DÍA SÉPTIMO
NOVENA A LA MEDALLA MILAGROSA
Por la señal...
Señor mío Jesucristo…
ORACIÓN INICIAL
Soberana Reina de los Cielos y de la tierra, que por amor a los hombres pecadores os dignasteis apareceros a vuestra humilde sierva, Sor Catalina Labouret, con las manos cargadas de gracias celestiales en favor de los que os invocan con fe y devoción; vednos postrados ante vuestra imagen suplicándote humildemente un rayo de luz que ilumine nuestra mente y abrase nuestro corazón en vuestro santo servicio, a fin de que conociendo vuestras misericordias encerradas en vuestra Santa Medalla, logremos participar de vuestros merecimientos y conseguir por ello la salvación de nuestra alma.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA SÉPTIMO
Virgen Inmaculada, que como tal os presentáis en vuestra Medalla, para que todos fijemos nuestros ojos en ese acabado modelo de pureza y santidad. Atraednos dulcemente hacia Vos con aroma de tan excelsas virtudes. Sed la estrella que guíen nuestros pasos con esos rayos divinos durante esta larga peregrinación. Oíd nuestros ruegos sobre todo en el momento de la tentación, y no permitáis que el vicio impuro, tan aborrecido de Vos, tenga jamás entrada en nuestro corazón, a fin de que imitándoos en esta virtud tan hermosa y agradable a los ojos de Dios, logremos ser admitidos en los eternos tabernáculos del Cordero celestial. Amén.
Ejemplo
Era una tarde del mes de septiembre de 1958 en una de las camas de la Casa de Salud reposaba un buen hombre que hacía apenas 24 horas había sufrido una operación para extraer una catarata del ojo izquierdo. El enfermo, que tenía ardientes deseos de recuperar la vista por cuya pérdida venía sufriendo mucho, desde varios meses, seguía escrupulosamente todas las prescripciones del cirujano por lo que permanecía inmóvil con los dos ojos vendados, guardando en cama, la quietud requerida en estos casos.
Todo iba bien, el doctor estaba seguro del éxito, el enfermo abrigaba la dulce esperanza de volver a contemplar los bellos paisajes de su pueblecito que tanto le hacían gozar, cuando una pelota arrojada con mucha fuerza penetró por la ventana medio abierta y fue a caer en la cara del enfermo, lastimando el ojo recién operado. El dolor ocasionado por el golpe fue agudísimo, el pobre hombre que hasta entonces no había preferido una queja, se retorcía lanzando gritos, la cura que cubría el ojo se manchó de sangre. El médico llegó inmediatamente para prestar al enfermo los cuidados que el caso requería; pero pasaron varios días sin esperanza de que el ojo se pudiera salvar.
Todas las personas que se enteraron del accidente encomendaron al enfermo con mucho fervor a la Santísima Virgen y una Medalla Milagrosa se colocó muy cerca del ojo dañado. Ocho días después el médico ordenó pasar al enfermo a la clínica para curarlo, descubre el ojo que se encuentra perfectamente bien. La Santísima Virgen lo había curado.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa y para más obligarla, rezaremos tres Avemarías.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Yo os saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y os elijo por mi amantísima Madre. Os suplico que me admitáis por hijo y siervo vuestro, pues yo no quiero tener otra Madre y Señora que a Vos. Os ruego también, ¡oh piadosa y tierna Madre mía!, que me gobernéis y defendáis en todas las acciones de mi vida porque soy un pobre infeliz mendigo, que en todos los instantes necesito de vuestra ayuda y protección. Ea, Virgen Santísima, hacedme participante de todos vuestros bienes y de vuestras virtudes, principalmente de vuestra santa humildad, de vuestra excelsa pureza, de vuestra ardiente caridad; pero sobre todo alcanzadme la gracia que os pido en esta novena. No me digáis, ¡oh Madre benignísima!, que no podéis concedérmela, porque vuestro amantísimo Hijo os ha dado todo poder tanto en el Cielo como en la tierra. También estoy seguro que no me desecharéis, porque Vos sois la Madre común de todos los hijos de Adán, y singularmente lo sois mía. Ya pues, que sois mi Madre y al mismo tiempo sois poderosísima, ¿qué es lo que podrá moveros a negarme vuestra excelencia? Atended, Madre mía, mandad, que en calidad de tal estáis en cierta manera obligada a concederme lo que os pido y acceder a mis ruegos. Sed, pues, bendita y ensalzada en el Cielo y en la tierra; alcanzadme de Dios que haga participante de todos los bienes y de todas las gracias que sean del agrado de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, objeto de todo mi amor ahora y por todos los siglos. Amén.
GOZOS EN HONOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN VENERADA EN LA MEDALLA MILAGROSA
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La medalla prodigiosa
A vos, purísima Virgen,
Debe el principio y origen
En una visión dichosa.
Todos por eso a porfía
Desean su adquisición.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Este emblema celestial
Infunde pena, furor,
Desesperación y horror
A la serpiente infernal.
¿Qué extraño, si su malicia
Ve en ella su confusión?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los brillantes resplandores
Que vuestras manos despiden,
Son las gracias que reciben
De Vos los hombres viadores.
¿Quién es el que no confía
Vista tal demostración?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
¿Quién podrá contar, Señora,
Los prodigios que habéis hecho
Con el que llevara al pecho
La medalla y os implora?
Llevémosla noche y dia
Con tierna veneración.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
El rayo, la tempestad,
El contagio inevitable,
De esta medalla admirable
Huyen con velocidad:
La virtud que los desvía
La da vuestra intercesión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La tentación mas violenta
Resiste, calma y abate,
El fiel que en todo combate
Este escudo fuerte ostenta,
Su constancia no varía,
Si os ruega de corazón.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Las olas del mar furioso
Que espantan al que navega,
Pierden la fuerza si ruega
Ante este signo glorioso,
Porque Vos sois norte, guía
Y puerto de salvación.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los enfermos desahuciados
Buscan con solicitud
En la medalla salud,
Y no quedan defraudados:
Sanos, llenos de alegría
Dicen con dulce emoción.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los hombres mas obstinados
En la impiedad y en el vicio
Del eterno precipicio
Con ella han sido librados:
Pues por Vos, dulce María
Lograron su conversión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Madre en gracia concebida
Rogad, Señora, por nos
Que recurrimos a Vos
En tan miserable vida:
Muéstrate clemente y pía
Ahora y en toda ocasión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
℣. Ruega por nosotros, ¡oh Santa María!, Reina concebida sin pecado original.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Señor Jesucristo, que quisiste esclarecer a la Santísima Virgen María, tu Madre, Inmaculada desde su origen, con innumerables milagros: concédenos que cuantos imploramos siempre su patrocinio, consigamos los gozos eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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Oh María, sin pecado concebida,
Rogad por nosotros que recurrimos a vos.
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Querido hermano, si te ha gustado esta novena, compártala con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.