Homilía de maitines
6 de agosto
LA
TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN JUAN CRISÓSTOMO
Homilía 57,
sobre San Mateo
Había
el Señor hablado mucho de peligros a sus discípulos, como también de su pasión
y muerte; le había hablado asimismo del martirio que ellos sufrirían y
prescrito muchas cosas austeras y difíciles. Y todas esas cosas adversas debían
ocurrir en la vida presente y en tiempo muy próximo, al paso que las cosas
venturosas, a saber, que perdiendo la vida salvarían sus almas, y que vendría Él
mismo en la gloria del Padre para adjudicarles las recompensas merecidas, solo
se las mostraba como objetos de su esperanza y de su expectación. Deseando,
pues, robustecer su certidumbre por medio de la visión y mostrarles que será la
gloria con que ha de venir un día, les muestra esta gloria en la medida en que
eran capaces de contemplarla en este mundo, proponiéndose, además, con ello,
impedirles a todos, pero especialmente a Pedro, el entristecerse demasiado por
la propia muerte y la de su Maestro.
Y ved como procede nuestro
Señor hablando a los suyos del reino y de la gehena. Con estas palabras: “El
que hallare su alma la perderá, y el que la perdiere por mi causa la hallara”;
y con estas otras: “Dara a cada uno según sus obras”, pues se refiere a ambas
cosas. Después de haber hablado, pues, de una y otra, permite fijar la mirada
en el reino, pero no hace lo mismo con la gehena, porque esto último que habría
podido ser necesario tratándose de hombres muy groseros e ignorantes, no lo era
tratándose de los Apóstoles, hombres virtuosos y perspicaces a quienes bastaba
confirmar con la vista de cosas mejores. Convenía también mucho más al mismo
Señor. No prescindió del todo, sin embargo, del otro medio, y algunas veces
pone ante los ojos, por decirlo así, el horrible cuadro de la gehena, como, por
ejemplo, al explicar la historia de Lázaro y al hablar del acreedor que reclama
cien denarios.
Transcripto por Dña. Ana María Catalina Galvez