San Agustín, de civitate Dei, 19,1
Ninguna
causa hay para el filosofar más que el fin bueno; por otra parte lo que hace a
uno bienaventurado eso es un fin bueno. Por esto comienza por la beatitud
diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu".
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
La
presunción del espíritu representa el orgullo y la soberbia. Se dice
vulgarmente que los soberbios tienen un espíritu grande y con toda propiedad,
porque el espíritu se llama viento. ¿Quién ignora que a los soberbios se les
llama inflados como si estuvieran llenos de viento? Por lo cual, aquí se
entienden por pobres de espíritu los humildes que temen a Dios, esto es, los
que no tienen espíritu que hincha.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1-2
Aquí llama
espíritu a la altivez y el orgullo. Cuando uno se humilla obligado por la
necesidad no tiene mérito, por lo cual llama bienaventurados a aquellos que se
humillan voluntariamente. Empieza cortando de raíz la soberbia y empieza así
porque la soberbia fue la raíz y la fuente del mal en el mundo. Contra ella
pone la humildad como un firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo,
todas las demás virtudes se edificarán con solidez; pero si ésta no sirve de
base, se destruye cuanto se levante por bueno que sea.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Por ello
dice claramente: "Bienaventurados los pobres de espíritu" para
manifestar así que son mendigos los que siempre escuchan a Dios. En el texto
griego dice: Bienaventurados los mendigos y los pobres. Hay muchos que son
humildes por naturaleza, no por la fe, porque no imploran la ayuda de Dios.
Pero sólo son verdaderamente humildes los que lo son según la fe.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
O pobres de
espíritu se pueden llamar también a los temerosos, a quienes tiemblan ante los
juicios de Dios, como el mismo Dios lo dice por boca de Isaías. ¿Qué más hay
que simplemente humildes? Pues humilde, aquí es ciertamente el sencillo, pero
también el muy rico.
San Agustín, de sermone Domini, 1,2
Los
soberbios apetecen los cosas de la tierra pero de los humildes es el Reino de
los Cielos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Así como
todos los vicios conducen al infierno, especialmente la soberbia, así todas las
virtudes conducen al cielo, especialmente la humildad, porque es muy natural
que sea ensalzado el que se humilla.
San Jerónimo
Bienaventurados
los pobres de espíritu, esto es, los que por obra del Espíritu Santo se hacen
pobres voluntariamente.
San Ambrosio, de officiis, 1,16
Aquí empieza
la bienaventuranza en el juicio de Dios, donde es considerada la postración
humana.
Glosa
A los pobres se ofrecen oportunamente en la vida presente las riquezas del cielo.
04
"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán
la tierra". (v. 4)
San Ambrosio, in Lucam, 5,54
Cuando me
contentase con la simplicidad y me alejase del mal, me quedara aún el moderar
mis costumbres. ¿De qué me aprovecharía carecer de los bienes de la tierra si
no fuese manso? Con todo acierto continúa: "Bienaventurados los mansos".
San Agustín, de sermone Domini, 1,2
Mansos son
aquellos que ceden a las exigencias injustas, no resisten el mal y vencen las
malas acciones con las buenas.
San Ambrosio, in Lucam 5,54
Calma tu
afecto para que no te enojes, y si alguna vez te alteras, no peques. Es muy
laudable el moderar la alteración con la reflexión y no es una virtud menor
dominar la ira que nunca airarse; porque cuando comúnmente esto es más
manejable, lo otro es más valorado.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 2
Pelean los
que no son mansos y se disputan las cosas temporales, pero siempre serán
bienaventurados los humildes, porque ellos heredarán una tierra de donde nadie
los podrá arrojar. Aquella tierra de la que se dice en el salmo: "Mi
riqueza está en la tierra de los vivos" ( Sal 140,6). Esto significa
cierta estabilidad de la eterna herencia, donde el alma descansa por el buen
afecto como en su propio lugar. Así como el cuerpo descansa en la tierra y de
allí saca su alimento, la misma es el descanso y la vida de los santos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Pero la
tierra aquí, como algunos dicen, todo el tiempo que se conserve en este estado
es tierra de muertos porque está sujeta a la vanidad. Cuando queda libre de la
corrupción entonces se convierte en tierra de vivos para que la hereden los
mortales. He leído otro expositor que dice que la tierra, de este modo
considerada, es como un cielo en el cual habrán de habitar los santos y se
llama tierra de vivos. Esto puede considerarse como un cielo inferior puesto
que se considera el cielo de arriba como superior. Otros dicen que nuestro
cuerpo es tierra, y todo el tiempo que está sujeto a la muerte se llama tierra
de muertos. Pero cuando está conforme con la gloria del cuerpo de Cristo se
llama tierra de vivos.
San Hilario, in Matthaeum, 4
El Señor
ofrece a los mansos la posesión de la tierra, esto es, de su cuerpo, aquel que
El mismo tomó. Y como por la mansedumbre de nuestro corazón habita Jesucristo
en nosotros, cuando esto sucede, también quedamos adornados con la gloria de su
cuerpo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom 15,3
O de otro
modo, Jesucristo mezcló aquí las cosas sensibles con las promesas espirituales.
Puesto que se considera que quien es manso pierde todas sus cosas, le promete
lo contrario diciendo: "Que poseerá sus cosas con perseverancia todo aquel
que no sea soberbio; el que es de otro modo, pierde muchas veces su alma y la
herencia paternal". Por lo que el profeta había dicho: "Los mansos
heredarán la tierra" ( Sal 36) y formó su sermón con las palabras
acostumbradas.
Glosa
Los mansos, que se poseyeron a sí mismos, poseerán la herencia del Padre en la vida futura. Y más es poseer que tener, puesto que muchas cosas que tenemos las perdemos al instante.
05
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados". (v. 5)
San Ambrosio, in Lucam, 5,55
Cuando hagas
esto, para que seas pobre y manso acuérdate que eres pecador y llora tus
pecados. Por eso sigue: "Bienaventurados los que lloran". Con toda
propiedad se aplica la tercera bienaventuranza al que llora sus pecados porque
la Trinidad es quien perdona los pecados.
San Hilario, in Matthaeum, 4
Se llaman
llorantes, no los que se entristecen llorando la orfandad o las afrentas u
otros daños, sino los que lloran sus pecados.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Y los que
lloran sus pecados pueden llamarse en realidad bienaventurados, pero a medias.
Más bienaventurados son aquellos que lloran los pecados ajenos, tales conviene
que sean todos los maestros.
San Jerónimo
El luto del
que se trata aquí no es por los muertos según la ley común de la naturaleza,
sino por los que han muerto a causa del pecado y los vicios. Así lloró Samuel a
Saúl ( 1Sam 16), y San Pablo a aquellos que después de sus actos de impureza
necesitaban arrepentirse ( 2Cor 12,21).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
El consuelo
de los que lloran será el luto y los que lloran sus pecados se consolarán
cuando obtengan el perdón.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,3
Y aun cuando
sea suficiente disfrutar de su perdón, no termina la retribución en el perdón
de los pecados, sino que los hace partícipes de muchos consuelos tanto para la
vida presente como para la futura. El Señor da siempre retribuciones mayores
que los trabajos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Y los que
lloran los pecados ajenos también serán consolados, puesto que cuando conozcan
en la otra vida la gran bondad de Dios, de cuyas manos nadie les podrá ya
arrebatar, y comprendan que los que se perdieron no eran de Dios, se alegrarán
de aquellos que habiendo dejado la aflicción han sido constituidos en herederos
de la gloria.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 2
El luto es
la tristeza que ocasiona la pérdida de personas queridas. Los convertidos a
Dios pierden todo lo más querido que tienen en este mundo. No se gozan en
aquellas cosas en que antes se alegraban y hasta que no posean el amor de la
cosas eternas son heridos por alguna tristeza. Se consolarán en el Espíritu
Santo, el cual con toda propiedad se llama Paráclito, lo que quiere decir
consolador, porque enriquece con la eterna alegría a los que pierden la alegría
temporal. Por lo tanto dice: "Puesto que ellos serán consolados".
Glosa
Por el luto
se entiende también dos clases de compunción, a saber, por las miserias de esta
vida y por el deseo de las cosas celestiales. Por esta causa la hija de Calef
pidió el rocío del cielo y de la tierra. Esta clase de luto no la tiene sino el
pobre y el manso, el cual como no ama al mundo porque lo considera pobre,
apetece el cielo. Por esto se ofrece oportunamente a los que lloran el
consuelo, para que el que se entristece en la vida presente goce en la vida
futura. Es mayor la retribución del que llora que la del pobre y el manso. Más
vale gozar en el Reino que tener y poseer. Tenemos muchas cosas a costa de
dolores y las poseemos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,3
Obsérvese que propuso esta bienaventuranza con cierta intención. Y por ello no dijo: "Los que se entristecen" sino "los que lloran". Nos enseñó así la sabiduría más perfecta. Pues si los que lloran a los hijos u otros individuos que han perdido, por todo el tiempo de su dolor no desean la riqueza ni la gloria, ni se consumen por la envidia, ni se conmueven por las ofensas, ni son presas de alguna otra pasión, mucho más deben observar estas cosas los que lloran sus pecados, pues llorarlos cosa digna es.
"Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos". (v.
6)
San Ambrosio, in Lucam, 5,56
Después de
llorar mis pecados empiezo a tener hambre y sed de justicia. Un enfermo cuando
padece mucho no tiene hambre. Por ello sigue: "Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia".
San Jerónimo
No nos es
suficiente el querer la justicia si no tenemos hambre de justicia. De modo que
nunca nos consideremos bastante justificados con este ejemplo, sino que
entendamos que siempre debemos tener hambre de las obras de justicia.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Toda obra
buena que no hacen los hombres con un fin bueno es desagradable delante de
Dios. Tiene hambre de justicia el que desea obrar según la justicia de Dios.
Tiene sed de justicia el que desea adquirir su ciencia.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom 15,4
Llama a la
justicia, ya universal ya particular, contraria a la avaricia. Como más
adelante hablará de la misericordia, nos dice antes cómo debemos compadecernos,
no del robo ni de la avaricia. En esto, atribuye también a la justicia lo que
es propio de la avaricia, a saber, el tener hambre y el tener sed.
San Hilario, in Matthaeum, 4
Ofrece la
bienaventuranza a los que tienen hambre y sed de justicia, manifestando que el
perfecto conocimiento de Dios es el que constituye la avidez de los santos que
no puede saciarse hasta que no habiten en el cielo. Y esto es lo que se expresa
con aquellas palabras "porque ellos serán hartos".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Con la
prodigalidad del premio de Dios, porque siempre son mayores los premios de Dios
que los deseos de los santos.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 2
Serán
también saciados en la vida presente de aquella comida de quien dice el Señor:
"Mi comida es el hacer la voluntad de mi Padre" ( Jn 4,34), la cual
es la justicia, y aquella agua, de la que todo el que bebiere: "se hará en
él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna" ( Jn 4,14).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,4
Nuevamente instituyó un premio sensible: mientras que conseguir muchas riquezas es considerado avaricia, dice en este caso lo contrario, y más bien se vale de ello para la justicia: pues quien ama la justicia, posee todo con la mayor seguridad.
07
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia". (v. 7)
Glosa
La justicia
y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia
sin misericordia es crueldad y la misericordia sin justicia es disipación. Por
ello después de la justicia habla de la misericordia diciendo:
"Bienaventurados los misericordiosos".
Remigio
Se llama
misericordioso el que tiene su corazón ocupado por la misericordia porque
considera la desgracia de otro como propia y se duele del mal de otro como si
fuera suyo.
San Jerónimo
Pero
misericordia se entiende aquí no sólo la que se practica por medio de limosnas,
sino la producida por el pecado del hermano, ayudándose así unos a otros a
llevar la carga.
San Agustín, de sermone Domini, 1,2
Llama
misericordiosos a los que socorren en las miserias porque así se les ofrece
librarles de la miseria. Y por ello sigue: "Porque ellos alcanzarán
misericordia".
San Hilario, in Matthaeum, 4
Tanto se
complace Dios en nuestra bondad para con todos, que ofrece su misericordia sólo
a los que son misericordiosos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,4
Parece que
la recompensa es igual pero en realidad es mucho mayor. La misericordia humana
no puede compararse con la misericordia divina.
Glosa
Con razón, pues, se ofrece la misericordia a los misericordiosos para que reciban más de lo que han merecido. Y así como tiene más el que recibe más de lo que puede saciarle, que aquel que tiene solamente lo necesario para la saciedad, así es mayor la gloria de los misericordiosos que la de los precedentes.
08
"Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios". (v. 8)
San Ambrosio, in Lucam, 5,57
El que
dispensa la misericordia la pierde si no se compadece con un corazón limpio,
porque si busca la jactancia pierde todo el fruto. Por ello sigue:
"Bienaventurados los limpios de corazón."
Glosa
Con toda
oportunidad se coloca en el sexto lugar la limpieza de corazón, porque en el
sexto día fue cuando el hombre fue creado a imagen de Dios, la cual se había
oscurecido en el hombre por la culpa y se restaura por la gracia en los limpios
de corazón. Con razón, pues, esta bienaventuranza se coloca aquí después de las
otras, porque si aquéllas no preceden, el corazón limpio no puede subsistir en
el hombre.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,4
Aquí llama
limpios a aquellos que poseen una virtud universal y desconocen la malicia
alguna, o a aquellos que viven en la templanza o moderación, tan necesaria para
poder ver a Dios, según aquella sentencia del Apóstol: "Estad en paz con
todos, y tened santidad, sin la cual ninguno verá a Dios" ( Heb 12,14).
Dado que muchos se compadecen en verdad, pero haciendo cosas impropias,
mostrando que no es suficiente lo primero, a saber, compadecerse, añadió esto
de la limpieza.
San Jerónimo
Como Dios es
limpio sólo puede conocerse por el que es limpio de corazón. No puede ser
templo de Dios el que no está completamente limpio, y esto es lo que se expresa
cuando dice: "Porque ellos verán a Dios".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
El que obra
y piensa en todo según la justicia, ve a Dios con su mente, porque la justicia
es imagen de Dios. En efecto, Dios es justicia. Debe saberse, por lo tanto, que
si alguno se aleja de las malas obras y practica las buenas ve a Dios según
esto, poco o mucho, por poco tiempo o para siempre, según la posibilidad
humana. En la vida futura, pues, los limpios de corazón verán a Dios cara a
cara, no en espejo o enigma como aquí lo ven.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 2
Son necios
todos aquellos que desean ver a Dios con los ojos exteriores, cuando sólo puede
verse con el corazón, según está escrito en el libro de la Sabiduría:
"Buscadlo por medio de la sencillez del corazón" ( Sab 1,1). Lo mismo
es corazón sencillo que corazón limpio.
San Agustín, de civitate Dei, 22, 29
Si los ojos,
aun los mismos espirituales en el cuerpo espiritual, podrán ver tanto cuanto
pueden éstos que ahora tenemos, sin duda alguna por medio de ellos no podremos
ver a Dios.
San Agustín, de Trinitate. 1, 8
Esta manera
de ver es un premio de la fe por la cual se limpian los corazones. Como está
escrito: "Limpiando con la fe los corazones de ellos" ( Hch 15,9).
Esto se prueba principalmente por aquella sentencia: "Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios".
San Agustin, de Genesi ad litteram, 12, 25
Ninguno que
vea a Dios vive en esta vida, en la cual se vive de una manera mortal y en
estos sentidos corporales. Por lo que si alguno no ha salido de esta vida por
medio de la muerte, o si no está totalmente separado del cuerpo, o si no vive
enajenado de los sentidos corporales, no conocerá el premio, como dice el
Apóstol, ( 2Cor 12,2) si se encuentra en el cuerpo o fuera del cuerpo, no puede
ser conducido a aquella visión de Dios.
Glosa
Mayor premio tendrán éstos que los primeros, así como en la corte de un rey están más elevados los que le ven la cara que aquellos que sólo comen de sus tesoros.
09
"Bienaventurados los pacíficos, porque se llamarán
hijos de Dios". (v. 9)
San Ambrosio, in Lucam, 5,58
Cuando
tengas toda tu alma limpia de toda culpa, procura que no nazcan disensiones ni
disputas por tu culpa. Empieza por tener paz en ti mismo y así podrás ofrecer
la paz a los demás. Y de ahí prosigue: "Bienaventurados los
pacíficos".
San Agustín, de civitate Dei, 19, 13
Es la paz la
tranquilidad del orden y el orden es la disposición por medio de la cual se
concede a cada uno su lugar, según que sean iguales o desiguales. Así como no
hay alguno que no quiera alegrarse, tampoco hay ninguno que no quiera tener
paz, como sucede cuando aquellos que quieren la guerra no buscan otra cosa que
encontrar la gloriosa paz batallando.
San Jerónimo
Los
pacíficos se llaman bienaventurados, porque primero tienen paz en su corazón y
después procuran inculcarla en los hermanos en conflicto. ¿De qué te
aprovechará el que otros estén en paz si en tu alma subsisten las guerras de
todos los vicios?
San Agustín, de sermone Domini, 1, 2
Son pacíficos
en sí mismos aquéllos que, teniendo en paz todos los movimientos de su alma y
sujetos a la razón, tienen dominadas las concupiscencias de la carne y se
constituyen en Reino de Dios. En ellos, todas las cosas están tan ordenadas,
que lo que hay en el hombre de mejor y más excelente domina a las demás
aspiraciones rebeldes, que también tienen los animales. Y esto mismo que se
distingue en el hombre (esto es, la inteligencia y la razón) se sujeta a lo
superior, que es la misma verdad, el Hijo de Dios. Y no puede mandar a los
inferiores quien no está subordinado a los superiores. Esta es la paz que se da
en la tierra a los hombres de buena voluntad.
San Agustín, in libro retractationum. 1, 19
Y no puede
suceder en esta vida que le acontezca a alguno el que no sienta esa ley de los
miembros que se opone en todo a la ley de la inteligencia. Esto es lo que hacen
los pacíficos sujetando las concupiscencias de la carne para poder venir alguna
vez a conseguir la paz completa.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Se llaman
pacíficos para otros, no sólo los que reconcilian los enemigos por medio de la
paz sino también aquellos que olvidando las malas acciones aman la paz. Aquella
paz es bienaventurada, la que subsiste en el corazón y no solamente en las
palabras. Los que aman la paz son los hijos de la paz.
San Hilario, in Matthaeum, 4
La
bienaventuranza de los pacíficos es el premio de su adopción. Y por ello se
dice: "Porque serán llamados hijos de Dios". El padre de todos es
solamente Dios, y no se puede entrar a formar parte de su familia si no vivimos
en paz mutuamente por medio de la caridad fraterna.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,4
Se llaman
pacíficos los que no pelean ni se aborrecen mutuamente, sino que reúnen a los
litigantes, éstos se llaman con propiedad hijos de Dios. Esta es la misión del
Unigénito: reunir las cosas separadas y establecer la paz entre los que pelean
contra sí mismos.
San Agustín, de sermone Domini,. 1, 2
La perfección
está en la paz, donde no hay aversión. Se llaman pacíficos los hijos de Dios,
porque nada se encuentra en ellos que se oponga a Dios, pues también los hijos
deben parecerse a sus padres.
Glosa
Tienen una gran dignidad los pacíficos, así como el que se llama hijo del rey es el más alto en el palacio real. Esta bienaventuranza se coloca en el último lugar porque antiguamente el día sábado era el día de verdadero descanso y de verdadera paz, después de pasados los siete días anteriores.
10
"Bienaventurados los que padecen persecución por
la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos". (v. 10)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,4
Una vez
explicada la bienaventuranza de los pacíficos, para que alguno no crea que es
bueno buscar siempre la paz para sí, añade: "Bienaventurados los que
padecen persecución por la justicia". Esto es, por los valores, por la
defensa de otro o por la religiosidad. Acostumbra ponerse la palabra justicia
cuando se trata de cualquier virtud del alma.
San Agustín, de sermone Domini,. 1, 2
Una vez
establecida y firmada interiormente la paz, aquel que ha de sufrir cualquier
clase de persecuciones exteriores, de cualquier manera que sea atribulado
exteriormente, dará mayor gloria a Dios.
San Jerónimo
Terminantemente
añade: "Por la justicia". Muchos sufren persecución por sus culpas,
pero éstos no son justos. A la vez téngase en cuenta que la octava
bienaventuranza concluye con el martirio.
Pseudo-Crosóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
No dijo,
pues: "Bienaventurados los que padecen persecución de los gentiles",
para que no creas que sólo es bienaventurado el que padece persecución por no
adorar los ídolos. Y por lo tanto el que sufre persecución de los herejes por
no abandonar la verdad, es bienaventurado puesto que padece por la justicia.
Además, si alguno de los poderosos, aun los que parecen cristianos, te
persiguiese cuando le reprendas por sus pecados, si éste te persigue serás
bienaventurado con San Juan Bautista. Si bien es verdad que los profetas fueron
mártires, aun cuando fueron muertos por los suyos, no dudes que todo aquél que
padece algo por la causa de Dios, aun cuando sea por los suyos, obtiene el
premio del martirio. Por esto no especifica la Escritura las personas de los
perseguidores, sino solamente la causa de la persecución, para que no te fijes
en quién es el que te persigue, sino por qué te persigue.
San Hilario, in Matthaeum, 4
Así cuenta
en la última bienaventuranza a todos aquéllos que sufren todas las cosas por
Jesucristo (quien se llama justicia), se reserva el Reino de los Cielos a
éstos, porque en el desprecio de las cosas del mundo son verdaderos pobres de
espíritu. Por ello dice: "Porque de ellos es el reino de los cielos".
San Agustín, de sermone Domini, 1, 3
La octava
bienaventuranza vuelve sobre la primera, porque la manifiesta y prueba
consumada y perfecta. Así en la primera y en la octava es donde se nombra el
Reino de los Cielos. Siete bienaventuranzas son las que perfeccionan, porque la
octava clarifica y demuestra lo más perfecto, para que por estos grados se
perfeccionen los demás, como se ofrecen en el principio.
San Ambrosio, in Lucam, 5,61
El primer
Reino de los Cielos se ofrece a los santos en la disolución de su cuerpo y el
segundo consiste en estar con Cristo después de la resurrección. Después de la
resurrección empezarás a poseer la tierra, cuando hayas sido librado de la
muerte, y en esta misma posesión encontrarás tu consuelo. El gozo sigue a la
consolación y al gozo sigue la divina misericordia. El Señor llama a aquel de
quien se apiada y éste, llamado así, ve al que lo llama. Y el que ve a Dios es
recibido en el derecho de la divina generación. Finalmente, como hijo de Dios disfruta
de las riquezas del Reino de los Cielos. Aquél, pues, empieza y éste queda
satisfecho.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,5
No te
admires, pues, si en cada una de estas bienaventuranzas no oyes la palabra
reino, porque cuando dice "serán consolados", "alcanzarán
misericordia" y otras cosas por el estilo, está insinuando de una manera
oculta, el Reino de los Cielos. Esto es para que ya no esperes cosa alguna
sensible, ni tampoco se considere como bienaventurado aquel que es coronado con
las cosas que proceden de esta vida.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 4
Debemos fijarnos atentamente en el número de estas sentencias. En estos siete grados conviene observar la obra septiforme del Espíritu Santo que describe Isaías ( Is 11). Pero aquél empieza por lo más alto y éste por lo más bajo, porque allí se enseña que el Hijo de Dios habrá de bajar a lo más humilde, y aquí que el hombre, de lo más bajo habrá de elevarse hasta unirse con Dios. En estas cosas lo primero es el temor, que conviene a los hombres humildes, de quienes se dice: "Bienaventurados los pobres de espíritu", esto es, no los que saben las cosas elevadas, sino los que temen. La segunda es la piedad, que conviene a los mansos, porque el que busca piadosamente, honra, no reprende, no resiste, lo cual es hacerse manso. La tercera es la ciencia, que conviene a los que lloran, los que aprendieron por qué males han sido oprimidos, siendo así que pedían los bienes. La cuarta es la fortaleza, que conviene a los que tienen hambre y sed, porque deseando la alegría sufren por los verdaderos bienes, deseando separarse de los bienes terrenos. La quinta es el consejo y conviene a los misericordiosos, porque es el único remedio para librarse de tantos males, perdonar a unos y dar a otros. La sexta es el entendimiento y conviene a los limpios de corazón, los cuales, una vez limpio el ojo, pueden ver lo que el ojo no vio. La séptima es la sabiduría, que conviene a los pacíficos, en los cuales ninguna disposición es rebelde, sino que obedece al espíritu. Un solo premio que es el Reino de los Cielos se designa de varias maneras. En el primero (como convención), está colocado el Reino de los Cielos, que es el principio de la sabiduría perfecta. Como si dijera: "El principio de la sabiduría es el temor de Dios" ( Sal 110,10). A los mansos, se concede la herencia del reino de los cielos como testamento de un padre hacia los que le buscan con piedad. A los que lloran se les ofrece el consuelo como conociendo lo que han perdido, y en qué cosas han tomado parte. A los que tienen hambre se les ofrece la saciedad, como premio que alienta a trabajar por la eterna salvación. A los misericordiosos se les ofrece misericordia, porque usan del mejor consejo para que se les ofrezca lo que ellos ofrecen. A los limpios de corazón la facultad de ver a Dios como a los que tienen ojo limpio para entender las cosas eternas. Y a los pacíficos se les concede la semejanza de Dios. Todas estas cosas pueden cumplirse en esta vida, así como sabemos que se cumplieron con los Apóstoles, porque lo que se ofrece después de esta vida no puede explicarse con palabras.
11-12
"Bienaventurados sois cuando os maldijeren y os
persiguieren y dijeren todo mal contra vosotros, mintiendo por mi causa. Gozaos
y alegraos, porque vuestro galardón muy grande es en los cielos, pues así
también persiguieron a los profetas, que fueron antes que vosotros". (vv.
11-12)
Rábano
Dirigía
Jesús principalmente las anteriores sentencias. Empieza a hablar impulsando a
los presentes, prediciéndoles las persecuciones que habían de sufrir por su
nombre y diciendo: "Bienaventurados sois cuando os maldijeren los hombres
y os persiguieren y dijeren todo mal contra vosotros".
San Agustín, de sermone Domini,. 1, 5
Conviene
aclarar la importancia de lo que dice: "cuando os maldigan y digan todo
mal", porque maldecir es decir lo malo. Pero otra cosa es la maledicencia,
ya sea dicha con afrenta en presencia de aquel que se maldice, o bien cuando se
hiere la fama de aquel que está ausente. Perseguir es como obligar por la
fuerza o tender emboscadas por la violencia.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Mattheus, hom. 9
Si, pues, es
verdad que el que ofrece una copa de agua no pierde su premio, también lo es
que el que sufre la injuria de una palabra leve no quedará privado del premio.
Para que un maldecido sea bienaventurado, deben ocurrir dos cosas: que sea
maldecido con mentira y por causa de Dios. De otro modo, si faltase una de
estas cosas, no obtendrá el premio de la bienaventuranza. Y por ello dice:
"Mintiendo por mí".
San Agustín, de sermone Domini,. 1, 5
Lo cual
considero añadido por aquellos que quieren gloriarse de las persecuciones y de
la fama de sus malas obras. Por ello dicen que Cristo les pertenece porque se
habla mal de ellos. En cambio, cuando se habla bien, se conoce desde luego el
error de aquéllos. Y si alguna vez se jactan de cosas falsas no puede decirse
que sufren estas cosas por Cristo.
San Gregorio, homiliae in Hiezechihelem prophetam, 9
¿Qué importa
que los hombres nos deshonren si nuestra conciencia sola nos defiende? Sin
embargo, así como no debemos instigar intencionadamente las lenguas de los que
maldicen para que no perezcan, así debemos sufrir con ánimo tranquilo las que
son instigadas por su propia malicia, para que nuestro mérito crezca. Por ello
se dice aquí: "Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es muy grande en
el Reino de los Cielos".
Glosa
Gozaos con
la inteligencia y alegraos con el cuerpo, porque vuestro premio no sólo es
grande como el de otros, sino abundante en los cielos.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 5
No me
refiero aquí a las partes superiores de este mundo visible a las que llamamos
cielos, porque nuestro galardón no debe encontrarse en las cosas visibles, sino
en los cielos espirituales donde habita la justicia sempiterna. Experimentan ya
este premio los que gozan de bienes espirituales, pero se habrá de perfeccionar
cuando concluya esta vida mortal.
San Jerónimo
Debemos
gozarnos y alegrarnos porque se nos prepara un premio en el Reino de los
Cielos, el cual no podrán conseguir los que siguen en la vanagloria.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Mattheus, hom. 9
Cuanto más
se alegra uno con las alabanzas de los hombres, tanto más se entristece con los
vituperios; pero el que codicia la gloria de los cielos no teme los oprobios en
la tierra.
San Gregorio, homiliae in Hiezechihelem prophetam, 9
Alguna vez,
sin embargo, debemos refrenar a los maledicientes, no sea que mientras dicen
cosas malas de nosotros, corrompan los corazones de aquellos inocentes que
debían oírnos para obrar el bien.
Glosa
No sólo con
el premio, sino también con el ejemplo exhorta Jesús a sus discípulos a tener paciencia,
cuando añade: "Pues así también persiguieron a los Profetas que fueron
antes que vosotros".
Remigio
El hombre
atribulado recibe un buen consuelo cuando recuerda los sufrimientos de otros,
de quienes recibe un ejemplo de paciencia, como si dijese: "Acordaos que
vosotros sois discípulos de Aquel de quien ya lo fueron los Profetas".
San Juan Crisóstomo, in Matthaeum, hom, 15,5
Del mismo
modo manifiesta la igualdad de su dignidad con la del Padre, como si dijese:
"Así como persiguieron a aquéllos por mi Padre, así también os perseguirán
a vosotros por mí". Cuando dice "los Profetas que fueron antes que
vosotros", en esto indica que los Apóstoles han sido hechos profetas.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 5
Puso aquí la persecución de modo genérico, tanto en la maledicencia cuanto en la laceración de la buena fama.