VI DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA TRANSFERIDO
Comentario al Evangelio
de la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino.
31-32
Otra parábola les propuso diciendo: "Semejante es
el reino de los cielos a un grano de mostaza que tomó un hombre y sembró en su
campo: ésta en verdad es la menor de todas las simientes: pero después que
crece, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que las aves
del cielo vienen a anidar en sus ramas". (vv. 31-32)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
Había dicho
el Señor que se pierden tres partes de la simiente, y sólo una se conserva, y
en esta última hay también mucha pérdida a causa de la cizaña que sobre ella se
siembra. Y a fin de que sus discípulos no le dijeran: ¿Quiénes y cuántos serán,
pues, los fieles? les quita ese temor con la parábola del grano de mostaza. Y
por eso se dice: "Otra parábola les propuso, diciendo: semejante es el
reino de los cielos a un grano de mostaza", etc.
San Jerónimo
Se entiende
por reino de los cielos la predicación del Evangelio y el conocimiento de las
Escrituras que conduce a la vida, sobre la cual se dice a los judíos: "Se
os quitará el reino de Dios" ( Mt 21,43); semejante es, pues, este reino
de los cielos al grano de mostaza.
San Agustín, quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12
El grano de mostaza figura el fervor de la fe, porque se dice de ella que arroja los venenos, esto es, las doctrinas depravadas.
Sigue: "Que tomó un hombre y sembró en su
campo".
San Jerónimo
Entienden muchos por el hombre que sembró en su campo al Salvador, que es quien siembra en las almas de los fieles; otros dicen que es el hombre mismo el que siembra en su campo, es decir, en su corazón. ¿Y quién es ése que siembra, sino nuestros sentimientos y nuestra alma? Porque ésta recibe el grano de la predicación, aumenta la simiente con el riego de la fe, y la fecunda en el campo de su pecho. Sigue: "Esta, en verdad, es la menor de todas las simientes". La predicación del Evangelio es la menor de todas las enseñanzas, porque no tiene a primera vista el aspecto de la verdad, predicando a un hombre Dios, a un Dios muerto, y el escándalo de la cruz. Comparad semejante doctrina con los dogmas de los filósofos, con el brillo de su elocuencia y con el arte tan estudiado de sus discursos y veréis cómo efectivamente es menor que las demás simientes la predicación del Evangelio.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
O también es
la más pequeña la simiente del Evangelio porque los Apóstoles eran los menos
poderosos de entre los hombres, pero sin embargo, como tenían una gran virtud,
por eso se extendió su predicación por todas las partes del mundo. Por eso
sigue: "Pero después que crece es mayor que todas las legumbres",
esto es, que todos los dogmas.
San Agustín, quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12
Los dogmas de
las sectas no son más que sus propios sentimientos, es decir, lo que les
conviene.
San Jerónimo
Cuando se
han desarrollado los dogmas de los filósofos, no presentan ni energía ni
vitalidad alguna, sino que todos ellos son débiles y macilentos y producen
legumbres y yerbas que pronto se desecan y mueren. Pero la predicación del
Evangelio (que al principio parecía cosa de poca importancia), bien se la
considere en las almas de los fieles, bien se la mire en todo el mundo, no se
levanta en legumbres, sino que crece en un árbol, de suerte que las aves del
cielo, es decir, las almas de los fieles o las virtudes, que combaten por el
servicio de Dios, vienen y habitan sobre sus ramas. Por eso sigue: "se
hace un árbol de manera que las aves del cielo vienen y anidan entre sus
ramas". Yo pienso que por los ramos del árbol evangélico que crecieron del
grano de mostaza debe entenderse la variedad de dogmas, sobre los cuales
descansan la multitud de aves de que acabamos de hablar. Tomemos, pues,
nosotros, las plumas de la paloma, a fin de que volando a las cosas más altas
podamos habitar en las ramas de ese árbol, colocar nuestros nidos en las
verdades, y huyendo de la tierra subir con prontitud al cielo.
San Hilario, in Matthaeum, 13
O también, el Señor se compara a sí mismo al grano de mostaza, semilla pequeña, pero picante, y que tiene la propiedad de encenderse con la presión.
San Gregorio Magno, Moralia, 19,1
Es, en
verdad, El mismo el grano de mostaza que, plantado en el huerto de la
sepultura, se elevó como un árbol grande. Fue grano cuando murió; árbol cuando
resucitó; grano por la humildad de la carne, árbol por el poder de la majestad.
San Hilario, in Matthaeum, 13
Después que
el grano fue lanzado al campo (es decir, cuando el Salvador cayó en poder del
pueblo y entregado a la muerte, fue enterrado como en el campo, y como sembrado
su cuerpo), creció más que el tallo de todos los frutos, y excedió a la gloria
de todos los profetas. Como una suerte de hortaliza fue dada la predicación de
los profetas fue al enfermo Israel. Pero ahora, las aves del cielo habitan las
ramas del árbol. Es decir, entendemos por ramas del árbol a los apóstoles
extendidos por el poder de Cristo, y dando sombra al mundo, volarán hacia todas
las naciones para hallar la vida y, maltratados por los huracanes -esto es, por
el espíritu y las tentaciones del diablo-, en las ramas de ese árbol
encontrarán el descanso.
San Gregorio Magno, Moralia, 19,1
Sobre estas ramas descansan las aves, porque las almas justas que se elevan de los pensamientos mundanos con las alas de las virtudes respiran lejos de esas fatigas, recibiendo las palabras y consuelos sobrenaturales.
33
Les dijo otra parábola: "Semejante es el reino de
los cielos a la levadura que toma una mujer, y la esconde en tres medidas de
harina hasta que todo ha fermentado". (v. 33)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2.
El Señor
para demostrar la misma verdad les pone la siguiente parábola: "Semejante
es el reino de los cielos a la levadura", que es como si dijera: a la
manera que la levadura cambia toda la harina en su sustancia, así también
vosotros cambiaréis todo el mundo. Y reparad aquí la prudencia de Cristo: alega
como ejemplo una cosa natural, a fin de hacernos ver que así como es imposible
el que no se verifique ese cambio, así también es imposible el que no suceda lo
otro. No dijo el Señor simplemente: "Que puso", sino que
"esconde"; que es como si hubiera dicho: de la misma manera vosotros,
después que hubiéreis estado sometidos a vuestros enemigos, triunfaréis sobre
ellos. Y así como el fermento se va corrompiendo pero no se destruye, sino que
poco a poco cambia toda la masa en su propia naturaleza, así sucederá en
vuestra predicación. No temáis las muchas persecuciones que os he anunciado
vendrán sobre vosotros. Ellas os servirán para que brilléis más y triunfaréis
de todas. El Señor habla aquí de tres medidas, pero este número debe tomarse en
sentido indeterminado.
San Jerónimo
La medida de
que aquí habla es una medida que estaba en uso en Palestina, y equivale a un
modio y medio.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,12
O también,
el fermento significa la caridad, porque la caridad estimula y excita el
fervor. La mujer figura la sabiduría; las tres medidas los tres grados de
caridad manifestados en estas palabras: "Con todo el corazón, con toda el
alma y con toda la inteligencia" ( Mt 22), o también aquellas tres
recolecciones que han producido: "El ciento, el sesenta y el
treinta". O aquellas tres clases de hombres: Noé, Daniel y Jacob ( Ez 14).
Rábano
Y se dice:
"Hasta que ha fermentado todo". Porque la caridad escondida en
nuestra alma debe crecer hasta que la haga perfecta. Lo que tiene principio en
esta vida adquiere su perfección en la venidera.
San Jerónimo
O de otra
manera, me parece que la mujer que toma el fermento y lo esconde, representa la
predicación apostólica, o la Iglesia formada de diversas naciones. Ella toma el
fermento, es decir, la inteligencia de las Escrituras, y lo esconde en las tres
medidas de harina: el espíritu, el alma y el cuerpo, a fin de que, reducidos a
la unidad, no haya divergencia entre ellos. O de otra manera. Leemos en Platón,
que en el alma hay tres facultades: la parte racional, la parte irascible y la
concupiscencia. Y nosotros, si hemos recibido la levadura del Evangelio,
poseemos la prudencia en la razón; en la ira el odio contra los vicios; en la
concupiscencia el deseo de las virtudes, y todo esto es resultado de la
doctrina evangélica que nos dio nuestra madre la Iglesia. Diré también la
interpretación que dan algunos. Dicen que la referida mujer figura la Iglesia
que mezcla la fe del hombre con las tres medidas de harina, es decir, la fe en
el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y cuando toda esta fe ha
fermentado, nos encontramos no con tres creencias en Dios, sino con una sola y
en un solo Dios. Esta es a la verdad una interpretación piadosa, pero nunca
estas interpretaciones dudosas y parábolas pueden servir de punto de apoyo para
probar los dogmas.
San Hilario, in Matthaeum, 13
El Señor se compara a sí mismo con la levadura. Porque la levadura, que es hecha de harina, tiene la propiedad de comunicar a todas las harinas de su especie la virtud que ha recibido; y la mujer, esto es, la sinagoga, esconde esta levadura mediante su condenación a morir; y la levadura echada en tres medidas de harina, es decir, en la de la ley, en la de los profetas y en la de los Evangelios, no forma de los tres elementos más que una sola creencia, de manera que en los progresos del Evangelio están cumplidos lo que estableció la ley y anunciaron los profetas. Aun cuando ya he hecho mención de que muchos entienden por las tres medidas de harina la vocación de las tres naciones formadas por Sem, Cam y Jafet, no sé, sin embargo, si es conforme a razón esta opinión, porque aun cuando todas las naciones han sido llamadas al Evangelio, no se puede decir que todas han ocultado a Cristo. Al contrario, lo han esclarecido, y desde luego no ha fermentado en tanta multitud de naciones toda la levadura.
34-35
Todas estas cosas habló Jesús al pueblo por parábolas y
no les habló sin parábolas, para que se cumpliese lo que había dicho el
profeta, que dice: Abriré en parábolas mi boca: rebosaré cosas escondidas desde
el establecimiento del mundo. (vv. 34-35)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Después de
las anteriores parábolas, y para que nadie creyese que Cristo introducía
novedades, el evangelista alega al profeta que había profetizado hasta esta
misma manera de predicación. Y por eso dice: "Todas estas cosas
habló", etc., y San Marcos, dice: "Por lo mismo que podían comprender,
les hablaba por parábolas" ( Mc 4,33). No es de admirar, por consiguiente,
si al tratar de su reino hace mención del grano de mostaza y de la levadura,
porque se dirigía a hombres ignorantes y a quienes era preciso persuadir de
esta manera.
Remigio
La palabra
griega parábola significa en latín comparación, la cual sirve para demostrar la
verdad. Porque con la comparación se manifiestan ciertas figuras de palabra e
imágenes de la verdad.
San Jerónimo
Mas no
hablaba el Señor en parábolas a los discípulos, sino a las turbas, y aun hoy
día escuchan las turbas las parábolas, y por esta razón se dice: "Y no les
hablaba sino en parábolas".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Aunque en
muchas ocasiones habló a las turbas sin parábolas, pero no en esta
circunstancia.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,14
O bien, el evangelista puso esto, no porque el Señor no haya hablado nunca en términos propios, sino porque no hay discurso suyo en que no haya expresado algunas cosas por algunas parábolas, y aun haya mezclado el sentido propio con el parabólico de tal manera que frecuentemente todo su discurso no es más que un tejido de parábolas, y no se encuentra uno solo en que no entre la parábola. Entiendo por discurso entero cuando el Señor habla de una cosa y no pasa a otra hasta que la ha desenvuelto completamente. Algunas veces, efectivamente, un evangelista presenta en un solo discurso lo que otro refiere como acontecido en distintas circunstancias, siguiendo en esta relación no el orden real de los acontecimientos, sino el de sus recuerdos.
La razón de
por qué el Señor hablaba en parábolas, la da el mismo evangelista, cuando
añade: "Para que se cumpliese lo que había sido anunciado por el
profeta", etc.
San Jerónimo
Este
testimonio está tomado del Salmo 77 ( Sal 77,2). En algunos ejemplares, en
lugar de lo que dice la Vulgata: "Para que se cumpliese lo que había sido
anunciado por el profeta", se lee: "Lo que había sido dicho por el
profeta Isaías".
Remigio
Porfirio se
vale de esto para hacer la siguiente objeción a los fieles: "Vuestro
evangelista ha sido tan ignorante, que ha atribuido a Isaías lo que se lee en
los salmos", es decir, que acusa a la Iglesia como si hubiera referido ese
pasaje tomándolo de la profecía de Isaías.
San Jerónimo
Pero como
este pasaje no se encontraba en Isaías, creo que algunas personas prudentes
habrán hecho desaparecer del texto el nombre del profeta. Soy del parecer que
se escribió al principio de esta manera. Fue escrito por el profeta Asaph,
porque el Salmo 77, de donde está tomado este pasaje, lleva la inscripción:
"Al profeta Asaph". Los primeros copistas no comprendieron el nombre
de Asaph, y creyendo que era un error del escritor, sustituyeron el nombre de
Asaph por el de Isaías, que era más conocido. Es de observar que no sólo David
debe llamarse profeta, sino todos los demás cuyos nombres están escritos en los
salmos, en los himnos y en los cánticos divinos, tales son, Asaph, Idithum,
Emma y todos los demás de que hacen mención las Escrituras. Y con respecto a lo
que se dice de la persona de Cristo: "Abriré mi boca en parábolas",
es preciso considerarlo con mucha atención, y de esta manera veremos descrita
la salida de Israel de Egipto, y referidos los milagros contenidos en el Exodo.
De donde podemos colegir que todo lo que se dice en este libro divino debe
entenderse en sentido parabólico y como manifestando cosas misteriosas. Estas
verdades misteriosas son las que promete el Señor revelar cuando dice:
"Abriré mi boca en parábolas".
Glosa
Como si dijera: puesto que primeramente os he hablado por los profetas, ahora en mi propia persona abriré mi boca en parábolas y haré salir del tesoro de mi corazón los misterios que estaban ocultos desde el principio del mundo.