DÍA SEXTO
NOVENA A LA MEDALLA MILAGROSA
Por la señal...
Señor mío Jesucristo…
ORACIÓN INICIAL
Soberana Reina de los Cielos y de la tierra, que por amor a los hombres pecadores os dignasteis apareceros a vuestra humilde sierva, Sor Catalina Labouret, con las manos cargadas de gracias celestiales en favor de los que os invocan con fe y devoción; vednos postrados ante vuestra imagen suplicándote humildemente un rayo de luz que ilumine nuestra mente y abrase nuestro corazón en vuestro santo servicio, a fin de que conociendo vuestras misericordias encerradas en vuestra Santa Medalla, logremos participar de vuestros merecimientos y conseguir por ello la salvación de nuestra alma.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA SEXTO
No es posible dudar, cariñosa Madre, de la ciencia sobrenatural que habéis concedido a vuestra Medalla. Decías a Sor Catalina: «Cuantos llevaren puesta esta Medalla y rezaren devotamente su oración, experimentarán mi protección». Así lo vemos confirmado con tantos estupendos prodigios y conversiones de obstinados pecadores, que al contacto de vuestra Medalla se vuelven a Dios en demanda de perdón, llorando su enmienda. ¡Ah! La Medalla Milagrosa es obra de María, que nos la ha traído del Cielo para enriquecer a los mortales con los tesoros celestiales. Felices aquellos que la portan con devoción porque después de ampararles en la vida, será en la hora de su muerte llave dorada que les abrirá las puertas de la gloria. Así sea.
Ejemplo
Había venido a la capital por unos negocios un señor de una aldea lejana, con su hijo, niño de unos 7 a 8 años. En la ciudad se encontraron con una Hermana que le ofreció al niño una Medalla Milagrosa, diciéndole que la Santísima Virgen le libraría de los peligros, lo que los llenó de contento. El niño tenía la Medalla colgada al cuello con toda devoción y orgullo. Un día que andaba de paseo en el bosque en un camino angosto, el niño con una gran caña de azúcar en la mano y el padre detrás, se paró de repente el chiquito, como se hubiera trabado la caña en una rama; pero cuál no fue el espanto de ambos al ver bajar por la misma una enorme serpiente que se enrolló en un momento al cuerpo del niño. Aterrados, suspensa la respiración, inmóviles esperaban un fatal desenlace; pero bajó el animal, llegó al suelo y siguió su camino sin hacer ningún daño al niño. Cuando desapareció la fiera, exclamó el niño: “Padre mi medalla, mi medallita me ha salvado”.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión
poderosa y para más obligarla, rezaremos tres Avemarías.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Yo os saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y os elijo por mi amantísima Madre. Os suplico que me admitáis por hijo y siervo vuestro, pues yo no quiero tener otra Madre y Señora que a Vos. Os ruego también, ¡oh piadosa y tierna Madre mía!, que me gobernéis y defendáis en todas las acciones de mi vida porque soy un pobre infeliz mendigo, que en todos los instantes necesito de vuestra ayuda y protección. Ea, Virgen Santísima, hacedme participante de todos vuestros bienes y de vuestras virtudes, principalmente de vuestra santa humildad, de vuestra excelsa pureza, de vuestra ardiente caridad; pero sobre todo alcanzadme la gracia que os pido en esta novena. No me digáis, ¡oh Madre benignísima!, que no podéis concedérmela, porque vuestro amantísimo Hijo os ha dado todo poder tanto en el Cielo como en la tierra. También estoy seguro que no me desecharéis, porque Vos sois la Madre común de todos los hijos de Adán, y singularmente lo sois mía. Ya pues, que sois mi Madre y al mismo tiempo sois poderosísima, ¿qué es lo que podrá moveros a negarme vuestra excelencia? Atended, Madre mía, mandad, que en calidad de tal estáis en cierta manera obligada a concederme lo que os pido y acceder a mis ruegos. Sed, pues, bendita y ensalzada en el Cielo y en la tierra; alcanzadme de Dios que haga participante de todos los bienes y de todas las gracias que sean del agrado de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, objeto de todo mi amor ahora y por todos los siglos. Amén.
GOZOS EN HONOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN VENERADA EN LA MEDALLA MILAGROSA
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La medalla prodigiosa
A vos, purísima Virgen,
Debe el principio y origen
En una visión dichosa.
Todos por eso a porfía
Desean su adquisición.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Este emblema celestial
Infunde pena, furor,
Desesperación y horror
A la serpiente infernal.
¿Qué extraño, si su malicia
Ve en ella su confusión?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los brillantes resplandores
Que vuestras manos despiden,
Son las gracias que reciben
De Vos los hombres viadores.
¿Quién es el que no confía
Vista tal demostración?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
¿Quién podrá contar, Señora,
Los prodigios que habéis hecho
Con el que llevara al pecho
La medalla y os implora?
Llevémosla noche y dia
Con tierna veneración.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
El rayo, la tempestad,
El contagio inevitable,
De esta medalla admirable
Huyen con velocidad:
La virtud que los desvía
La da vuestra intercesión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La tentación mas violenta
Resiste, calma y abate,
El fiel que en todo combate
Este escudo fuerte ostenta,
Su constancia no varía,
Si os ruega de corazón.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Las olas del mar furioso
Que espantan al que navega,
Pierden la fuerza si ruega
Ante este signo glorioso,
Porque Vos sois norte, guía
Y puerto de salvación.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los enfermos desahuciados
Buscan con solicitud
En la medalla salud,
Y no quedan defraudados:
Sanos, llenos de alegría
Dicen con dulce emoción.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los hombres mas obstinados
En la impiedad y en el vicio
Del eterno precipicio
Con ella han sido librados:
Pues por Vos, dulce María
Lograron su conversión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Madre en gracia concebida
Rogad, Señora, por nos
Que recurrimos a Vos
En tan miserable vida:
Muéstrate clemente y pía
Ahora y en toda ocasión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
℣. Ruega por nosotros, ¡oh Santa María!, Reina concebida sin pecado original.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Señor Jesucristo, que quisiste esclarecer a la Santísima Virgen María, tu Madre, Inmaculada desde su origen, con innumerables milagros: concédenos que cuantos imploramos siempre su patrocinio, consigamos los gozos eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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Oh María, sin pecado concebida,
Rogad por nosotros que recurrimos a vos.
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Querido hermano, si te ha gustado esta novena, compártala con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.