Homilía de maitines
XV DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía de San Agustín, Obispo
Sermón 44 sobre las Palabras del Señor
Si
la resurrección de aquel joven llenó de júbilo a la viuda, su madre, también
nuestra madre la Santa Iglesia se
regocija al ver los hombres que cada día resucitan espiritualmente. Aquél había
muerto a la vida del cuerpo; éstos a la del alma. La muerte visible de aquel
era llorada visiblemente. Pero la muerte invisible de éstos, nadie la llora ni
siquiera la conoce. Preocupase de estos muertos
el único que los conoce, y sólo los conoce el que puede devolverles la
vida. En efecto, si el Señor no hubiera venido para resucitar estos muertos, no
hubiera dicho el Apóstol: “Levántate, tú que duermes, y resucita de la muerte,
y te alumbrará Cristo”.
Tres
muertos vemos que fueron resucitados visiblemente por el Señor, peor se cuentan
por millares los que resucito invisiblemente. En cuanto a los muertos que
resucito visiblemente, ¿Quién puede saber su número?. Porque no todo lo que
hizo esta escrito. “Muchas cosas hizo Jesús-dice San Juan– que si se
escribieran pienso que no cabrían en el mundo los libros que las narrasen”. Sin
duda que muchos otros, pues, fueron resucitados, pero no sin razón se mencionan
tres. Nuestro Señor Jesucristo quería que entendiéramos en un sentido
espiritual lo que obraba en los cuerpos. No hacía milagros sólo por hacerlos,
sino que quería excitar la admiración por ellos en los que contemplaban, y que
apareciesen también llenos de confianzas para los que comprendían su sentido.
Así como hay quienes ven las letras de códice primorosamente escrito,
pero no saben leer, y alaban, sí, el arte del copista, maravillados de la
hermosura de sus rasgos, pero ignoran lo que aquellos caracteres significan, y
deben deducirse a elogiar lo que ven, sin entenderlo, al paso que otros, no
contentos con alabar la destreza del copista, penetran en el significado del
escrito, y no sólo pueden ver, como todo el mundo, sino también leer, lo cual
no es posible al que nunca aprendió
hacerlo; así los que vieron milagros de Jesucristo sin penetrar en su
significación y en lo que dejaban vislumbrar a las almas dotadas de
inteligencia, maravilláronse únicamente ante el hecho material, mientras que
los demás admiraron a la vez los hechos y penetraron en sus sentidos. Así
debemos proceder nosotros en la escuela de Jesucristo.